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  Por el libro

28 de febrero de 2010

La Opinion

Cuando nuestra familia contrató un nuevo plan de telefonía celular, nuestro hijo de 17 años tenía una prioridad: tener un teléfono inteligente con acceso a internet.

Como mi esposo y yo somos un par de vetustos, de inmediato le dijimos que no.

"¡Es demasiado dinero!", dije. ¿Para qué necesita un adolescente un teléfono inteligente después de todo? "¡Debes volver a jugar a la pelota en la calle, como lo hacías cuando tenías 9 años!".

Pero como cualquier adolescente que se propone algo, con el tiempo nos fue convenciendo. Nos ofreció pagar —por adelantado— el acceso a internet durante el año con el dinero que había obtenido de su trabajo después del horario escolar. Nos explicó que, entre otras cosas, usaría el teléfono para hacer tareas de la escuela.

¿Tareas de la escuela? ¿En un teléfono? Nos reímos mucho con esa ocurrencia. Hasta la noche en que estaba haciendo un trabajo de historia y necesitaba saber el año en que ocurrió la crisis de los misiles en Cuba. Le dije que pensaba que era 1962, pero que era mejor que lo investigara para mayor seguridad.

Para "investigar" en un teléfono inteligente lo hizo de esta manera: puso el teléfono frente a su rostro, dijo "1962" en voz fuerte y en la pantalla apareció una lista de acontecimientos importantes ocurridos en 1962, incluyendo la crisis de los misiles de Cuba, gracias a la búsqueda con sistema de activación de voz de Google.

Mi reacción fue parecida a la que imagino tuvo Alexander Graham Bell cuando pudo realizar la primera llamada telefónica.

Después comencé a observar que cuando no estábamos en casa, mi hijo usaba el teléfono no solo para conectarse con sus amigos, sino que también contestaba mensajes de correo electrónico de los profesores, se comunicaba con otros compañeros sobre proyectos en grupo y actividades después del horario escolar, y como está cursando el último año de la preparatoria, incluso respondió mensajes de universidades que le pedían resultados de pruebas que faltaban y otros tipos de información.

Y si bien me cuesta un poco admitirlo, gradualmente comencé a depender de él cuando hacíamos alguna salida y también para mantenerme conectada. Una noche nos dirigíamos a un sitio de observación de astros cuando de repente todo quedó cubierto por la niebla. No tenía el número del lugar al que íbamos, pero mi hijo lo encontró en internet y llamó para confirmar que el evento no se había cancelado debido a las condiciones climáticas.

También usa el teléfono para obtener indicaciones y consejos, traducir palabras extranjeras y periódicamente nos hace un resumen de las noticias más recientes. Durante un paseo familiar que realizamos la semana pasada con motivo de las vacaciones escolares, mi hijo fue el encargado oficial de tenernos al tanto de los titulares de noticias, consultando su teléfono cada pocos minutos y comunicando las noticias a todo el que se encontraba a su alrededor.

"Arrestaron a la segunda autoridad máxima del Talibán. Un avión se estrelló contra un edificio en Austin. Tiger ofreció disculpas".

Algunos adultos pueden cuestionar la necesidad de que los adolescentes tengan un teléfono inteligente, o incluso ir más lejos y preguntarse si es necesario que los menores tengan cualquier teléfono celular. Pero Amanda Lenhart, especialista principal de investigaciones del Proyecto sobre Internet y vida en EEUU del Pew Research Center, dice que 73% de los jóvenes entre 12 y 17 años tienen teléfono celular. En el caso de los jóvenes mayores de 15 años, el 80% o más tiene celular.

Por supuesto, el acceso a internet a través del teléfono no está tan generalizado —todavía—. De los adolescentes que tienen teléfono celular, 27% lo usan para conectarse a internet, dice Lenhart. Si bien esa cifra es más baja que los que usan una computadora para conectarse a internet, es bastante cercana al porcentaje de jóvenes mayores de 18 años que se conectan a internet a través de sus teléfonos celulares —35%—.

Lehnart señaló que la información obtenida de los grupos de opinión de adolescentes indica que muchos jóvenes no se conectan a internet a través del teléfono "porque cuesta mucho dinero". No pueden costearlo o sus familias no pueden pagarlo, por lo tanto es algo que evitan hacer deliberadamente. (y aunque haya cedido al pedido de mi hijo, todavía felicito a los padres que siguen diciéndoles que no).

La investigación del centro Pew, también basada en una encuesta telefónica de 800 adolescentes y 800 de sus padres o tutores legales, señaló que 66% de los adolescentes envía mensajes de texto.

Esa cifra no resulta sorprendente para nadie que pase tiempo con los adolescentes. En las vacaciones que tuvimos recientemente, mi hijo envió mensajes de texto y actualizó su estado en Facebook desde todo tipo de lugares como la playa, una senda para excursionismo, el automóvil, restaurantes y tiendas.

Debo reconocer, que de alguna forma, lo agradecí. Fue mejor que enviara mensajes a sus amigos para mantenerse en contacto que escuchar sus quejas por encontrarse lejos de sus amigos, atrapado en un hotel con sus padres.

Además, el tener un acceso fácil a Facebook me dio un beneficio adicional muy importante: me actualizó mi propio estado en Facebook también.


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