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  Por el libro

14 de agosto de 2009

Mercado.com

Ahora la periodista da esos detalles en "Too good to be true", libro publicado esta semana. En un adelanto, se explica el papel clave desempeñado por la oficina de Madoff en Londres y se pregunta por qué JPMorgan Chase o Bank of New York tardaron tanto en notar que eran vehículos involuntarios de fraudes en cadena.

En rigor, Londres empezó como algo legal, aunque amparado en la excesiva tolerancia de esa plaza, para tornarse con los años en el punto donde los miembros de la familia ocultaban o lavaban sus fortunas personales. En 2008, una sola de las cuentas acumulaba unos US$ 230 millones. La cubierta se llamaba Madoff Securities International (MSI) y había abierto en 1983. Los propietarios eran Bernard M., su esposa Ruth, sus hijos y un amigo de la casa, el contador Paul Königsberg.

La tecnología comenzó pronto a ayudar, en forma de las computadoras más avanzadas fuera de Estados Unidos. Esto le permitía a Londres operar cuando Estados Unidos no lo hacía. Hasta 1989, en realidad, el mercado norteamericano no funcionaba fuera de hora, lo qué sí hacía el británico.

Londres se transformó en banca familiar. Dado que también era extraterritorial, Madoff podía girar cientos de millones para cubrir transacciones falsas, generalmente no muy voluminosas. Los esquemas Ponzi requieren movimientos que no despierten sospechas, condición asimismo para lavar dinero.

Amén de parientes consanguíneos y políticos (sus cuñados, por ejemplo), estaba Königsberg. Llegó a ser el máximo recaudador de los Madoff, mediante el fondo de cobertura (derivados) establecido en Nueva York en 1998. Un inversor, Steven Leber, radicó una demanda por cuatro millones en Florida contra el estudio contable Königsberg Wolf & Co. Leber sostiene que su titular ofrecía actuar como acceso a Madoff y para ello le pidió aquella suma y un contrato con KW&Co.

Este tipo de maniobras era una forma de remunerar a K. por sus servicios sin que el dinero fuera detectable por las autoridades reguladoras. A través de la dupla MSI-KW&co., se recompensaba generosamente a cualquiera y no quedaban rastros. En 1999, por ejemplo, los directores de Londres percibieron emolumentos por unos US$ 800.000, aunque el negocio había declarado utilidades por apenas 130 millones.

Después del arresto, Madoff sostuvo que su firma de valores legal estaba completamente separada de las sociedades ilícitas. No obstante, ya desde 2001, los fondos iban y venían entre ambos dominios. Esto se mantuvo hasta la caída del estafador. El dinero se transfería regularmente vía JPMorgan Chase y Bank of New York, que no parecían notar nada raro. Madoff personalmente giró y contragiró unos US$ 5.000 millones entre 2001 y 2008. Así muestran documentos de su propio fideicomisario, Irving Picard.

Empleados y operadores de MSI en Londres no cuestionaban esos giros ni otras transacciones. Al fin y al cabo, BM era el patrón y se trataba de su dinero. Algunos de ellos –afirmaron- ni siquiera sospechaban que el magnate usaba su reducto británico como central lavadora. Al igual que Carlo Ponzi en los años 20, Madoff se ocupaba directamente de los negocios y, tal vez por ello, gran parte de aquellos US$ 65.000 millones no aparecen.


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