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El Vocero

 / Foto por: Suministrada - El Vocero
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Estadísticas recientes de la Administración de Desarrollo Socioeconómico de la Familia (Adsef) -dadas a conocer en una vista pública- evidenciaron que el pronóstico de que la población puertorriqueña será cada vez más vieja y pobre, a diario es más certero.

Actualmente, 334,435 personas de 50 años o más reciben ayuda del Programa federal de Asistencia Económica (PAN), según datos de Adsef. Para muchos de ellos, el PAN es el único ingreso. Sin embargo, lo terrible es que esa ayuda que reciben los envejecientes en Puerto Rico fluctúa escasamente entre los $112 y los $134 mensuales, de acuerdo a la ponencia de Adsef.

Esta cantidad, que contrasta -por lo menos en el caso de los envejecientes- con el mito de que la ayuda para que las personas hagan sus compras de alimentos es sustanciosa, es determinada por criterios que establece el programa federal. Toma en consideración si el beneficiario recibe otros ingresos, el número de personas con quienes vive y los ingresos. Como requisito, los recipientes deben estar bajo la clasificación de bajos recursos económicos.

Según el Negociado de Federal del Censo del año 2009, en Puerto Rico existen unas 780,110 personas mayores de 60 años. Se espera que esa cifra aumente a 983,130 para el año 2020. De los datos de esa encuesta se desprende que el 40 por ciento de la población de edad avanzada vive bajo los niveles de pobreza.

Como ejemplo de la precaria situación en la que viven los envejecientes, la Administradora auxiliar de las Personas de Edad Avanzada y Adultos con Impedimentos, Charissa Crispín, ofreció el ejemplo de una maestra retirada cuyo ingreso es de menos de $800 mensuales pues no recibe Seguro Social. Después de hacerle los descuentos, la educadora se queda con únicamente $500 mensuales para vivir en un Puerto Rico, donde cada vez es más alto el costo de vida.

A ese cuadro hay que añadirle el de abuelos que con ese exiguo ingreso, deben procurar no solo su sustento, sino también asumir la crianza de nietos e incluso acoger en el hogar de regreso a hijos desempleados.

Una de las consecuencias es que dejan de alimentarse correctamente y de seguir las órdenes médicas para sus condiciones de su salud porque no pueden costear la totalidad de la receta, según han explicado especialistas en el tema.

En otros casos, a la realidad económica se suma el hecho de que las personas de la tercera edad viven y mueren en la soledad.

La licenciada Olga (Cuqui) López, indicó que son muchos los casos de envejecientes que mueren en hogares de cuido extendido o en asilos donde no son visitados por sus parientes. Otros viven solos en sus casas en condiciones paupérrimas.

Cuando mueren, “nadie reclama los cuerpos y para recogerlos en Ciencias Forenses hay que hacer el affidávit para dar la autoridad al Departamento”, expresó López. “Para mí es bien difícil entender la soledad y el impacto después que mueren”, puntualizó.

Las expresiones se hicieron en una audiencia la semana pasada ante la Comisión de Bienestar Social y para la Erradicación de la Pobreza de la Cámara.

 


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