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  Por el libro

31 de agosto de 2007

Por: La Opinion


¿Dedica la mayor parte del día a su empleo? ¿Su cónyuge o hijos le han dicho que trabaja mucho? ¿No tiene tiempo para ir al cine ni tampoco para participar de las fiestas familiares porque tiene que trabajar? ¿Pasa las 24 horas del día pensando en los problemas a resolver y las actividades a realizar en su trabajo?


Si sus respuestas han sido afirmativas, usted podría ser uno de esos individuos catalogados como workaholics o adictos al trabajo.


Aunque en el país no existen estadísticas oficiales sobre la cantidad de personas con esta condición, los especialistas en psicología y medicina del trabajo estiman que alrededor del 7% de la población que trabaja es adicta a su labor.


Mónica Núñez, de 31 años de edad y residente de Ontario, California, piensa que podría integrar este grupo.


"Yo no lo siento así… pero mi esposo e hijas me lo han insinuado cuando me dicen que trabajo mucho", comenta la periodista, oriunda de México.


Reconoce que en muchas ocasiones ha cancelado actividades en las que iba a compartir tiempo con su familia por quedarse ante una computadora creando uno de sus artículos.


"Cuando estoy concentrada en uno de mis escritos me olvido de comer, llamar a mi marido y a mis hijas", comenta. "Y, cuando llego a casa, sigo trabajando y a veces me cuesta irme a la cama, conciliar el sueño y dormir de largo, porque estoy pensando en todas las cosas que tengo que hacer".


No es fácil definir a un adicto al trabajo, pero en términos generales, el doctor Edgar Villamarín, psicólogo con práctica en Los Ángeles, explica que es la persona (hombre o mujer) cuya prioridad básica es su actividad laboral e invierte la mayor parte del tiempo trabajando, sin dejar un espacio para sus relaciones afectivas y familiares, reuniones sociales, actividades deportivas o de distracción.


¿Y qué sucede con esta adicción? Nazaré Magaz, psicóloga clínica y con práctica privada en Glendora, California, responde: "Como toda enfermedad de adicción, el adicto trabaja en exceso para tapar, borrar u ocultar otro problema que le está afectando y que le es difícil procesar".


Al ser un problema de dependencia, explica Magaz, la persona necesita aumentar sus dosis (u horas de trabajo diarias) para sentirse estimulada y con mejor ánimo; es decir, el individuo se está automedicando a través de una actividad continua, como lo es el trabajo".


Para tomar nuevamente control de la vida, la especialista asegura que los adictos al trabajo tienen que "buscar ayuda médica para tratarse".


Villamarín informa que la adicción afecta al individuo de varias maneras.


A nivel personal, explica, la gente comenzará a ver a esta persona como una "bestia de carga" que tan sólo trabaja.


Si la persona es casada, el esposo o esposa sentirá que se ha creado un distanciamiento y enfriamiento en la relación. "Incluso, en algunos casos, el problema puede tornar las relaciones sexuales de la pareja un tanto infrecuentes".


No es raro que en muchos casos la pareja del adicto al trabajo busque una relación extramatrimonial o concluya su relación por sentirse sola, aburrida y descuidada.


A nivel de padre, la adicción también afecta, dice el especialista. "Los hijos se sentirán poco queridos ante la carencia del contacto físico".


En el área social, los amigos y familiares comenzarán a prescindir de este individuo porque conocen de antemano su respuesta para cualquier invitación: "No, no puedo, tengo que trabajar".


Villamarín dice que las personas que sufren de adicción al trabajo tienen dificultades para llegar a modificar su patrón de labor excesiva porque, como las otras dependencias, no es consciente del problema.


"El adicto al trabajo piensa que hace lo correcto… el trabajo lo satisface y permite que a su familia nada le falte".


Ante esta situación, la persona sólo se dará cuenta de su padecimiento cuando la adicción le cree problemas graves de salud y afecte su relación amorosa y familiar.


Para aquellos que todavía no han caído en el total abismo de la adicción y desean tomar el balance en su vida, Villamarín recomienda que se hagan esta pregunta: ¿Vivo para trabajar o el trabajo me ayuda a vivir mejor?


La respuesta debe ser honesta; luego hay que ver cuánto tiempo se le dedica a cada segmento de la vida: trabajo, crecimiento personal, esposa (o), hijos, familia, educación, entretenimiento, deportes, vida espiritual, vida social, etc.


"Si un segmento de la vida absorbe la tercera parte de nuestros pensamientos, energía y concentración, estaremos en un completo desbalance y hay que hacer ajustes", concluye el psicólogo.


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