7 de abril de 2015
La Nacion
Es fácil reconocer la fauna de alcahuetes. Aunque, deformaciones del lenguaje mediante, poco tendrá que ver con la primera definición que la Real Academia Española (RAE) otorga al término. Se denomina alcahuete a toda "persona que concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita".
Pero el que anida en la oficina moderna nada tiene que ver con un personaje clásico parisino que pintó el Marqués de Sade en el relato "El alcahuete castigado". En aquel cuento, el señor Savari convirtió su mansión en un reducto para que las damas de París y sus hijas se entreguen al placer prohibido con una sola condición: pasado el umbral ya no había memoria de lo sucedido. Aquella aventura terminó con tres muertes y con la sociedad escandalizada por dimes y diretes.
Nada terminará igual. La mutación del término lo llevó a lugares menos complejos. "Persona que lleva o trae chismes", dice la tercera definición de la RAE. Pero, sin duda, a este tipo de personajes se los relacionas más con el lunfardo básico, con el famoso chupamedias. "Persona que intenta ganar el favor de otro comportándose en forma zalamera y servil", dice una cercana aproximación al término.
Se puede decir que de la fusión entre la tercera definición de la RAE y la de chupamedias se llega entonces al "alcahuete corporate", un personaje enervante para casi todos, incluso para el dueño de las medias. Estos sujetos suelen tener reflejos manifiestos a realizar cualquier tipo de tarea que le encomiende su superior, casi como un "predispuesto precoz".
Alejandro Melamed, autor del libro Historias y mitos de la oficina, es determinante cuando se le pregunta si siempre debe haber un alcahuete, al menos, para tener informado al jefe. "No los considero ni imprescindibles ni necesarios. Son tóxicos", dice.
Imposible competir en muchos rubros, el alcahuete corporate siempre tendrá resto. Pero hay fisuras. La gestualidad, las respuestas y el "sijefismo" que practica son molestos para muchos. Más temprano que tarde, estos movimientos demolerán el nivel de diálogo de los superiores con sus dependientes, y a poco de andar, el "alcahuete corporate" habrá quedado como un realizador de tareas menores.
Algo de esto rescató "El gurú de la cortada de la calle Estomba" en su tratado sobre la vida corporativa. "Los jefes necesitan tener diálogos de igual a igual con su equipo para enriquecer su visión. Luego él definirá. El alcahuete corporativo se coloca por debajo de esa igualdad y jamás cuestiona", dice con simplicidad. Luego hace una advertencia: "El gran problema es cuando se convierten en jefes. Siempre hay alguien más arriba en la estructura como para mostrarse servil y para lograrlo se apoyará en su estructura inferior, a quienes les exigirá servilismo".