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  Por el libro

11 de junio de 2010

Consumer.es

La iluminación del hogar es un arte y una forma de aumentar la belleza, generar ambientes y aportar confort a quienes disfrutan de cada espacio, sin olvidar el sentido práctico que guía la ubicación de los diferente puntos de luz en una casa. Pero la fuente lumínica de las diferentes estancias de una vivienda debe, además, administrarse con inteligencia con el objeto de controlar el gasto energético.

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Hay varias formas de iluminar los espacios, cada una de ellas, con sus características y funcionalidad propias. Al distribuir las luminarias, hay que tener en cuenta el tipo de estancia y la actividad que se llevará a cabo en ella.

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Iluminación general o de ambiente. La habitación está iluminada en todo su volumen, con la luz necesaria para desplazarse y realizar tareas. Puede conseguirse con apliques, luces del techo o halógenos, pero ha de ser uniforme y sin sombras.

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Iluminación puntual. Se limita a un lugar específico donde se realizan tareas que requieren mejores condiciones de visibilidad, como la mesa del comedor o del despacho.

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Iluminación funcional. Se adapta a las diferentes actividades y estancias de la casa, ya sea la cocina, el baño u otra. También se usa en pasillos y escaleras. Es un tipo de luz con un papel funcional de comodidad y seguridad.

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Iluminación decorativa o de destaque. Permite poner de relieve un cuadro o destacar cualquier otro objeto dentro de una habitación.

Una bombilla para cada necesidad

Una vez decidido el modo en que se iluminará una estancia, hay que elegir el tipo de bombilla o foco adecuado. Esta elección se debe realizar de acuerdo a las características del ambiente y el consumo eléctrico de la iluminaria.

* Incandescentes. Son las más comunes y antiguas. Aunque son más baratas en el momento de la compra, su duración y eficiencia -sólo convierten en luz visible un 15% de la energía consumida- hacen que sean la opción menos económica.

* Halógenas. Dan más luz, más blanca y de mayor concentración que las incandescentes. Los niveles de consumo son muy similares al de éstas, pero las lámparas halógenas llegan a durar hasta dos y tres veces más. Emiten una luz constante que se puede regular con facilidad, más clara que las fluorescentes o las bombillas tradicionales. Como elemento decorativo tiene muchas posibilidades, en especial, para crear ambientes cálidos y de luz tenue. Su gran inconveniente es la elevada temperatura que alcanzan, lo que obliga a tomar precauciones para evitar quemaduras si se manipulan encendidas.

* Lámparas de bajo consumo. Son las bombillas que más duran -hasta ocho veces más que una incandescente- y menos consumen. Están indicadas para necesidades de iluminación prolongadas.

* Fluorescentes. Su calidad de luz es buena y son económicas. Duran diez veces más y consumen un 80% menos de energía que las lámparas incandescentes. Resultan rentables en los espacios donde la luz permanecerá encendida durante varias horas como alumbrado general de áreas más bien amplias. Son las más empleadas en las cocinas.

* Dicroicas. Destacan por su brillantez lumínica, que no decae como en el caso de las bombillas de bajo consumo o en las tradicionales. Están indicadas para iluminación de acentuación y decorativa.


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