22 de septiembre de 2008
Por: Primera HoraTe bombardean en cualquier centro comercial. Te escriben al correo electrónico, te envían promociones a tu buzón y hasta te llaman sin que les hayas dado el número. Sin darte cuenta y sin leer las letras chiquitas, te amarran a un contrato del que no te puedes soltar.
Pueden ser membresías a gimnasios, teléfonos celulares, servicios de Internet, televisión por cable o antena y hasta asesoría sobre dieta y nutrición. El asunto es que cuando te los quieres quitar de encima, te das cuenta de que casi tienes una perpetua.
Annie Yanes, una lectora que contó sus percances a través de un correo electrónico, dijo que adquirió una membresía en el gimnasio Curves y, después de un año, aún le cobraban la mensualidad. Cuando llamó para reclamarles, le explicaron que el contrato se “autorrenovaba” anualmente a no ser que sometiera una carta con una razón válida para su cancelación.
Yanes encontró una salida fácil a su “perpetua” con la anulación de la tarjeta con que se pagaba automáticamente el gimnasio. A Evelyn Rivera, una socia de Nu-Lady que ya no quiere ni necesita la membresía, no le fue tan bien.
Según explicó, cayó en las “engañosas ofertas” y firmó una membresía de la que sólo utilizó un mes. A raíz de un accidente, recibió instrucciones médicas de no “realizar ningún tipo de ejercicio hasta nuevo aviso”.
Aunque la “socia” entiende que en el sistema del gimnasio se debe reflejar que no lo visita, en su cuenta sí se refleja que le descuentan el pago. Aseguró que le enviaron una compañía de cobro por morosidad y delincuencia en los pagos aun cuando mensualmente le retiran el dinero.
Harta de pagar por un celular roto y que el seguro no cubre, Mary, otra lectora de PRIMERA HORA, escribió que está “loca por cumplir el tiempo que me falta para no volver a atarme a otro contrato más”. Para ella, $300 es exagerado para terminar su relación con Centennial.
Minerva Ortiz tiene un contrato de tres líneas de teléfonos celulares. Ahora quiere quedarse con dos, pero no se lo permitieron. “Me renovaron las dos que quería, pero tengo que seguir pagando la línea adicional hasta noviembre que se vence el contrato”, narró en un correo. A esa molestia se añade que paga $49.95 por un plan que a los clientes nuevos les cuesta $39.95.
La oferta que recibió Frances Márquez a través de una llamada fue suficientemente atractiva como para cambiar su sistema de antenas (DISH) por el de DirecTV. Cuando se sentó a ver los canales que le habían asegurado que tendría, recibió su primera decepción. Pensó que era un error, pero en DirecTV le “aclararon” que su paquete no incluía los canales que le interesaban.
Reclamó y la compañía confirmó que el error fue de la vendedora que le brindó la tarifa, pero lo que le ofrecieron fue acogerse a un paquete más caro. “Ellos, sin avisarme, mandaron mi caso a una agencia de crédito para cobrarme la tarifa de cancelación de contrato de un servicio que nunca tuve”, contó.
Según le dijeron, tienen derecho a cobrarle porque le ofrecieron alternativas dizque razonables.
También relacionado con la televisión, pero no con DirecTV, sino con Liberty Cable, Rosalina Rosado se quejó de que la compañía “continúa el contrato vencido; o sea, que si uno no lo renueva, ellos lo hacen”.
A juicio de Rosa Martínez, deberían haber leyes que protejan al cliente de lo cargos por cancelaciones. “No se deben dejar unos hijos sin comer para quedar bien con una compañía de servicios”, reflexionó a través de un correo electrónico.
Ernesto, otro lector, consideró atropellantes contratos como los de celulares que cada vez requieren mayor tiempo de compromiso y destacó lo difícil que es liberarse de servicios que no son de primera necesidad.