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Pero cada vez más institutos que están viendo sus presupuestos y las inscripciones reduciéndose están tratantado de imitar a las universidades.
Así que muchos centros de educación secundaria, especialmente los de ciudades pequeñas con problemas económicos de estados como Pensilvania, Arkansas, Maine y Nueva York, están ofreciendo sus pupitres al exterior.
Para los administradores de los colegios, esto significa ingresos extras, mientras que los estudiantes tienen la oportunidad de estudiar un año en EE.UU. y pueden optar a quedarse en una universidad del país.
Una de las "escuelas de acogida" es la de Newcomb que está situada en las montañas Adirondack, en una de las regiones menos pobladas de Estados Unidos.
Pese a que está a cinco horas de Nueva York, en esta pequeña ciudad uno se siente aislado del mundo.
Pero a este pequeño lugar de casas blancas y de sólo 400 habitantes llegan estudiantes de todo el mundo.
El director del colegio, Skip Hults, fue uno de los primeros en mirar al extranjero para que las aulas del colegio se volvieran a llenar.
"Teníamos una gran falta de inscripciones. Había 55 estudiantes en una clase con capacidad para 350. Éramos un distrito escolar que iba camino de la extinción. No puedes tener una clase abierta para un sólo alumno", explica.
Además, Hults apunta que la escuela no tenía diversidad racial. "Nuestros hijos no estaban preparados para un mundo globalizado, así que decidimos traer a estudiantes internacionales".
Diversidad de países
El programa de estudiantes internacionales ya lleva cinco años en marcha.
Y esta situación no es rara en esta zona rural. En la parte central del estado de Nueva York casi todas las escuelas han visto caer considerablemente la inscripciones de estudiantes en los últimos 20 años.
Por eso, algunos distritos escolares han decidido unir a sus alumnos y otros colegios han cerrado.
En la escuela de Newcomb en 2007 había 55 estudiantes. Este curso hay 101 alumnos y más del 10% son extranjeros que vienen de países tan diversos como China, Rusia, España o Brasil.
"El programa internacional realmente ha redefinido quiénes somos. No es sólo un estudiante el que llega; es también el país al que representa el alumno", afirma Hults.
"En los cinco últimos años, hemos tenido 43 estudiantes de 21 países. Esperamos seguir recibiendo alumnos del mayor número posible de países posible".
Ingresos extra
Lo cierto es que según se fueron recortando las subvenciones públicas y se redujo el presupuesto, los colegios han tenido que buscar vías alternativas para financiarse.
El programa de estudiantes extranjeros supone una inyección de US$9.000 por estudiante y año, un dinero que se divide entre el colegio y el alojamiento. Generalmente los estudiantes viven con familias de la ciudad.
Y para los estudiantes ese precio es relativamente bajo en comparación con los US$30.000 anuales que puede cobrar un colegio privado.
La estudiante de último curso Rebecca Bolen creció en Newcomb. Dice que para los recién llegados no todo es un camino de rosas.
"Hay cosas buenas y cosas malas en la ciudad. Pero a veces es un poco complicado", explica con una sonrisa. "Aquí todo el mundo se conoce. Siempre hay quien dice algo, pero en general la comunidad se ha mostrado muy abierta a los estudiantes extranjeros", opina.
"Y nuestro colegio ha crecido e incluso hay gente de otros pueblos que quiere venir aquí".
"Gran shock"
A pocos días de la fiesta de graduación, los nervios se notan por todos los lados en el instituto. Algunos de los estudiantes internacionales de último año han regresado para el evento.
Entre las actividades organizadas hay un concierto en el que participan casi todos los estudiantes y una cena para recaudar fondos a la que llega mucha gente de la ciudad.
Fuera de la escuela, no hay tráfico durante el día. Tampoco hay cobertura de celular.
Y eso para los estudiantes internacionales como el brasileño Caio Benyuneszatz es algo realmente novedoso.
"Escogí Nueva York, pero pensé que era la ciudad", asegura en un inglés casi perfecto.
"Así que cuando llegué aquí fue un gran shock para mí. Ahora que llevo nueve meses todo está bien. Me gusta", asegura.
Lo mismo le sucedió al madrileño Jorge Cristóbal que se dio cuenta enseguida que la ciudad y el estado de Nueva York no son lo mismo.
"Cuando oí Newcomb lo miré en Google Maps. Y dije: oh, dónde voy a ir. Allí no hay nada. Es todo verde. Sólo hay árboles. Pero nos lo pasamos muy bien. No hay autos en la carretera, así que también es bastante seguro".
Oportunidades
El aislamiento de la escuela- que está a unos 100 kilómetros de una ciudad grande- significa que los estudiantes se centran en actividades extraescolares como deportes y música y, por supuesto, en aprender inglés, algo muy valioso de cara al futuro.
Lucy Couston y Manone Vernette acaban de cumplir 20 años. Estudiaron en Newcomb el curso pasado y ahora están en universidades francesas. "Como vinimos aquí, conseguimos entrar en buenas universidades", aseguran.
"Nos graduamos aquí. Nuestro inglés mejoró mucho y así es más fácil entrar en buenas universidades", afirma Manone.
El año en el exterior no sólo les sirve a los estudiantes extranjeros para mejorar su inglés, sino que también construyen vínculos con los profesores estadounidenses que les pueden servir de referencia en las solicitudes para universidades del país.
Con esos beneficios, la escuela tiene una lista de espera de estudiantes internacionales para el próximo curso que incluyen países como Tailandia, Vietnam, Bolivia, Rusia o Italia.
Y los únicos requisitos que deben cumplir son que hablen algo de inglés y que tengan un espíritu aventurero.
"Trato de traer a estudiantes de países y culturas que no hemos tenido antes", afirma el director de Newcomb.
"De una escuela por la que nadie apostaba hemos pasado a ser un instituto reconocido. La gente está intrigada por qué es lo que atrae a estudiantes de todo el mundo a esta pequeña ciudad. Y a los estudiantes les encanta", concluye Hults.