29 de agosto de 2011
El Nuevo Herald
Cada uno se levanta y habla de su lucha contra el alcohol y las drogas. De sus peores momentos, sus recaídas, sus crisis de salud y el dolor que le han causado a sus familias. Y tácitamente, debido al hecho de que todos son mayores de 60 años, revelan una gran verdad: la adicción puede afectar a cualquiera sin importar la edad. "Cuando me jubilé, empecé a beber", dijo uno de los asistentes en la salita del Hanley Center donce personas mayores combaten contra sus adicciones. "Se habían muerto mi papá, mi mamá, mi perro, así que tenía buena excusa". Este tipo de eventos se están volviendo más comunes debido a un rápido ascenso en el número de personas de edad avanzada que reportan adicción a las drogas o al alcohol. Entre 1992 y el 2008, se duplicó la cantidad de gente mayor de 50 años en Estados Unidos que recibió tratamiento por adicción. Los expertos vaticinan que esa cifra seguirá aumentando a medida que vaya envejeciendo la generación de la posguerra, conocida también como la generación del "baby boom". "La sociedad hasta cierto punto se niega a aceptar esta realidad", dijo Peter Provet, director de la Odyssey House en Nueva York, otro centro que ofrece tratamiento a adultos adictos. "Nadie quiere pensar que su padre o madre o abuelo es un adicto". En total, 231,200 personas mayores de 50 años solicitaron tratamiento por consumo excesivo de alcohol o narcóticos en el 2008, comparado con 102,700 en 1992, según la Agencia de Servicios para la Salud Mental y contra el Abuso de Sustancias (Substance Abuse and Mental Health Services Administration), una agencia federal. Una de cada ocho personas que solicitaron atención médica por esta razón eran adultos de edad avanzada. Esa proporción se ha duplicado en los últimos 16 años aun cuando la cifra correspondiente a otros grupos ha ido disminuyendo. El aumento supera al crecimiento poblacional en ese sector demográfico. Entre el 2000 y el 2008, los tratamientos de personas ancianas por adicción aumentaron en un 70 por ciento, mientras que esa población aumentó 21 por ciento. Los expertos opinan que ello se debe a que la generación de la posguerra históricamente ha tenido mayores índices de consumo de drogas, a veces desde hace cuatro ó cinco décadas, y el problema se agrava con la edad. "Esa generación de los sesenta tiene algo de experiencia con drogas y sustancias estupefacientes, y está más acostumbrada a ese tipo de sustancias", dijo el doctor Westley Clark, director del centro de tratamiento contra la drogadicción de la agencia. Los expertos calculan que el número de personas mayores de edad con problemas de adicción es mucho mayor a la cantidad de personas de solicitan ayuda. Aunque va en aumento el número de personas mayores con problemas de adicción, hay relativamente pocas instalaciones diseñadas específicamente para ese grupo etario. La mayoría de las instituciones agrupa a la gente sin importar la edad, o la dividen por género. Los que sí ofrecen tratamientos especiales para gente mayor dicen que ello ayuda a los pacientes a relacionarse entre sí y a fijarse en sus propios problemas en lugar de dar consejo a los más jóvenes. Provet dijo que algunos han cuestionado la necesidad de dar tratamiento especializado a los ancianos, dado que por lo general tienen menos años de vida por delante y por lo tanto no se beneficiarían tanto como los más jóvenes. Pero descarta ese razonamiento comparándolo con argumentar que se le debe negar atención médica a una persona que padece de cáncer por el sólo hecho de que es mayor de cierta edad. Además, los más longevos en la institución Odyssey House son los que tienen la más alta proporción de concluir el programa: 85 por ciento. "Pareciera que ellos piensan, ‘Bueno, esta es mi última oportunidad, veremos si por fin puedo enderezar mi vida"’, comentó. Entre los que piensan así está Henry Dennis, quien tiene 70 años de edad y ha usado heroína los últimos 50. Ya antes había estado en Odyssey, pero recayó y fue arrestado por posesión de drogas. Dennis dice que vio por lo menos a una docena de sus amigos morir por el efecto de las drogas, y que aun así no paró de consumir. Ahora que lleva ocho meses de tratamiento, dice que esta vez sí dejará el vicio. "Esta vez sí lo voy a lograr", expresó Dennis, quien ha tenido varios trabajos. "No me quiero morir, aún no". El tratamiento de Dennis es financiado por el estado de Nueva York aunque otros pacientes lo pagan de sus bolsillos. El programa Medicare paga algunos servicios ambulatorios pero no hospitalizaciones. Varios expertos han señalado que ha aumentado el uso de drogas ilícitas y que los tratamientos por alcoholismo han disminuido aunque es ésa la principal adicción entre la gente de edad avanzada. Las cifras del 2008 muestran que el 59,9% de las personas mayores de 50 años que solicitaron ayuda citaron al alcohol como su principal adicción, en comparación con 84,6% en 1992. En segundo lugar estaba la heroína con 16%, más del doble de la cifra en un estudio anterior. La cocaína estaba en tercer lugar, con 11,4%, más de cuatro veces superior a la cifra del estudio de 1992. Según los estudios, la gran mayoría de personas mayores de edad con problemas de adicción reportaron que su primer uso de sustancia adictiva fue hace muchos años, como Dennis. Una adicción tan extensa puede causar atrofia del hígado, pérdida de memoria, hepatitis y otras dolencias médicas. Otras personas, que son la minoría, comienzan a consumir drogas o alcohol ya en su edad avanzada debido a los radicales cambios de vida, a la soledad o al dolor físico. Don Walsh, uno de los miembros del grupo en Hanley, es parte del segundo grupo. Está entre los 19 hombres y mujeres reunidos en la sala de paredes azul celeste y acompañados de una enorme pecera. Uno de ellos llega en silla de ruedas, uno en un caminador, otro se queda dormido en medio de la sesión. Walsh, un abogado de 77 años de edad, dice que no tenía problemas de alcoholismo hasta hace como un año, cuando se jubiló y sus intensos días de trabajo fueron reemplazados por dilatados almuerzos y cenas acompañados de abundante vino. Un día, se desmayó en su garaje y luego reflexionó que si hubiera estado conduciendo su vehículo, podría haber muerto o haberle caudado la muerte a otros. Tras seis semanas de tratamiento, ya no ansía beber. "Tengo otra oportunidad de vivir", expresó.