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  Por el libro

31 de enero de 2011

Primera Hora

Abrir un dulce en el supermercado y comerlo sin intención de pasar por la caja registradora puede parecer un gesto hasta cándido, pero lo que se esconde detrás de los centavos que dejó de sacar de su bolsillo es un robo como cualquier otro. De poca cuantía sí, pero de igual desvergüenza.

En Puerto Rico no dudamos en señalar a los funcionarios que cometen actos de corrupción, y eso está bien. Sin duda, merecen ser señalados y rechazados. Pero, ¿somos capaces de revisar nuestras propias vidas y afirmar que la honestidad es uno de nuestros atributos más destacables? Quizás no nos damos cuenta, pero no estamos muy lejos de los cientos de lareños del operativo federal.

Comportamientos corruptos del diario vivir

1. El cable del vecino: Resulta que la televisión por cable está cara. Eso es cierto. Pero el hecho de que no pueda pagar el cable no le quita las ganas de disfrutarlo, así que se las arregla para tomar la señal del vecino sin que él lo sepa. Si su vecino es también su amigo, le sugiere "compartir" el cable y dividir la mensualidad. Suena como una gran sociedad, pero no es legal. Si aun así su "ética" no lo detiene, sepa que es un delito.

2. El pitorro en Navidad: Le gusta darse el palito, sobre todo en Navidad. En una fiesta probó una bebida de lo más sabrosa y resulta que es pitorro, un ron clandestino. Le dijo al de la fiesta que le consiguiera un galón y, sin ningún reparo, pagó $25 para tener su cañita listo en la nevera. Cada vez que lo visitan ofrece un vasito del pitorro y así, usted y sus amistades se hacen cómplices de una costumbre que, aunque está a nivel de "tradición", es ilegal.

3. El certificado médico: El fin de semana se fue de juerga y el lunes no tuvo energías para trabajar. El martes tampoco. Faltar dos días corridos y luego llegar con la cara fresca como lechuga hidropónica no lo deja bien parado a nivel laboral. ¡Menos mal que tiene un amigo médico! Feliz y saludable, sin ningún remordimiento, le pide un certificado que confirme sus falsos días de enfermedad. Usted cree que es una gran astucia , pero no es correcto.

4. Dulces y frutas gratis: Llegó el día de hacer la compra y, como siempre, va pasillo por pasillo. Cuando pasa por la góndola de las frutas, encuentra unas uvas que se ven apetitosas. Para colmo de felicidad, son sin semillas y, por si fuera poco, hay un paquete abierto. Se fija en que no hay nadie en el pasillo y, sin encomendarse a alguien, coge una y luego otra. Sigue con su carrito como si nada, como si fuera algo legítimo.

5. Sobrinos de planilla: Llegó abril y, por supuesto, la hora cero para llenar la planilla. Ve cuánto se ganó, cuánto le pagó a Hacienda y, en un rápido cálculo, se da cuenta de que todavía le queda a deber al Gobierno. Ja, que pague otro. Si pone dos dependientes más, le devuelven $1,000, así que le ofrece $400 a una vecina, "pa' que le preste los nenes". Para efectos del formulario, ellos son sus sobrinos, pero en la realidad es una gansería ilegal.

6. El estimado inflado: Apenas lleva ocho meses con un carro nuevo y ya lo chocaron. Como tiene seguro, va al hojalatero de toda la vida. El arreglo sale en $800, pero el deducible es de $250. Como es "de confianza", le pide que le añada unas cositas para compensar lo que le toca pagar. Como si fuera algo que hace con frecuencia, el hojalatero le entrega el estimado que suma $1,300, "pa' que sigas viniendo". Y se va feliz. Es un fraude, pero feliz.

7. Películas piratas: Le encanta el cine al igual que coleccionar películas. Lo que no le agrada mucho es tener que pagarlas. Por eso es que agradece los programas que permiten grabarlas y al compañero de trabajo que consigue en un pulguero los estrenos casi al mismo tiempo que llegan al cine. Tiene desde películas de horror hasta la última de Toy Story. Algunas tienen hasta la advertencia de que la piratería es ilegal, pero no le importa.

8. El PAN en efectivo: Siempre ha hecho con los chavos del PAN lo que le ha dado la gana. Por eso se molestó cuando, hace unos años, obligaron a usar el 75 por ciento para alimentos y sólo el 25% para otros gastos. Menos mal que en el supermercado del barrio, donde conoce hasta al carnicero, se lo cambian por dinero. Es verdad que tiene que dejarle "alguito", pero por lo menos cuenta con efectivo. Es un riesgo, pero "to' el mundo lo hace".

9. Inspección del carro: Desde que tiene carro, sabe que el marbete se renueva y tiene que inspeccionar el auto. Los centros de inspección están en cada esquina, pero llevar el carro lo saca de su cómoda rutina. ¿Solución? Lo "inspecciona" sin llevarlo. En lugar de pagar los $11, le da $20 o $25 a alguien que tenga una "conexión" y le dan su certificado sin sacar el carro de la marquesina. Es facilito, pero no es legal.

10. Suerte en la bolita: Es cierto que el Gobierno fomenta los juegos de azar y, con las ganancias, cuadra el presupuesto; pero se le escapan miles de billetes de la "bolita", una manera de coquetear con la suerte que no llega al Departamento de Hacienda. Parte del atractivo es que paga más que la lotería electrónica, pero contrario a los juegos fomentados por el Gobierno, por la bolita se puede llegar a la cárcel. Igual la juegan.


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