23 de enero de 2012
BBC
Lo que le da realismo al juego son las armas, dice Belcher. En una esquina de un campo de aviación en Norfolk -un condado en el este de Inglaterra- un hombre vestido con uniforme de combate le grita a viva voz a un grupo de jóvenes. Los regaña por que se ven desaliñados, por su mala postura y hasta por sonreír. Al terminar su perorata el sargento les guiña un ojo. No se trata de nuevos reclutas del ejército, sino de un grupo de jóvenes que pagó por participar en una actividad en la que todos juegan a ser soldados por un día. Tras la amonestación, el sargento les entrega ropa de camuflaje y les explica su misión. Luego les enseña a usar sus armas. El grupo se divide en dos y se interna en el bosque para dar comienzo al juego. Los jugadores corren y se persiguen entre las casas de una población inflable, con el humo dejado por la explosión de las bombas como telón de fondo. Esta experiencia fue diseñada por el excombatiente Lee Belcher, quien dejó el ejército en diciembre para fundar la compañía Tactics Planning and Training junto a su amigo y colega John Skelton. Belcher y Skelton Lee Belcher (izquierda) y John Skelton dejaron el ejército a fines de 2011 Ambos cumplieron servicio durante 24 años en el cuerpo de Ingenieros Reales y fueron desplegados en Irak, Afganistán, Bosnia y Omán. Ahora, están utilizando su experiencia como militares para organizar juegos en los que los civiles pueden experimentar cómo es un día en el ejército. "Nuestro punto de venta es precisamente el realismo. Todo lo que usan es muy parecido a lo que usan los ejércitos de distintas partes del mundo", dice Belcher. "Sin embargo son las armas las que le dan realismo al juego." Noches en vela "Muchos exmilitares pueden experimentar una sensación de pérdida cuando dejan el ejército" Maggie Heap, psicoterapeuta Belcher y Skelton tienen plena confianza en el proyecto que están llevando a cabo, pero saben también que mantener el ritmo es un desafío. "En el ejército no nos enseñan cómo manejar una empresa o cómo colocarnos en el mercado", explica Belcher. Lidiar con la burocracia del sistema impositivo no les ha resultado fácil, por eso, al igual que muchos otros que han optado por crear sus propias compañías, han debido pasar más de una noche en vela. Belcher y Skelton son tan sólo dos de las 19.000 personas que dejaron las fuerzas armadas en el Reino Unido el año pasado. Para muchos en esta situación, la transición a la vida civil es compleja. "Muchos exmilitares pueden experimentar una sensación de pérdida cuando dejan el ejército", dice la psicoterapeuta Maggie Heap. "Extrañan la camaradería y los lazos que crearon en la línea de frente, eso es algo que no se puede reproducir en el mundo corporativo", añade. "Sé el jefe" Barry O'Connor. Barry O'Connor dejó el ejército para convertirse en entrenador personal. La Royal British Legion, una organización de caridad para aquellos que alguna vez formaron parte de las fuerzas británicas, estableció un fondo especial llamado "Sé el jefe" para ayudar a los militares retirados a iniciar sus propias empresas. Los exmilitares pueden solicitar hasta US$11.500 para crear una empresa y hasta US$46.000 para ampliar una compañía ya existente. El esquema también provee entrenamiento sobre cómo manejar un empresa pequeña. Uno de los que se ha beneficiado de este esquema es Barry O'Connor. Después de 12 años de servicio activo en Afganistán y Sierra Leona dejó el ejército para montar un gimnasio en el oeste de Londres. Al igual que muchos otros colegas, O'Connor quería fundar su propia compañía más que trabajar para otros. "Transpiré sangre, literalmente, para convertirme en entrenador persona. No quería trabajar para alguien que no ha trabajado tan duro como yo o que haya vivido lo que yo viví" Barry O'Connor, exmilitar y entrenador personal "Transpiré sangre, literalmente, para convertirme en entrenador personal", dice. "No quería trabajar para alguien que no ha trabajado tan duro como yo o que haya vivido lo que yo viví", agrega. Su consejo para Belcher y Skelton se centra en la preparación mental que hay que hacer para regresar a la vida civil. En la vida de civil, "las cosas no se resuelven tan rápido. Si alguien te dice que hará algo en una semana, eso quiere decir en dos". Pero también dice que hay que aplicar lo que uno aprendió en el ejército en la nueva vida. "No es tan distinto de Afganistán: tu quieres salir de A para atacar B y te tienden una emboscada en el camino. Es lo mismo en los negocios", dice, "sólo que sin la balas".