10 de enero de 2012
Consumer.es
Síndrome de sensibilidad química: por fin, el consenso Su gran variedad de síntomas y grados de afección, así como las amplias divergencias respecto a su origen, han dificultado durante años su definición como enfermedad. Las diferencias para abordar el tratamiento y el diagnóstico tampoco facilitan una solución rápida al intenso debate. Por este motivo, diversas instituciones relacionadas con la salud en España han publicado recientemente un documento de consenso sobre el síndrome. Joaquín Fernández-Solá, del Hospital Clínic de Barcelona, que ha participado en su elaboración, señala que el texto "supone un paso básico para analizar y reflejar la situación y progresar a partir de aquí". El documento pretende funcionar como pauta común de actuación por parte de los profesionales, con objeto de ofrecer una atención integral y multidisciplinar a los afectados. Además, intenta paliar la falta de evidencias científicas acerca de la SQM y pretende, a su vez, sensibilizar a la sociedad. El texto, "promovido sobre todo por asociaciones de pacientes y que acarrea muchos años de trabajo", según Fernández-Solá, ha sido coordinado por el Observatorio de Salud de las Mujeres de la Agencia de Calidad del Sistema Nacional de Salud. Han participado expertos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria, la Asociación Española de Toxicología y la Agencia de Evaluación de Tecnologías Sanitarias del Instituto de Salud Carlos III y Guía Salud. Pese a la poca evidencia científica disponible, ningún estudio relaciona la sensibilidad química con la longevidad o el desarrollo de cáncer El documento ha establecido la definición del síndrome de sensibilidad química múltiple que lleva consigo, por fin, un perfil característico: "cualquier individuo que, con la exposición a diversos agentes químicos ambientales a bajos niveles, presente síntomas reproducibles y recurrentes que impliquen a varios órganos y sistemas, pudiendo mejorar su estado en el momento en que los supuestos agentes causantes sean eliminados o se evite la exposición a ellos". También se incluyen los criterios diagnósticos, así como recomendaciones para ayudar en el tratamiento, que no es único (dependerá de la causa principal que la provoque) y está focalizado en mejorar los síntomas. Las personas afectadas, a menudo, deben enfrentarse a situaciones en las que sus síntomas se confunden, se diagnostican de forma incorrecta o se les deriva a diferentes especialistas, sin conseguir un tratamiento apropiado. Este retraso en el diagnóstico y tratamientos poco específicos pueden tener consecuencias físicas, psicológicas y sociales para los afectados y sus familiares. Sensibilidad química múltiple versus estilo de vida Según Fernández-Solá, uno de los puntos clave que pueden explicar por qué la SQM no se ha reconocido aún como enfermedad radica en los intereses que hay en este campo. "Sin duda alguna, reconocer el síndrome como enfermedad significaría cambiar un estilo de vida con unos costes que no estamos dispuestos a asumir", reconoce el especialista. Pone un ejemplo tan claro como la contaminación ambiental: "Sabemos que vivimos en unos niveles de contaminación muy por encima de lo tolerable pero, no obstante, no disminuimos la cantidad de coches ni dejamos de consumir y quemar combustible". La revolución tecnológica ha supuesto un nuevo estilo de vida del que ya casi nadie quiere prescindir. Sin embargo, puede estar relacionado con el aumento de la tasa de afectados. Hay un incremento notable de la carga electromagnética, de circuitos eléctricos en los hogares o de líneas eléctricas de alta tensión. Sin embargo, hoy en día, este modo de vivir es muy difícil de cambiar. Eva Caballé, una joven barcelonesa que cursó Ciencias Económicas y Empresariales en la Universidad de Barcelona, desarrolló síndrome de sensibilidad química múltiple en 2005. Desde entonces, trabaja con varias iniciativas para que se reconozca como enfermedad. Una de ellas es el blog que actualiza con artículos divulgativos para ayudar a personas que están en su misma situación y para acercar la enfermedad a la sociedad. También en EROSKI CONSUMER, artículos como Limpiar la casa de forma barata y ecológica o Cuatro consejos para mejorar el aire en casa muestran cómo minimizar riesgos. Según Fernández-Solá, primero, para "sobrevivir en un ambiente tóxico", hay que "saber dónde estamos, identificar qué pasa y analizar nuestra vida personal en busca de posibles fuentes de exposición, tanto laborales como en el hogar o en nuestra vida cotidiana". Se debe hacer porque, si bien hay fuentes que son de fácil detección, otras no lo son: "Podemos tener un insecticida en la habitación que, sin saberlo, está provocando efectos negativos sobre nosotros". Una vez identificados, hay que evitarlos. Recomendaciones para la sensibilidad química múltiple El especialista recomienda a pacientes y personas interesadas que se informen a través de asociaciones de pacientes o profesionales. Una de ellas es la Asociación Estatal de Afectados por los Síndromes de Sensibilidad Química Múltiple, Síndrome de Fatiga Crónica y Fibromialgia y para la defensa de la Salud Ambiental. Aconseja también acudir al médico para un diagnóstico preciso (aunque en ocasiones no es fácil) y, sobre todo, "evitar las exposiciones desencadenantes y reordenar su vida". Insiste en que "es importante no alarmarse, sino adaptarse", ya que no es una enfermedad progresiva, sino persistente: si se elimina el factor desencadenante, desaparecerán los síntomas, pero estos se desarrollarán de nuevo si el paciente vuelve a exponerse a la fuente causante. El especialista lanza un mensaje tranquilizador a los pacientes, puesto que no se ha constatado mediante estudios ninguna relación con "la longevidad o el desarrollo de algún tipo de cáncer". Fernández-Solá hace hincapié en que la enfermedad no se cura y el tratamiento solo está dirigido a paliar los síntomas. SENSIBILIDAD QUíMICA MúLTIPLE Y OTRAS AFECCIONES "El síndrome de sensibilidad química múltiple no suele ir solo", revela Fernández-Solá. Esto significa que un buen diagnóstico de la dolencia debe tener en cuenta la comorbilidad, es decir, otras afecciones que pueden acompañar al síndrome. Un buen ejemplo son todas las personas con SQM que manifiestan, además, dolor generalizado o se cansan. "Estos pacientes pueden desarrollar a largo plazo fibromialgia o síndrome de fatiga crónica, de modo que el profesional debe tener en cuenta todas las posibles señales acompañantes", asevera el especialista.