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El Nuevo Herald

Gastón E. Cantens y su esposa, Teresita.
Gastón E. Cantens y su esposa, Teresita.

Antes de ser conocido como “el pequeño Madoff de Miami”, Gastón E. Cantens era un respetado empresario de bienes raíces y egresado de la selecta Escuela Preparatoria Jesuita de Belén, de West Miami-Dade. El era, como lo describió el miércoles la jueza federal de distrito Kathleen Williams, “la encarnación de la historia del éxito americano”.

Las palabras de la jueza fueron pronunciadas momentos antes de que ella sentenciara a Cantens, de 73 años, convicto de fraude financiero, a cinco años de cárcel, el máximo posible bajo un acuerdo extrajudicial al que llegó Cantens con la fiscalía a principios de año.

Esta condena fue mucho más de lo que Cantens había tratado de conseguir. Diciendo que su esposa enferma, Teresita, de 75 años, lo necesitaba a su lado, Cantens había solicitado “un término prolongado de prisión domiciliaria”.

Williams, al tomar su decisión, señaló que el matrimonio tenía dos hijos adultos, ambos “con empleos remunerados”, y por tanto capaces de ocuparse de su madre. Uno de sus hijos, Gaston I. Cantens, es un ex fiscal y ex influyente miembro de la Cámara de Representantes de la Florida. El no estuvo implicado en el fraude.

“Las personas tienen que saber, todo tipo de personas, no importa quiénes son o cuáles son sus circunstancias, que sus actos pueden tener consecuencias, y pueden ser castigados”, dijo la jueza, quien en algunos momentos pareció algo angustiada mientras explicaba su decisión.

Ambas partes estuvieron de acuerdo de que al principio el negocio de Cantens funcionaba como una empresa legítima de bienes raíces. Pero la fiscalía dijo que la compañía, Royal West Properties, se debatía con un modelo de negocios defectuoso cuyas fallas se exacerbaron con el colapso del mercado de la vivienda. Cantens recurrió al fraude, escribió la fiscalía en documentos judiciales, debido a su “orgullo y codicia”.

Entre las víctimas de Cantens estuvo Henry D. Castro, de 77 años, agente de seguros retirado y vecino de Kendall, quien invirtió $2 millones en sus transacciones de bienes raíces. Castro y otros inversionistas asistieron a la audiencia de sentencia para oponerse a cualquier reducción de la misma. Castro contó a la jueza su desafortunada decisión de entregar $150,000 en diciembre del 2008, en un momento en que Cantens sabía en secreto que su fraude financiero estilo pirámide de Ponzi estaba a punto de venirse abajo.

“Pero, de todos modos, él tomó mi dinero”, dijo Castro.

La estafa de Cantens arruinó las vidas de muchas personas ancianas y religiosas que lo conocieron a través de Belén y de amigos comunes. Otra víctima, Eduardo Arango, se acercó a la jueza usando un andador, y dijo que él y su esposa invirtieron en su totalidad el producto de la venta de su vivienda — casi $800,000 — con Cantens.

En el tribunal de quiebra, Arango y otros pudieron recuperar alrededor del 3 por ciento de su dinero.

“Yo tengo 80 años”, dijo Arango. “Hay muchas personas que son aún más ancianas que yo”.

Las víctimas dijeron que entre los afectados por Cantens había algunos que huyeron de Cuba abandonando todas sus posesiones, y que luego volvieron a perderlo todo por segunda vez a consecuencia del fraude financiero.

Cantens se declaró culpable en enero de conspiración para estafar a más de 150 inversionistas que colocaron $135 millones en sus transacciones financieras entre el 2003 y el 2008. Ellos perdieron $47 millones mientras Cantens tomaba su dinero, les entregaba documentos por altos intereses y supuestas garantías y lo gastaba todo en especulaciones de bienes raíces en el suroeste de la Florida, una región devastada por el desplome del mercado.

Cantens engañó a sus inversionistas prometiéndoles que sus préstamos para financiar las transacciones de bienes raíces estaban respaldados por propiedades o hipotecas que servían de garantía, según su acuerdo extrajudicial de culpabilidad.

Pero él usó a menudo las mismas propiedades como supuesta garantía. Por ejemplo, a principios del 2008, él asignó una propiedad como garantía al Colegio Jesuita de Belén que volvió a usar para otros dos inversionistas ese mismo año.

“Sus garantías de que Royal West operaba como un negocio legítimo eran todas falsas: los inversionistas no recibían pagos de hipotecas activas, como Cantens dijo repetidas veces a los inversionistas”, escribió el fiscal federal adjunto Ron Davidson en documentos judiciales. “En lugar de eso, al final de la existencia de Royal West, Cantens pagaba en parte a sus viejos inversionistas con el dinero que Royal West recibía de sus nuevos inversionistas”.

La misma escuela de Belén — Cantens se graduó de la escuela original de Belén en La Habana en 1957 — fue una de sus víctimas, con pérdidas por un total de $500,000, según las actas judiciales.

Pero el padre José Marcelino García, ex presidente y director de Belén, urgió a la jueza a que mostrara lenidad con Cantens. Ellos han sido amigos durante 40 o 50 años, dijo García.

“Su esposa está en una situación terrible”, dijo García de Teresita Cantens, quien sufre de mal de Parkinson en estado avanzado. Y la caída en desgracia de la familia, dijo García, continuaría aún bajo arresto domiciliario.

“Su reputación se ha visto completamente destruida”, dijo García.

El mismo Cantens habló más tarde, diciendo que él entendía que aquellos que él estafó pasarían trabajo para perdonarlo.

“Yo seguiré viviendo, por el resto de mi vida, sintiendo este remordimiento terrible”, dijo Cantens. “Yo siempre estaré pensando en ellos”.

La jueza Williams, al sentenciar a Cantens, dijo que el influyente papel jugado por la Iglesia en relacionar a Cantens con sus inversionistas agrava su victimización.

“Su fe ha sido sacudida, porque estará contaminada para siempre por las circunstancias de este caso”, dijo Williams.

Se supone que Cantens se entregue tentativamente a mediados de mayo.

El abogado de Cantens, Bruce Lehr, dijo: “Tengo la esperanza de que tanto mis clientes como su familia y todas las víctimas puedan encontrar la paz al final de todo esto”.


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