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  Por el libro

13 de julio de 2009

La Opinion

PARíS, Francia.— ¿En una recesión, quien va a comprar prendas de vestir que a veces cuestan más que un automóvil? Tal es el dilema que enfrentan las casas de alta costura, especializadas en producir colecciones de prendas suntuosas, hechas a la medida del cliente, que venden a los más ricos de los ricos por precios astronómicos.

En los buenos tiempos, las casas de alta costura organizan costosos desfiles que consideran una inversión para promover colecciones de ropa, perfumes, cosméticos y accesorios más al alcance del público en general.

Pero el mundo de la moda también ha sido golpeado por la crisis económica mundial y el futuro de colecciones de prendas que cuestan cerca de 30,000 dólares, si no más, luce bastante incierto.

En mayo, el diseñador Christian Lacroix se declaró en bancarrota porque no está en condiciones de pagar sus deudas y quedó latente la posibilidad de que desaparezca una marca que es casi sinónimo de alta costura.

Con frecuencia el término "alta costura" se usa con bastante ligereza, pero en Francia constituye una guía formal que define una categoría de prendas, fija el número mínimo de diseños originales y la cantidad de costureros especializados que debe emplear un diseñador para merecer ese título.

En la actualidad hay apenas 11 miembros plenos de la Cámara Sindical de la Alta Costura. Incluidos diseñadores invitados, hay unas dos docenas de desfiles programados en la semana oficial de la moda de alta costura en París.

Ralph Rucci, un diseñador estadounidense que fue invitado a la semana de la moda a principios de la década en curso, volvió a las pasarelas de Nueva York, más que nada por razones económicas. Rucci considera que él todavía puede sobrevivir en la alta costura y que Lacroix no supo lograr el equilibrio justo entre las colecciones caras y las de venta masiva.

"Nunca pudo ampliar las colecciones para el público en general", manifestó.

Los tribunales le dieron a Lacroix seis meses para tratar de salvar su empresa, la cual nunca dio ganancias en sus 22 años de existencia. El diseñador redujo los costos de su desfile e hizo muchas menos invitaciones que las de costumbre.

"Para nosotros, la crisis es como un terremoto. Algunas casas de diseño van a desaparecer", expresó el diseñador Stephane Rolland. "Sería muy triste si uno de ellos es Lacroix, porque lo que hace él es arte puro. No concibo que lo dejen caer".

No sería la primera vez que van a la quiebra casas de alta costura. Esa fue la suerte que corrieron después de la Segunda Guerra Mundial la extravagante diseñadora italiana Elsa Schiapparelli, quien hizo escuela en las décadas de 1920 y 1930, y la legendaria francesa Madeleine Vionnet.

Balmain, una de las grandes figuras de la alta costura en la posguerra, pasó por una gran crisis y se vio obligado a dejar de producir prendas caras y a concentrarse en la línea de venta masiva.

Y diseñadores como Nina Ricci y Emanuel Ungaro siguen tratando de afianzarse tras dejar de lado las colecciones de alta costura. Para diseñadores como ellos, abandonar las colecciones de alta costura es como perder su razón de ser.

La alta costura es el medio que permite a los diseñadores expresar su creatividad, usando las mejores telas y las técnicas más sofisticadas, sin importar el precio. Los estilos que lanzan en esas colecciones son apropiados por las colecciones de venta masiva, aunque simplificados.

Estos son los tiempos más turbulentos que ha enfrentado el mundo de la alta costura, según observadores.

"Desde hace tiempo que se viene diciendo que la alta costura está condenada a desaparecer, pese a ocasionales períodos de esplendor", declaró la jefa de redacción de la revista Town & Country, Pamela Fiori.

Fiori dijo que la base de clientes de prendas de alta costura se achica permanentemente. Casas que producían prendas para la aristocracia europea y estadounidense se enfocan ahora en clientes de Rusia y el Medio Oriente.

Rucci dice que no hay que confundir a la clientela de prendas de alta costura con gente que quiere mostrarse con ropa cara. "Son gente que usa estas prendas de entrecasa y en restaurantes. Me encanta cuando vienen y preguntan ‘¿si me llevo este abrigo, puedo convertirlo en un pantalón?", comentó la diseñadora.

"La realidad, no obstante, es que las mujeres, incluidas las ricas, no están gastando cantidades extravagantes en ropa", acotó Fiori. "No me refiero a prendas de 10,000 dólares, que ya son caras de por sí, sino a atuendos de 40,000 o 50,000 dólares".

Otro factor que conspira contra las casas de alta costura es que cada vez cuesta más encontrar costureros de calidad, dispuestos a trabajar en ateliers atestados. Una sola prenda de alta costura puede requerir 500 horas de trabajo. Es trabajo duro y la paga no es buena.

Para muchos, ese es el peligro real, más que la crisis económica.


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