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  Por el libro

El Nuevo Herald

 

Era la casa perfecta, el lugar soñado que Wendy Senior y su esposo habían estado buscando afanosamente para comenzar una vida con su familia. Pero la alegría dio paso a la frustración y las ilusiones se transformaron en pesadillas.

Senior era la propietaria de una vivienda de aproximadamente $320,000. La vivienda de dos plantas fue construida con paneles de tabla roca defectuosa ( drywall). Su madre, Delores González, también había adquirido una casa similar en el mismo condominio.

Era el año 2006 y nada hacía presagiar el desastre que iban a encarar madre e hija a las pocas semanas de haberse mudado.

“Me siento defraudada, tengo la sensación de que le falté a mis hijos y mi familia”, afirmó Senior, de 39 años. “Todo esto me ha marcado la vida”.

Los paneles fueron importados masivamente de China en el auge de la burbuja inmobiliaria y los esfuerzos de reconstrucción que siguieron a varios huracanes.

En aquellos años el mercado se presentaba saludable debido al alto nivel de la demanda. Los agentes de bienes raíces generalmente estaban de buen humor negociando con éxito contratos de compraventa. Las constructoras trabajaban a un ritmo inusualmente veloz para cumplir con las exigencias del momento.

Fue una apuesta a ciegas, un ambiente demasiado favorable para que alguna compañía o distribuidora de drywall a escala nacional detectase el problema y enviase un aviso urgente para frenar la importación.

La crisis estalló en el 2008 cuando los propietarios comenzaron a quejarse de un mal olor en sus casas y corrosión de tuberías y cables, problemas respiratorios y fallas en los equipos eléctricos, entre otros. La cadena de reclamos y quejas parecía interminable.

En el caso de Senior, la primera llamada de alerta fue un extraño hedor a azufre que, en menos de dos años, hizo inhabitable su vivienda. Senior no relacionó inmediatamente el mal olor con un problema estructural de su flamante hogar, ubicado en el condominio Tuscany, muy cerca del aeropuerto Kendall-Tamiami. De hecho creyó que cualquier inconveniente podía ser resuelto en una vivienda nueva y que la calidad de los materiales utilizados estaba garantizada.

Senior, de origen dominicano y madre de dos hijos, se equivocó. En el 2008 la asociación de su condominio distribuyó decenas de cartas a los propietarios sobre las emisiones del drywall defectuoso. Su casa evidentemente estaba en la lista. Era una de las afectadas.

“Hicieron unas seis pruebas de calidad y cada una arrojó niveles de contaminación muy altos, de 98.2 por ciento. Obviamente mi esposo y yo perdimos mucho. Tuvimos que salir corriendo”, indicó Senior en una entrevista con El Nuevo Herald.

La única solución era desmantelar el interior de la vivienda y reconstruirla, recordó la mujer. Pero muchas compañías de seguro generalmente no cubren esos costos a pesar de que el problema tiene alcances masivos y el impacto podría continuar estando presente durante varias décadas.

Según el grupo de defensa del consumidor Americas Watchdog, con sede en Washington, se importaron suficientes paneles de China para abastecer a unas 100,000 casas en todo el país. Una buena cantidad de los famosos paneles terminaron en la Florida.

La situación ha hecho que los reclamos de las familias afectadas terminen en los tribunales. Cinco años después, sin embargo, la mayoría de los juicios continúan empantanados, aunque hay algunas excepciones a la regla.

Recientemente un fabricante chino, Knauf Plasterboard Tianjin Co., acordó pagar cientos de millones de dólares para resolver reclamos en la corte de miles de dueños de propiedades de la Costa del Golfo y la Florida. Los dueños de las viviendas afectadas argumentaron que el producto corroyó tuberías y cables, y en otras ocasiones destrozó sus casas.

El trato anunciado por el juez de distrito Eldon Fallon le pide a Knauf Plasterboard Tianjin Co. que abra un fondo para pagar la reparación de unas 4,500 propiedades en los estados de Florida, Louisiana, Mississippi y Alabama. Un fondo por separado de $30 millones deberá cubrir otros tipos de pérdidas, tales como demandas por problemas de salud e intoxicación por las emisiones de azufre, informó la Associated Press.

En el caso de Senior y su esposo Lucianil Méndez, el impacto no solo ha sido económico. Seth, el hijo menor de la pareja y de tres años, sufre problemas en la piel debido a las emisiones de los paneles instalados. Mientras tanto González indicó que la pesadilla de las paredes contaminadas acabó con un plan de vida y sigue afectándolos. Su historial de crédito se vino abajo y las deudas fueron acumulándose.

“Difícilmente uno se recupera”, precisó González, quien tuvo que mudarse a otra casa por los malolientes problemas. “Toda una vida de esfuerzo y trabajo se fue a la nada”.


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