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  Por el libro

14 de septiembre de 2010

El Nuevo Dia

Que un banquero privado alerte a sus colegas sobre los ricos tiene algo de sorprendente. Sería como si un director de Volkswagen AG pusiera en duda a los automovilistas, o que el jefe máximo de McDonald’s Corp. tomara distancia de la gente que consume comidas rápidas.

Más bien, como un empleado de valet, el objetivo principal del banquero privado es cortejar a los ricos.

La semana pasada, en una conferencia en Zúrich, el director de la unidad de banca privada de Barclays Wealth Management, Gerard Aquilina, pareció emitir un alerta roja sobre los clientes más ricos.

"Cuidado con las complejidades que implica lidiar con quienes tienen patrimonios ultraelevados", dijo Aquilina a su público. Los pedidos "difíciles y muchas veces insensatos" de esas personas pueden llegar a generar "exigencias imposibles para la organización".

¿De qué tipo? Ayudarlos a poner a los hijos en la escuela que corresponde, conseguir crédito para comprar propiedades, u obtener entradas para conciertos a último momento, por ejemplo. Peor aún, los ricos más ricos también resultan ser bastante mezquinos. Ni siquiera quieren pagar la cuota completa por todos los servicios que exigen.

Fue duro. Pero también fue una reflexión acerca de cómo han cambiado los ricos en la última década. Resulta que constituyen un grupo desagradable de gente que cada vez es más desagradable. Y el único culpable es el propio sector bancario.

Exigencias de los clientes

Hasta cierto punto, la advertencia de Aquilina puede considerarse como la clase de observación que se ve en todo tipo de industria.

Los ejecutivos en cualquier actividad tienden a pensar que el verdadero problema siempre viene del cliente, que suele ser estúpido, insensato y molesto, y a veces todo lo dicho anteriormente.

Sin duda, los ingenieros de software de Microsoft Corp. protestan por todos esos ignorantes que no saben cómo segmentar su disco duro. Seguramente hay incontables ejecutivos de líneas aéreas que ocasionalmente sueñan con qué serenidad sus aviones darían la vuelta al mundo si no tuvieran que llenarlos con estúpidos turistas, sus pequeños mocosos y sus maletas repletas.

Siempre se da el caso de personas que se irritan a causa de aquellos a quienes deben prestar servicio. No hay razón para eximir de ello ni siquiera a los banqueros privados super serenos. Pero Aquilina plantea una cuestión interesante.

Cada vez hay más pruebas de que los ricos son una tribu agresiva. Un estudio realizado el año pasado por la Universidad de California en Berkeley reveló que los ricos son más maleducados que las demás personas.

Malos y tacaños

Otro trabajo de investigación, llevado a cabo en la misma universidad, llegó a la conclusión de que es menos probable que den a obras de caridad, que la gente menos pudiente. Un tercer estudio, realizado en la Universidad Humboldt de Berlín, estableció que eran "más malos" en el sentido de ser más propensos a castigar a otros.

Eso no tiene nada de asombroso. No se llega a ser rico sin ser difícil y exigente. Hacen falta unos codos bien afilados para llegar hasta la cima del árbol, y no tiene sentido ser sensible a la hora de pisar algunos dedos en el camino. Y los ricos tienen mucho más que proteger que los demás: deben ser feroces para aferrarse a toda esa riqueza.

Han sido agresivos probablemente desde que un hombre de las cavernas usó un palo más grande para controlar la cueva más grande en la colina.

Antiguamente, la mayoría de las fortunas se hacían en asociación con personas comunes. Los dueños de fábricas eran conscientes de los trabajadores del taller de los que dependía su riqueza, y eso definía la visión de sí mismos. El fabricante de autos Henry Ford duplicó la remuneración media de sus trabajadores a $5 un día de 1913 y acortó su horario de trabajo.

La familia Cadbury, fabricantes de chocolate en el Reino Unido, construyó una pequeña ciudad para muchos de los trabajadores de la empresa en Bournville, cerca de Birmingham, en el siglo XIX. Eso los hizo más humanos.

El crecimiento del sector de servicios financieros y la cultura de las bonificaciones cambió la situación. Los ejecutivos de la banca de inversiones y los gerentes de fondos de inversión que constituyen la mayor parte de la nueva elite rica no tienen demasiado contacto con la gente común. Suponen que su riqueza es enteramente resultado de su propia brillantez.

Es un sector que acuña multimillonarios y también engendra arrogancia, egoísmo y esnobismo.

Aquilina ha enfocado un sector que no puede culpar a nadie más que a sí mismo. Quizá justamente por eso está advirtiendo a otros.


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