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  Por el libro

30 de enero de 2011

Planetajoy.com

Nuestra confianza digestiva nace en la milanesa con fritas y los ravioles con tuco, y muere en el bife con mixta y la muzza media masa. Para todo lo demás, tenemos miedo. Salir a comer afuera puede ser un acto de arrojo: cualquiera sea el lugar elegido, siempre estamos confiando nuestro estómago a manos ajenas, con resultado incierto. Los amantes de la cocina de la abuela tuvimos que aceptar la moda de la cocina moderna: pero en nombre de la modernidad, muchas veces, se cometen sacrilegios. Estas son las 10 cosas que deberías evitar cuando salís a comer afuera.

1. No comer empanadas en una parrillas. Cuando vas a una parrilla, pedí sólo platos que provengan de las brasas. Y para ir picando, chori, morci o achuras. Jamás pidas una empanada, ya que muchos locales utilizan los recortes de carne asada para su relleno.

2. No untar el paté. Te lo dejan en tu mesa no bien llegás, pero lo que meten ese bol es una tristeza: procesan un rejunte de verduras sobrecocidas con algún caldillo o crema y las sobras que van pasando de mesa en mesa. Siempre mejor pedir manteca.

3. No pedir ensalada Caesar. La salsa en su receta original lleva yema de huevos crudos y con ellos, el riesgo de contraer salmonella.

4. No probar el pescado del día. La pesca del día no es otra cosa que una trampa literal -y literaria- del menú. La oferta nunca suele ser muy variada. En los bodegones medio pelo siempre será la merluza. Y el proveedor aparece una vez por semana. De frescura, nada.

5. No pedir ceviche si el restaurante no es peruano. La cocina peruana es pandemia. Y contagia con el síndrome de la mosca: aparece hasta en la sopa. Hoy todos los "restó" –palabra aborrecible- ofrecen ceviche, pero muy pocos hacen lo único que se debe hacer para prepararlo: hacerlo al momento con pescado bien fresco y, dentro de lo posible, con sus ingredientes originales.

6. No pedir aceite de oliva extra virgen. Estamos sentados en un bodegón. Todo pinta bien: ambiente, platos, pan y vino. Hasta que pedimos que nos traigan el aceite de oliva para condimentar la ensalada verde. Entonces, acercan un líquido opaco, espeso y rancio: lubricante digestivo de aroma fiel a su lóbrego aspecto que arruina todo lo que toca, sentidos incluidos. ¿Tiene sentido arruinar la rúcula con aceite de maíz o girasol? Para nada.

7. No pedir mariscos. Los mariscos, cuanto más frescos mejor. Del mar a la olla. ¿Cómo adivinar la edad y suerte de ese mejillón gratinado? ¿Hace cuánto abandonó su océano y transita por el patíbulo gastronómico, la dudosa cadena de frío a la que cada tanto se le pianta un eslabón? Ante la duda, mejor no pedirlos.

8. Evitar el volcán de chocolate. El almendrado de los 80 y el tiramisú de los 90. Pareciera que esta década para abrir un restaurante la AFIP solicita en su formulario que el chef sepa hacer el volcán de chocolate. ¡Vaya suerte! ¿Y nosotros qué somos, conejillos de indias? Aunque no es fácil replicar el postre más interpretado del mundo, hoy cualquiera se le anima. Para concebirlo con la dignidad de un traductor es necesario manipular con talento la mejor materia prima, lo cual no ocurre en la mayoría de los restaurantes.

9. Evitar la "sugerencia del chef". Siempre hay que almorzar a la carta. El menú ejecutivo será la opción más económica, pero si se puede, lo mejor es esquivar las pizarras con la trilogía garabateada en tizas de colores. "Plato + bebida + postre = peligro de temporada". Por lo general, las propuestas de hoy, son las sobras de ayer.

10. No pedir vino por copa. Pedir vino por copas nos expone a tintos sobreoxigenados y blancos muertos. Tan muertos como la imagen de la marca. Esquivar el vino en copa hoy es fácil, pidiendo alguna buena botella de 375cl. que muchas bodegas han comenzado a comercializar.


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