30 de julio de 2015
Consummer Reports
Elizabeth Osborn, 79, de Indianápolis recibe incesantes llamadas pregrabadas; esas irritantes llamadas indeseadas, también conocidas como robocalls, que invaden los hogares todos los días, como un enjambre de mosquitos. “Recibo como 10 por día”, nos dice. Dice que para lidiar con el problema, intentó ignorar las llamadas, simplemente dejando que el teléfono suene y suene. Intentó atenderlas, siguiendo las indicaciones para hablar con un ser humano y así poder suplicarle a la empresa que se detenga. No tuvo suerte. “Cuando lo hago, las llamadas solo aumentan sustancialmente”.
Si las llamadas pregrabadas fueran una enfermedad, serían una epidemia. Cada mes, más de 150,000 consumidores se quejan ante la Comisión Federal de Comercio (Federal Trade Commission, FTC) y la Comisión Federal de Comunicaciones (Federal Communications Commission, FCC) acerca de “Rachel de Servicios para titulares de tarjetas” o los “representantes” de Microsoft que alertan sobre un virus informático. “Las llamadas pregrabadas eclipsaron las llamadas de televenta” como fuente de reclamo de los consumidores, afirma Bikram Bandy, coordinador de programas del Registro Nacional “No Llamar”, donde los consumidores pueden incluir su número de teléfono en una lista para restringir solicitudes indeseadas de televendedores. Aaron Foss, fundador de Nomorobo, una tecnología de bloqueo de llamadas, estima que el 35 por ciento de todas las llamadas realizadas en EE. UU. son llamadas pregrabadas. “Por cada 10 llamadas telefónicas que recibas, aproximadamente entre tres y cuatro serán llamadas pregrabadas indeseadas”, dice.
Solo para que no queden dudas: Las llamadas pregrabadas se refieren a llamadas de televenta automarcadas o pregrabadas dirigidas a líneas residenciales fijas de teléfono o a teléfonos celulares, o mensajes de texto no solicitados a números inalámbricos. Los mensajes informativos automarcados, como los que anuncian cierres de escuelas o alertas climáticas, están permitidos según la FCC, ya que son llamadas a líneas fijas en representación de grupos sin fines de lucro y campañas políticas.
Algunos consumidores frustrados simplemente desactivan la campanilla de su teléfono y dejan que todas las llamadas vayan al buzón de voz. Pero esa solución no es viable para todos, como señala Osborn. “Muchas personas no quieren dejar un mensaje. Tanto a mi madre de 96 años como a mi suegra de 85, quien sufre de demencia, las incomodan los contestadores automáticos”.