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  Por el libro

21 de abril de 2006

os ritmos biológicos, conocidos popularmente como biorritmos, han dejado de ser un factor arbitrario y de escaso valor informativo para ocupar un lugar destacado en la prescripción de fármacos o incluso en la indicación de pruebas analíticas y tratamientos. Nuevos conocimientos en cronoterapia y cronobiología avalan su valor creciente. No en vano, como ha podido comprobarse, la eficacia de un fármaco puede mejorar cuando se administra en el momento preciso del día.

En los últimos dos siglos, los biólogos han identificado la existencia de biorritmos en plantas, insectos, aves o mamíferos, hasta universalizar la adecuación de todo organismo vivo, desde las bacterias a los seres humanos, a unos determinados ciclos cronobiológicos. Si bien los homeópatas llevan ya tiempo reivindicando el papel de la homeóstasis en la salud, la medicina occidental siempre ha interpretado a los sistemas, aparatos y órganos del cuerpo humano en virtud de leyes físicas en las que el tiempo no tiene cabida: No pesan los años, sino los quilos; las arterias no envejecen, sino que se deterioran.

Sin embargo, las investigaciones parecen estar dando la vuelta a este guante y evidenciando que el paso de horas, días o años es mucho más que una convención. Sensores neurohormonales determinan la existencia de un auténtico reloj biológico en el interior del cuerpo humano. Las variaciones de la presión sanguínea, la liberación de hormonas u otros factores, la temperatura corporal o la tolerancia al dolor físico dibujan valores pico y valle que se ajustan con inusitada precisión a ciclos temporales o a momentos concretos del día. No sin asombro, los médicos descubren ahora que aplicar un tratamiento en determinados momentos es mucho más seguro y eficaz que en otros. Todo a su tiempo.

El organismo humano está regido por ciclos temporales que duran desde unos pocos milisegundos hasta varios meses
El primero en observar la importancia de este fenómeno natural fue el astrónomo francés Jean-Jacques d'Ortous de Mairan en pleno siglo XVIII. Tratando de desentrañar las leyes físicas de la rotación lunar observó casualmente que los heliotropos del jardín de su observatorio se abrían durante el día y se cerraban por la noche. Aunque no le faltó tiempo para averiguar por qué, puesto que vivió hasta los 93 años, algo insólito por aquel entonces, se limitó a intuir la existencia de un reloj biológico en el interior de los seres vivos. Su intuición sería poco después confirmada por toda clase de científicos y para toda forma de ser vivo.

A todo ritmo
El organismo se rige, pues, por pautas rítmicas. Las más estudiadas han sido las que definen los ritmos circadianos, que siguen un patrón repetitivo a lo largo de 24 horas. Pero hay otras que siguen patrones más duraderos, los llamados ritmos ultradianos que, como en el caso de la menstruación o el embarazo, se amplían a días y meses. Hay también ritmos infradianos, como los milisegundos que requiere una neurona para transmitir una señal, y otros ritmos estacionales, como las depresiones que acechan en determinadas estaciones del ciclo solar.

Del ritmo circadiano se sabe que separa dos tiempos de sueño y vigilia, normalmente en horas de noche y día. Los sensores corporales llegan al extremo de condicionar determinadas actividades al influjo de las horas de luz, y otras a los periodos de oscuridad. Se sabe que trabajar de forma en que no se respeten tales ciclos orgánicos puede dar pie a un mayor número de accidentes laborales, estrés u otros problemas de salud.

Se sabe, además, que los relojes biológicos no son reprogramables, y que el empleo de estimulantes puede engañar a la somnolencia pero no a la salud. Además, se ha comprobado que los trabajadores que cambian a un horario diurno tardan mucho menos en adaptarse al nuevo trabajo de día que el tiempo requerido para habituarse a un turno de noche.

Uno de los ritmos circadianos que más curiosidad despierta ahora en los estudios es el de la temperatura corporal. Sin que la salud esté siendo perjudicada por una infección u otro trastorno de distinta naturaleza, el organismo humano experimenta variaciones de temperatura como consecuencia de las comidas o el sueño. Se piensa que, junto a la temperatura, otro sensor cronobiológico importante es la melatonina, una hormona segregada por la glándula pineal, cercana a los ojos, que varía su concentración sanguínea en función de la luminosidad ambiental.

Un experimento llevado a cabo con 25 trabajadores voluntarios que volaron de Nueva Zelanda a Londres permitió averiguar que si se administran dosis de melatonina en condiciones cronobiológicas contranaturales se suavizan espectacularmente los síntomas adjudicados al jet-lag: somnolencia diurna, desorientación, falta de concentración y de reflejos, indigestión e irritabilidad. Queda todavía por concretar el momento óptimo para ingerir la melatonina exógena (en pastillas): antes, durante o después del viaje. El papel de la melatonina está siendo también investigado frente a la adaptación a horarios nocturnos y en pacientes que sufren depresiones estacionales.

Un tratamiento llamado cronoterapia
Si el organismo adapta sus constantes vitales a las distintas horas del día, el efecto de los tratamientos administrados sobre esas constantes va a verse, sin duda, afectado. Esta conclusión está llevando a que médicos y cirujanos sean cada vez más partidarios de estudiar el horario de mayor eficacia para las medidas contempladas. Lo llaman ?cronoterapia?, y consiste en adaptar los efectos de dichos tratamientos a las variaciones circadianas.

Se ha comprobado, por ejemplo, que anticoagular con heparina durante la noche es más eficaz que durante el día, debiendo adaptar, en consecuencia, las dosis de pauta. Así mismo, una tableta de ácido acetilsalicílico permanece más tiempo en el cuerpo si se toma hacia las siete de la mañana que si se ingiere por la tarde.

Las enfermedades son sensibles a los biorritmos; de ahí que se intente adaptar cada tratamiento al mejor horario
Las enfermedades también son sensibles a los biorritmos. Los ataques de asma son siempre más insidiosos de madrugada, y los ritmos circadianos condicionan el empleo de nuevos broncodilatadores para facilitar la respiración óptima del enfermo. Algunos expertos han observado que administrar una sola dosis de estos fármacos antes de acostarse es más efectivo que en varias aplicaciones diurnas. De este modo, se disminuye también de forma ostensible el riesgo de efectos secundarios.

La cronoterapia también se abre paso en la medicina oncológica. Se piensa que la división celular que da pie a la formación de tumores sigue un ritmo circadiano y no sucede igual en cualquier hora del día. Por otro lado, el empleo indiscriminado de quimioterapia paga siempre el precio de un daño sobre los tejidos sanos. La clave, según los expertos, está en determinar en qué momento del día las células normales son menos sensibles para aplicar la quimioterapia precisamente cuando la división celular es más lenta en ámbitos como los de la médula ósea y el intestino.

Un equipo de investigadores del Hospital Paul Brousse, en Villejuif, al sur de París, reclutó a 186 enfermos con tumor colorrectal avanzado que no habían sido tratados previamente. La mitad de los enfermos recibió una dosis constante de medicamentos utilizados habitualmente en quimioterapia y la otra mitad, cantidades variables de la misma combinación de fármacos según los diferentes ritmos circadianos. Los investigadores comprobaron que el 51% de los pacientes tratados según su reloj biológico respondió favorablemente a la quimioterapia con menos efectos secundarios, comparado con el 29% de los pacientes tratados de manera convencional. Los investigadores resaltaron la importancia de la cronoterapia, ya que los fármacos fueron mucho más efectivos y menos tóxicos cuando se aplicaron según el reloj biológico de los pacientes.

Por otro lado, un seguimiento de 20 años sobre 1.200 mujeres operadas de cáncer de mama sirvió para comprobar que el 73% de las pacientes operadas durante la segunda mitad del ciclo menstrual seguía libre del tumor frente al 63% de las intervenidas sin tener en cuenta este detalle. Según los expertos, la cronobiología es responsable de que durante la segunda parte del ciclo menstrual bajen los niveles de estrógenos y suban los de progesterona, y todo apunta a que esta hormona inhibe ciertos enzimas que favorecen la recidiva tumoral.


LA HIPERTENSIÓN DURMIENTE

El comportamiento de los ritmos circadianos está regulado por genes específicos que se manifiestan en el cerebro
Una de las iniciativas más importantes sobre aplicación de la cronoterapia en la mejora de la salud en España es el proyecto Cronopres, impulsado por la Sociedad Española de Hipertensión-Liga Española para la Lucha contra Hipertensión Arterial (SEH-LELHA), en colaboración con la industria farmacéutica. Antonio Coca, especialista del Hospital Clínico de Barcelona, en calidad de presidente de la SEH-LELHA, reconoce que la presión arterial es más elevada durante el periodo diurno de actividad, mientras que de noche «se reduce en más de un 10%». Coca reivindica la importancia de mantener esa curva fisiológica en los pacientes tratados, por cuanto un perfil nocturno no reductor se asocia a «una peor morbi-mortalidad cardiovascular».

El proyecto Cronopres tiene por instigador principal a un ingeniero gallego: Ramón Hermida, director del laboratorio de Bioingeniería y Cronobiología de la Universidad de Vigo y principal referente en este campo en la bibliografía internacional. Se trata de una iniciativa que abarca a 800 centros de atención primaria españoles que cuentan con técnicas de monitorización ambulatoria de la presión arterial (MAPA) para un registro continuo que identifique el perfil circadiano de los pacientes

Según Hermida, algunos hipertensos no presentan reducción nocturna (patrón no reductor o no dipper), algo que clínicamente se ha asociado a un peor pronóstico y a la aparición de complicaciones cardiovasculares. En su opinión, estos enfermos deben ser catalogados como «pacientes de alto riesgo y tratarse en consecuencia».

Hermida entiende que el proyecto Cronopres debe interpretarse como una llamada de atención a la Administración, de modo que contribuya a «generalizar el registro MAPA en los ambulatorios, identificando los perfiles no reductores de noche en ancianos, diabéticos y enfermos sometidos a tratamientos con múltiples fármacos y con hipertensión arterial refractaria».

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