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  Por el libro

23 de septiembre de 2009

El Nuevo Herald

Son las 6 de la tarde, y usted todavía tiene que responder un montón de e-mails. Usted acaba por comprarse una bolsa de papitas en la máquina vendedora de la oficina y se dispone a trabajar una o dos horas más --otra vez.

¿Le extraña a alguien que la mitad de los empleados de EEUU no hayan hecho ejercicio durante los últimos 30 días, y que los niveles de obesidad estén en aumento?

En medio del debate más vigoroso en 15 años sobre el sistema de salud, el vínculo entre nuestra vida laboral y nuestro peso se está intensificando. Dos tercios de la fuerza laboral de EEUU están pasados de peso.

La crisis ha exacerbado la epidemia de la obesidad: los trabajadores están trabajando más horas, por miedo de perder sus empleos. Al tener menos tiempo para el ejercicio, más de un tercio de los empleados reportan que el trabajo les absorbe toda su energía, dejándolos sin ninguna para su vida personal.

A la vez, los recortes de sueldo y el alza de los alimentos, en particular el de los alimentos más nutritivos, está convirtiendo la comida rápida y las máquinas vendedoras en opciones más convenientes y baratas durante la hora de almuerzo.

"Hay una relación estrecha entre nuestra salud y el tipo de ambiente en que trabajamos', afirma Ellen Galinsky, presidenta del Instituto de la Familia y el Trabajo, que publicó el martes un informe sobre el estado de salud de la fuerza laboral de EEUU.

La cuestión es conseguir que esto se convierta en una preocupación para los patrones, en especial debido a que muchas empresas están luchando por la supervivencia.

En su mayor parte, los patrones se han dado cuenta de que la salud y el bienestar les afecta financieramente en cuanto a la pérdida de productividad y el aumento de sus primas de seguros. La obesidad está asociada con un aumento del 36 por ciento en gastos en los servicios de salud. Al reconocer esto, alrededor del 40 por ciento de las compañías estadounidenses han implementado programas de reducción de obesidad. No obstante, más a menudo tanto patrones como aseguradoras se niegan a pagar por cirugía bariátrica para la obesidad, la cual cuesta por lo general entre $25,000 y $40,000.

A pesar de que más compañías ofrecen programas de bienestar, algo no está funcionando bien. El informe del Instituto de la Familia y el Trabajo muestra un declive significativo en el número de empleados que afirman que su estado general de salud es excelente. En una teleconferencia celebrada esta semana, Cali Yost, autora del blog Work/Life Fit preguntó: ‘‘¿Cómo separamos el bienestar o lo redefinimos aparte de tener un gimnasio en el centro de trabajo?"

Una patrona considera que lo que hace falta es pensar con audacia. Cuando Alison Austin se acercaba a los 50 años, decidió hacer la guerra a su propio sobrepeso por medio de impulsar a sus empleados a asumir un estilo de vida saludable.

Austin, directora ejecutiva del Centro Belafonte TACOLCY, una agencia de servicios sociales con 40 años de fundada en Liberty City, afirma que comenzó con una reunión de trabajo obligatoria y trayendo a un nutricionista. Luego prohibió traer doughnuts y sodas a la oficina, y reemplazó la cafetera por tés medicinales. "Cada uno de nosotros se convirtió en la conciencia del otro', dijo de sus 21 empleados.

Austin consiguió emplear dinero de subsidio en un entrenador personal, que animó a los empleados a que caminaran por el parque vecino durante su hora de almuerzo. "La persistencia comenzó a tener lugar', explica Austin. Tres años después, toda la cultura de trabajo del lugar ha cambiado, dice. "Yo creo firmemente que los patrones tienen una oportunidad inmensa, si no una responsabilidad, de influir en eso'.

Si se le pregunta a un empleado o empleada por qué no ha hecho ejercicio, y su respuesta es casi automática: no tengo tiempo. Esa es la razón por la cual cada vez más estadounidenses recurren desesperados a las pastillas dietéticas. Esa es asimismo la explicación que daba el abogado de Fort Lauderdale Gregory Ward por ser obeso hasta que su hermana murió tres años atrás. Ward, ahora instructor de educación física por la noche, dice que es difícil conseguir que los patrones se interesen y que comprendan que los empleados necesitan hacer del ejercicio un hábito. "Como una persona que antes era obesa, pienso que algunos patrones no entienden lo difícil que es'.

Por suerte, existen algunos patrones que hacen todo lo posible por crear una cultura que desanima la obesidad. "No se puede pensar en eso como una responsabilidad, hay que hacerlo porque los resultados son mucho mejores que no hacer nada', dice Dianna Sheppard, directora ejecutiva de Advantec, empresa nacional de subcontratación de recursos humanos.

Sheppard se inspiró a hacer cambios cuando vio la abundancia de comida rápida que había en su sala de almuerzo. Ella eliminó las máquinas vendedoras y llenó los estantes de la sala de almuerzo de frutas y nueces. Ella trajo al club Weight Watchers y ofreció clases de ejercicios de Zumba en la oficina dos noches a la semana, ambos programas de bajo costo. Ella afirma que los frasocs de golosinas están desapareciendo, y que la nueva merienda de por las tardes son los batidos smoothies.

Sheppard está convencida de hacer su parte en la lucha contra la epidemia de obesidad: ‘‘Esta se perpetúa a sí misma, no sólo en empleados, sino en sus cónyuges e hijos'.


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