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  Por el libro

18 de octubre de 2018

El Mundo.es

El etiquetado es complejo: que un producto sea reducido en sal no quiere decir que tenga poca cantidad

La etiqueta "reducido en sal" se ha convertido en un reclamo para los consumidores. El análisis de los 567 productos que estudia la Base de Datos de Consumo en Hogares que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación muestra que el que más ha incrementado su volumen de consumo desde 2013 hasta 2017 incluido es el "jamón cocido sin sal". De 574,8 miles de kilogramos consumidos en 2013 se ha pasado a 3.304,4 en el último año con datos disponibles.

Jamón cocido sin sal - mapa

Aunque la estadística del Ministerio indique "sin sal", bajo esta categoría se incluyen otros productos con el reclamo saludable mencionado. De hecho, no encontrará en el supermercado ningún jamón cocido sin sal.

Las comunidades autónomas que presentan mayor consumo per cápita en 2017 son Canarias, Castilla y León y Asturias. Es precisamente en las Islas Canarias donde más se ha notado la escalada de consumo de este producto.

Evolución jamón cocido sin sal

El precio a nivel nacional se ha mantenido estable, cercano a los 9 euros por kilo. Entre unas comunidades autónomas y otras la diferencia no llega a dos euros, aunque el último año el producto era más caro en Baleares y Madrid, donde alcanzó los 10 euros por kilo, mientras que en Murcia de media costaba 8,6 euros, según la encuesta del Ministerio.

Etiquetado complejo

Si su médico le ha recomendado reducir la cantidad de sodio en su dieta, estos productos no son la mejor opción. Aunque la estadística habla de jamón cocido "sin sal", lo que se encuentra en los supermercados es muy diferente.

Teniendo en cuenta la legislación, para que un producto lleve la etiqueta "bajo en sal", no puede contener más de 0,12 gramos de sodio por cada 100 g, lo que equivaldría a 0,3g de sal. El Mundo ha revisado los envases de las principales marcas productoras de jamón cocido con este reclamo saludable y ninguna de ellas se acerca siquiera a la proporción indicada.

Las marcas, no obstante, no indican textualmente "bajo en sal" o "sin sal", sino que utilizan la fórmula de "reducido en sal", también contemplada por la legislación, y que únicamente exige que el producto contenga como mínimo un 30% menos de sal que su equivalente. Esto no significa que el contenido de sodio sea bajo. Y de hecho, no lo es.

La dietista, nutricionista y directora de DcienciaSalud, Rocío Diago, explica que aunque el etiquetado indique "reducido en sal", la cantidad de este elemento suele ser hasta diez veces superior a la del producto fresco. "Es fácil no saber leer una etiqueta. No es que sea engañoso, es que es complicado, y el marketing es brutal", explica. "Si compras jamón cocido, no puede ser que sólo el 74% del producto sea carne", añade en referencia a los ingredientes que llevan estos productos.

Comparativa jamón reducido en sal Información de las marcas. Elaboración propia.

La diferencia entre un producto de jamón cocido normal y el que se indica como menos salado no es excesiva. La medida más habitual es de 2,2g por cada 100, mientras que en los reducidos la cantidad se rebaja a algo menos de la mitad, hasta 1,3g. Cumple así con la normativa de ser al menos un 30% menos salado, pero queda lejos de ser un producto bajo en sal.

"Sigue siendo diez veces más que el producto fresco. La rebaja de sal es en relación al producto 'normal' de la marca", explica Diago. "La gente percibe el jamón reducido en sal como algo muy sano, pero siempre es peor que el alimento fresco, que de hecho sacia más".

Para reducir la sal en la dieta, la nutricionista recomienda verdura, legumbre, fruta, pescado, reducir productos cárnicos y optar siempre que sea posible por el producto fresco. Pero no es lo que queda más a mano en los supermercados. "Es más fácil comer bien cuando se compra en tienda pequeña", considera Diago.


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