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  Por el libro

17 de marzo de 2007

Por: La Opinion

A tenor de los comentarios de los especialistas en los últimos meses, la crisis del sector de la vivienda no parecía ser tan preocupante como se decía. Confiados por la contundencia de muchos analistas, era lógico pensar que quizás el agua no llegase a desbordar el caudal del río. ¿Pero qué decir ahora cuando la crisis de los préstamos hipotecarios sub prime se ha convertido en noticia de cabecera de medio mundo?
Para empezar, la noticia es responsable de la caída de muchos mercados financieros, ya que estos créditos se empaquetan en títulos que se venden a fondos de pensiones e inversionistas en general, pudiéndose intercambiar como los bonos. De ahí su impacto bursátil.
Las empresas prestamistas atraviesan dificultades. En EU han quebrado más de 30 desde diciembre, y en Inglaterra Barclays Bank ha exigido a New Century Financial (el segundo prestamista de créditos sub prime en EU) la devolución de préstamos por valor de unos 900 millones de dólares.
Los efectos de la crisis se reflejan en la cotización de empresas como Lehman Brothers, propietaria de Southern Pacific Mortage, HSBCL (dueña del mayor prestamista sub prime) o Royal Bank of Scotland.
En definitiva, la política de aparente generosidad crediticia para personas de alto riesgo pasa factura, pero no sólo a las empresas.
Las familias de bajos recursos y las minorías son la clientela favorita de estos préstamos, también conocidos como usureros. Lo son porque a cambio del crédito, los bancos cobran un interés ?que suele ser variable o sujeto a la evolución de la tasa de interés? por encima del estipulado por el mercado para reducir el riesgo implícito. El añadido corresponde al margen de beneficios típico de la industria.
Son créditos de unos 600 dólares mensuales, un pago que crece desproporcionadamente cada vez que sube el interés. Por ejemplo, en lugar de subir entre un 2% y un 2.5%, suben entre el 5% y el 7% de promedio. Es decir, la diferencia de los pagos entre una familia con recursos y otra sin ellos en un préstamo de 300 mil dólares a 30 años ronda el 32% (casi 700 dólares en el ejemplo).
Muchas personas pueden contar lo difícil que es alcanzar el sueño americano y tener casa propia. Son muchas las que dejan de pagar otras deudas para no verse en la calle a sabiendas de que su historial crediticio se verá dañado hasta nueva orden.
Son tantas que, de hecho, según The Mortgage Bank Association, los préstamos sub prime representan el 13% del total, y casi el 5% ya acumula retrasos en los pagos.
Son préstamos legales que en algunos casos ayudan a que familias sin posibilidades accedan a la casa propia, pero cuando las prácticas prestamistas adolecen del rigor que deberían tener a la hora de evaluar el riesgo de los clientes, las consecuencias se pagan.
Se puede hablar todo lo que se quiera sobre la crisis de las compañías prestamistas o de las pérdidas de los accionistas de los grandes bancos, pero ¿qué decir de quienes padecen las consecuencias en carne y hueso?
Tal vez cabría decir eso de que la avaricia rompe el saco, especialmente para las empresas ahora cuestionadas. 


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