10 de enero de 2007
Por: Consumer.esLos aparatos electrónicos se hacen más compactos, ganan en potencia y, al mismo tiempo, son cada vez más sensibles a los rayos cósmicos, partículas emitidas hace millones de años por astros lejanos. "Este fenómeno es conocido desde hace tiempo por los especialistas de la aeronáutica y el espacio, pero con la carrera de la miniaturización de los componentes cualquier aparato puede sufrirlo ahora", explica Jean-Luc Autran, científico del laboratorio L2MP de Marsella. "Tome el ordenador portátil, que funciona perfectamente, y haga un vuelo trasatlántico: existe una alta probabilidad de que todo se bloquee durante el viaje y tenga que inicializar el aparato", indica Autran. En condiciones normales, las partículas de viento solar no son bastante energéticas para llegar al nivel del suelo. Pero en el momento de la erupción solar de octubre de 2003, se pudo comprobar que los fallos de memorias de ordenadores se habían multiplicado por 55. Un neutrón que choca contra un componente electrónico le desencadena una carga eléctrica parásita. "Guardar la información requiere cada vez menos energía eléctrica y la vulnerabilidad de los circuitos integrados crece un factor dos en cada generación", explica el científico francés. Cuando se pasa involuntariamente de cero a uno -las únicas posiciones que conoce la informática- las consecuencias pueden ser "catastróficas", pues el error puede afectar a una función vital de un marcapasos, una locomotora de alta velocidad o un freno ABS. Medida costosa
Para evitar la amenaza, los constructores aeroespaciales han "endurecido" su electrónica multiplicando los circuitos redundantes. Una solución costosa que se puede prever para un avión o un satélite, pero no para cientos de millones de teléfonos móviles. Para calibrar el fenómeno, Autran y su equipo han creado la plataforma ASTEP, que ha requerido una inversión de 1.100 millones de euros, con el fin de estudiar las memorias SRAM o inmediatas de los ordenadores. En la meseta alpina de Bure, los expertos tratan de determinar el número de ceros transformados en unos (y viceversa) por los rayos cósmicos. El número de incidentes deberá ser 10 veces mayor que al nivel del mar.