28 de noviembre de 2009
Primera Hora
Si la recesión económica continúa en Puerto Rico, donde miles de personas en los sectores público y privado han perdido sus empleos y el poder adquisitivo ha disminuido, ¿por qué hubo tanta gente en la venta del viernes negro? y ¿por qué hubo empujones, cristales rotos y malos ratos con el único fin de adquirir un producto inanimado? Esa conducta puede ser definida como la "locura colectiva" de una isla que se ha transformado en un "gran centro comercial", según el sociólogo Manuel Torres Márquez, o un país donde las megatiendas y megacentros comerciales se han deformado en los "Sodoma y Gomora del consumismo", de acuerdo con su homólogo José Rodríguez. Uno de los catalíticos para este comportamiento es la oportunidad de ahorros en medio de la recesión económica. "Como estamos en una situación donde lo económico es tan limitante [...], las personas están tratando de hacer cualquier cosa por estirar el dólar, y si eso implica que te tengo que empujar para lograr mis metas, te echo a un lado". Para ello, algunos se armaron del bono de Navidad que adelantó el Gobierno y el incentivo económico del presidente estadounidense Barack Obama, menciona el economista José Alameda. Salen a comprar, entonces, los de capacidad de crédito e ingresos, añade. Un factor psicológico, además, también empuja a la gente a jugárselas por comprar. "Yo voy a comprar también porque el hijo mío se puede quedar atrás... Querer mantenerme al nivel del vecino", comenta Alameda. A eso le añade la "impresión" que el Gobierno le ha querido dar a la economía al señalar que ésta se recupera, lo que no es cierto. "La economía está estancada, con una incertidumbre brutal por los despidos", expuso. De otra parte, el comportamiento de los consumidores del viernes negro se puede explicar porque la crisis económica no afecta por igual a toda la población. "Los economistas perdemos la perspectiva de que aunque estamos en recesión, y ésa afecta en general a todos, no impacta de igual manera", explica el economista Luis Benítez. Es la clase media –así como la media alta y baja– la que más sufre la recesión, al compararla con la clase rica, que no sufre tanto porque tiene riquezas acumuladas, y la pobre o dependiente del Gobierno, que tampoco sufre tanto porque recibe ayudas gubernamentales como subsidios y cupones, al tiempo que le llegan ingresos de la economía subterránea, explicó Benítez. "Es como si fueran dos países", opinó.