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  Que no te cojan de...

17 de noviembre de 2008

Por: El Pais


Paradoja. Pese a que cientos de personas han perdido millones de pesos en la captadora Drfe, muchos pastusos aún apoyan a Carlos Suárez, su creador. "La ambición mata". Eso le quedó claro a un taxista pastuso que perdió todo por confiar, como miles de sus paisanos, en Carlos Suárez, "el mesías".


Parece un cuento pastuso: Carlos Suárez, el responsable de que cerca de 400.000 millones de pesos invertidos por gente de todo el país en la firma captadora Drfe (Dinero Rápido, Fácil y Efectivo) estén perdidos, es considerado casi un ídolo en las calles. No es broma. Extrañamente en la capital de Nariño, el culpable de que al menos la mitad de esa ciudad esté hundida en la incertidumbre, es tratado como una suerte de mesías. Suena increíble pero es cierto y pocos, muy pocos, blasfeman contra él.


"En Pasto casi nada es como parece y a veces aquí, todo ocurre al contrario", el trabalenguas es de Manuel, uno de los cientos de taxistas que recorren la ciudad intentando reponerse de lo que él llama "castigo divino". Es calvo, delgado, con los dientes y los dedos de las manos manchados por el humo de los cigarrillos que fuma compulsivamente mientras conduce.


Su carro es un Chevette del 87, con la pintura oxidada y las sillas agujereadas. "Es lo único que me quedó. Antes tenía tres, pero los perdí en la pirámide. A la vida no se le pueden buscar atajos o pasa esto: la ambición mata".


Manuel parece el conductor de una carroza mortuoria. Hay toque de queda y ese viernes a las siete de la noche, aquel taxista recorriendo avenidas desoladas resulta ser una metáfora rodante de las irremediables consecuencias del dinero fácil. La historia se ha repetido una y otra vez. Aunque esta vez luzca distinta:


Resultó una verdadera odisea hallar a alguien, una sola persona, que responsabilizara a Carlos Suárez por haberla engañado prometiéndole un paraíso inexistente. Entrevisté a más de treinta fuentes, recorrí el mercado artesanal de Bomboná, el comercio, las afueras de una universidad, pero nada. Pese a que se sabe de decenas de pastusos que han caído en cama enfermos de miedo por la inminente posibilidad de quedar en la calle, nadie se atreve a hablar. Y cuando lo hacen, Suárez termina elevado a la categoría de mártir.


Julia, por ejemplo, es sobrina de un hombre que vendió su tractomula de 400 millones para consignar la plata en Drfe. La semana pasada su tío sufrió un infarto. Pero ella dice que la culpa la tiene el Gobierno por haber intervenido la empresa de captación. "Si no se hubieran inmiscuido, todo estaría bien. Carlos nos estaba ayudando a salir de pobres. ¿Por qué se metieron con él?".


Este viernes, cuatro mil personas se reunieron en la céntrica plaza de Nariño, a un costado de la Gobernación, para protestar por lo que llamaron una persecución injusta. Entre el gentío, pasaba de mano en mano una circular en la que se señalaba al Gobierno como el culpable de haber creado pánico económico. En el mismo papel, destacado en un recuadro, había un mensaje para Suárez: "Carlos, eres un pastuso berraco".


"Lo que pasa es que no les interesa hundirlo porque muchos de ellos le entregaron plata, yo vi los recibos". Periodista de una emisora de pasto. Se especula que Suárez está fuera del país. Según el secretario de Gobierno de Nariño, Fabio Trujillo, hace cuatro días, vía Medellín, salió a Panamá.


¿Quién es ese hombre al que nadie crucifica?


Por estos días, en esa suerte de manto de protección que le han tendido, descubrir detalles de su vida puede ser un ejercicio tan estéril como el realizado por esos científicos que aún intentan descifrar cuál fue el método que utilizaron los egipcios para construir sus pirámides. En uno y otro caso, las especulaciones lo cimientan todo.


Se sabe que vivió su infancia y adolescencia en Villa Flor II y Santa Mónica, dos barrios populares del suroriente de Pasto. Que su familia estaba compuesta por su mamá y tres hermanos que en algún momento fueron vendedores de chance. Y que de esa época hay pocas quejas de los vecinos. Tal parece que de niño, Suárez no quebraba un vidrio.


Una chica rubia y de tacones puntiagudos que lo conoció luego de que regresara de prestar servicio miliar en Bogotá, lo define como un muchacho tranquilo. Varias veces salieron de fiesta y sólo dos detalles le llamaron la atención: era tímido pero muy buen bailarín, y tenía un discurso "raro" y repetitivo sobre la ayuda al prójimo.


José, botones de un hotel que también lo conoció en esos tiempos, no recuerda mayores sobresaltos: "se rebuscaba la vida, vendía obleas, cuidaba un parqueadero en el centro, no estudiaba porque no le alcanzaba".


Luego de cerca de dos años en los que hizo viajes repetitivos, al parecer al Putumayo, Suárez empezó a verse distinto. La última vez que José lo encontró, conducía una camioneta último modelo de vidrios polarizados y cuatro motos lo escoltaban. ¿Qué sucedió? ¿Por qué el vendedor de obleas necesitaba guardaespaldas? ¿Cómo pasó de vigilante de carros a ser el propietario de una 4x4 de ochenta millones de pesos?


Esas incógnitas apenas son la punta de la otra pirámide y nadie las ha resuelto. Ni siquiera la Policía. En el Comando de Pasto se limitan a dar un comunicado donde el dato más relevante es que habría una "presunta familiaridad" entre el hombre de Dfre y el ex congresista Hernando Suárez Burgos.


Pero un periodista de un medio local que pidió la reserva de su nombre, le aseguró a El País que las autoridades sí saben quién es Suárez y cómo amasó su fortuna: "Lo que pasa es que no les interesa hundirlo porque muchos de ellos le entregaron plata, yo vi los recibos. Ellos saben cómo era el movimiento, o sino, ¿cómo se explica que a Pasto entraran helicópteros para sacar el dinero que a Dfre no le aceptaban los bancos?".


En una entrevista que Carlos Suárez le concedió al canal CNC y que ahora es un DVD que se vende en los semáforos, aparece un chico de 28 años que desde una oficina kitsch atiende las preguntas en jeans y tenis. Suárez, de torso ancho y pómulos prominentes, por momentos también se ve como un potro nervioso: esquiva la cámara, se rasca la nariz, hace muecas con la boca.


Dice que el dinero es producto de su agilidad innata para los negocios que hace tres años lo llevó a asociarse con una firma panameña de "volatilidad y riesgo". Luego, dice, invirtió en petróleo, oro, la bolsa de valores y juguetería china. Aunque todo, afirma, se lo debe a las obleas. Según el, gracias a su emprendimiento, llegó a tener una decenas de puntos de venta que en algún momento le dejaron ganancias de $150.000 diarios. Aunque de la multiplicación de las galletas, en Pasto, nadie da razón.


Asegura que su único interés es ayudar a la gente, que espera que su empresa dure 50 años y que se extienda por todo el continente. Pero eso no es lo peor, quiere ser político.


Tal vez ya lo sea un poco: en la última toma se lleva la mano al corazón, mira la lente y le habla a sus inversionistas: "no los dejaré, cumpliré hasta el último momento".


Ojalá en eso, sólo en eso, Dios lo oiga.


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