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  Por el libro

9 de noviembre de 2011

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Tres años después del colapso de los bancos islandeses, la economía de la isla se recupera y se erige como una prueba de que los Gobiernos, en lugar de rescatar a estas entidades, deberían dejarlas quebrar y proteger a los contribuyentes, según algunos analistas.

En octubre de 2008, los tres grandes bancos islandeses fueron barridos por su exposición a la crisis de las hipotecas 'subprime', que días antes se cobró su mayor víctima con el banco estadounidense de inversiones Lehman Brothers.

El Gobierno de Reikiavik los dejó quebrar y pidió un crédito de 2.250 millones de dólares al Fondo Monetario Internacional (FMI).

Al cabo de tres años de duras medidas de austeridad, la economía de la isla, poblada por poco más de 300.000 habitantes, muestra señales de recuperación.

Y ello en medio de una crisis económica que ha puesto a Grecia cerca de la quiebra y generado planes de ajuste muy impopulares en Portugal, Irlanda, Italia y España, para reducir un endeudamiento público inflado en parte por el rescate del sector bancario.

"La lección que se desprende de la manera en que Islandia ha manejado su crisis es que, en la medida de lo posible, es importante proteger a los contribuyentes y las finanzas públicas del coste de una crisis financiera", resume a AFP Jon Bjarki Bentsson, analista en el banco Islandsbanki.

"Nuestra forma de afrontar la crisis no fue una elección, sino que se debió a la incapacidad del gobierno de apoyar en 2008 a unos bancos muy grandes en comparación con la economía. Sin embargo, esto ha resultado relativamente bueno para nosotros", añade.

El sector financiero islandés valía antes de su quiebra 11 veces más que el Producto Interior Bruto (PIB) de la isla.

El economista estadounidense y premio Nobel Paul Krugman coincide con las declaraciones de Bentsson.

"Mientras que los demás rescataron a los banqueros e hicieron a la gente pagar el precio, Islandia dejó que los bancos quebraran, y expandió su red de protección social", escribió recientemente Krugman en un artículo en el New York Times.

"Mientras que los demás se obcecaron en intentar aplacar a los inversores internacionales, Islandia impuso controles temporales a los movimientos de capital, para darse espacio de maniobra", añadió.

Durante una visita a Reikiavik la semana pasada, Krugman recalcó que Islandia debe su recuperación a su moneda nacional, la corona, y advirtió contra la idea de que la adopción del euro protege de los desequilibrios económicos.

"La recuperación económica de Islandia demuestra las ventajas de estar fuera del euro", dijo Krugman, añadiendo que esto debería servir de advertencia a España.

Sin embargo, el ejemplo islandés no puede equipararse con la situación de países como Grecia o Italia.

"La gran diferencia entre Grecia, Italia y demás e Islandia en 2008 es que ésta última sufrió una crisis bancaria causada por el colapso de un sector hipertrofiado, mientras que los anteriores tienen una crisis de deuda soberana que se ha extendido al sector bancario europeo", explica Bentsson.

El ex primer ministro islandés Geir Haarde, en el poder durante la crisis financiera de 2008 y actualmente procesado por su manejo de la crisis, ha insistido en que el Gobierno hizo lo correcto dejando quebrar los bancos y que los acreedores asumieran las pérdidas.

"Salvamos al país de la bancarrota", dijo Haarde, de 68 años, a AFP en una entrevista en julio.

"Es evidente si se compara nuestra situación actual con la de Irlanda, por no hablar de Grecia", dijo, añadiendo que estos dos países de la UE "cometieron errores que nosotros no cometimos". "Nosotros no garantizamos las deudas externas del sistema bancario", añade.

Al igual que Irlanda y Letonia, también rescatadas con ayuda internacional y en recuperación actualmente, Islandia acometió duras medidas de austeridad.

La fórmula islandesa parece estar dando fruto. Tanto es así que su Banco Central aumentó el miércoles su tasa directriz de interés en un cuarto de punto, a 4,75%, siguiendo una tendencia opuesta a la de la mayoría de países desarrollados, que han recortado sus tasas para favorecer el crecimiento y evitar una nueva recesión.

Según el Banco Central islandés, el crecimiento económico en la primera mitad de 2011 fue de 2,5% del PIB, y se espera que en el conjunto del año ascienda a más del 3%.

Manifestación contra la política económica del gobierno islandés, ante el Parlamento, en Reikiavik, el 4 de octubre de 2010. Islandia pareció escoger el camino correcto al dejar quebrar a los bancos, según los analistas.


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