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  Por el libro

24 de febrero de 2017

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Atraídos por las bajas tasas de interés, los bajos precios del combustible y una gama de vehículos seductores que son más rápidos, más inteligentes y más eficientes que nunca, la fiebre de compra de autos nuevos ha sido una tendencia en los últimos años.

Sin embargo, no todo resulta tan fabuloso como parece.

 

De acuerdo con el Banco de la Reserva Federal de Nueva York, la deuda automotriz en Estados Unidos alcanzó un récord en el cuarto trimestre de 2016, cuando un furor de compras previo a fin de año condujo a que el monto de los préstamos alcanzara el pico de 1,16 billones de dólares.

Ninguna ciudad del país y ninguna marca en particular han escapado a esta tendencia.

Se trataría, pues, de un número alarmante, lo suficientemente grande como para que lleguemos a hablar de una burbuja. De hecho, el montón de deuda cubriría el costo de 43,4 millones de camionetas Ford F-150, una por cada ocho o más personas en el país.

O visto de otra manera: cada conductor con licencia en los Estados Unidos, como promedio, debe alrededor de 6.100 dólares en pagos de automóviles.

Sin embargo, el mercado de automóviles es muy diferente al de las casas. Por un lado, los vehículos son un activo mucho más fluido, más fácil de recuperar y de revender. Los pagos de los automóviles (conocidos como “la letra”) tienden a ser más baratos que las hipotecas y las personas tienden a utilizar sus vehículos mucho, por lo que cuando llega el momento de priorizar las facturas, el préstamo de auto suele tener precedentes sobre otras cosas.

De hecho, las morosidades sobre los préstamos para vehículos, aunque suben, siguen siendo inferiores a los pagos atrasados ??sobre la deuda de préstamos estudiantiles y los saldos de tarjetas de crédito.

De ahí que quienes se estén preparando para el colapso económico global por el momento no deben aterrarse por los pagos del auto.

 

Los más afectados

Aunque quienes deberían preocuparse son los ejecutivos de los grandes fabricantes de automóviles. Salvo algunas compañías financieras, los fabricantes son los que prestan dinero a los compradores más arriesgados. Estos planes poseen más incentivos para impulsar una venta y, a diferencia de un banco, ganar dinero tanto en el préstamo y el producto, si todo funciona bien.

Recientemente, los fabricantes de automóviles se han centrado en promover sus SUVs y sus camionetas, que suelen aportar márgenes de beneficio más altos que los sedanes.

La reducción de los estándares de crédito un poco y el estiramiento de las ventanas de reembolso hasta seis o siete años ha ayudado a conducir a los negocios a niveles récord, con 17,55 millones de ventas de vehículos el año pasado.

En los últimos dos años, los conductores estadounidenses con calificaciones crediticias inferiores a 620 puntos pidieron prestados 244.000 millones de dólares para comprar automóviles, una cifra no igualada desde 2006 y 2007, cuando el mismo estrato de compradores obtuvo unos 254.000 millones de dólares en préstamos para automóviles.

El problema es que muchos de estos conductores tienen un récord de no manejar sus finanzas particularmente bien. Las compañías automotrices -y las unidades financieras a las que están vinculadas- hacen cerca de la mitad de todos los préstamos para automóviles actualmente, pero suscriben tres cuartas partes de los que van a compradores de alto riesgo.


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