8 de abril de 2011
Info7.com
En particular, la exposición a ciertas "señales" alimentarias, en ese caso imágenes de un batido de chocolate, activaban el circuito de recompensa del cerebro.
"Esto confirma que la adicción a la comida se relaciona con los centros de recompensa", afirmó Bonnie Levin, profesora asociada de neurología y directora de la división de neuropsicología de la Facultad de medicina de la Universidad de Miami. "Se trata de un proceso impulsado por la biología, no sólo de un problema conductual".
Levin no participó en el estudio, que aparece en línea y en la edición de la revista Archives of General Psychiatry.
Esta no es la primera vez que los científicos han observado indicaciones de que ciertas personas podrían tener una adicción a la comida similar a la dependencia de sustancias, sobre todo dado que tanto las drogas como los alimentos provocan la liberación de dopamina. Sin embargo, esta es la primera vez que la correlación ha sido notada en personas que realmente califican como "adictos a la comida" en una medida aceptada de dicha adicción.
En este caso, unas cuarenta mujeres jóvenes saludables con un peso corporal que iba de delgadas a obesas fueron primero evaluadas con la Escala de adicción a la comida de Yale, y luego monitorizadas mediante imágenes por resonancia magnética funcional (IRMf).
Primero, se enseñó a cada mujer una imagen de un batido de chocolate y una de un vaso de agua.
Luego, les pidieron que probaran el batido (cuatro bolas de helado de vainilla, leche al dos por ciento y dos cucharadas de sirope de chocolate) o una solución que tenía sabor a saliva natural, ya que el agua sola habría activado partes del cerebro relacionadas con el gusto.
Los investigadores eligieron batidos no sólo porque tienen un alto contenido de grasa y azúcar (el azúcar ha sido relacionado con la adicción a la comida de forma muy constante), sino también porque podían ser consumidos con relativa facilidad a través de un pequeño tubo en la boca. Al contrario, la masticación que conllevan las barras de dulce y otros postres hubiera hecho que las participantes movieran la cabeza durante el escáner.
Una hipótesis resultó cierta casi de inmediato. Las mujeres con puntuaciones más altas de adicción a la comida mostraron más actividad en las partes del cerebro asociadas con la adicción al ser expuestas a imágenes de los deliciosos batidos de chocolate.
Pero, de forma inesperada, cuando probaron la comida real, las mujeres mostraron menos activación, lo que podría deberse a que "el cerebro es inundado a cada rato, lo que desactiva algunos reactores de recompensa", explicó la autora líder del estudio Ashley N. Gearhardt, candidata doctoral en psicología clínica del Centro Rudd de la Universidad de Yale, en New Haven. "Tal vez piense que es lo mejor que ha probado, pero no cumple con las expectativas. Tal vez por eso coman más".
En el estudio, los autores notaron que un tercio de los adultos estadounidenses son ahora obesos, y que la enfermedad relacionada con la obesidad es la segunda causa principal de muerte prevenible. También explicaron que se necesita más investigación para clarificar sus resultados. Señalaron, por ejemplo, que su estudio no midió el hambre, que podría tener un impacto sobre las puntuaciones, y fue exclusivamente en mujeres.
A pesar de algunas limitaciones, los investigadores opinaron que los patrones nerviosos específicos de activación cerebral en algunos sujetos sugerían adicción, y estaban particularmente preocupados por el hallazgo de que meras imágenes de comida podían activar tanto el cerebro.
"En realidad, lo que veo como un gran problema es nuestro ambiente alimentario. Si piensa que estas señales comienzan a provocar el problema, el peor ambiente en que se podría posiblemente estar es el que tenemos", lamentó Gearhardt. "Todos esos anuncios, todas esas máquinas expendedoras. Si se cambiara cada una de esas en una señal para el alcohol, y usted se intentara recuperar del alcoholismo, sería imposible".
"La publicidad está en todas partes, y ejerce una potente influencia sobre nuestra conducta. Pero también puede tener un impacto positivo, al ayudar a las personas a desarrollar estrategias de autocontrol más exitosas, modular los antojos de comida y elegir opciones más saludables", aseguró Levin.
Otra inquietud fue que alrededor del diez por ciento de las personas que no necesariamente calificaban como adictas a la comida también mostraron cierta activación en regiones cerebrales relacionadas.
"Aunque un pequeño porcentaje podrían ser adictas en toda regla, algunas podrían mostrar síntomas subclínicos como muchos antojos", señaló Gearhardt. "Esto podría tener un costo amplio sobre la salud pública".
Gearhardt espera que el estudio impulse a la comunidad científica a aceptar la adicción por la comida como una enfermedad, reduciendo así el estigma entre las personas más gordas y llevando a formas más eficaces para que pierdan peso.
"En esta sociedad, nos culpamos a nosotros mismos, creemos que es culpa nuestra", apuntó Gearhardt. "Cuando finalmente decidimos ver que el alcohol tenía el potencial de causar un proceso adictivo, dejamos de culpar a la gente y comenzamos a ayudarla".