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  Por el libro

The Wall Street Journal

Durante un viaje de negocios a Japón en 2004, el analista tecnológico Michael Gartenberg pudo echarle un fugaz vistazo al Librie de Sony Corp., el primer lector de libros electrónicos con pantalla de tinta digital. Gartenberg quedó convencido de que era el precursor de una nueva ola de productos.

Pero había algunos problemas. El software estaba en japonés, para descargar un libro tenía que conectarse a una computadora y las opciones de títulos era limitada.

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Hoy, el Kindle de Amazon Inc. domina el mercado de lectores electrónicos y pocos se acuerdan del Librie. Sony trata de recuperar el terreno perdido con una nueva versión que se ubicó en un distante tercer lugar en el mercado global.

La historia se ha venido repitiendo en los últimos 20 años para los fabricantes japoneses de electrónicos, que a menudo fueron los primeros en lanzar grandes innovaciones de hardware, desde televisores de pantalla plana hasta sofisticados celulares. Pero en todos los casos, los rivales extranjeros introdujeron mejoras con mayor rapidez, integrando productos con software fácil de usar y servicios en línea, reduciendo los costos con más eficiencia y difundiendo un mensaje de marketing más agudo.

Las firmas japonesas confiaron demasiado en su tecnología y potencia manufacturera, reconoció el presidente de Panasonic, Kazuhiro Tsuga, durante una conferencia de prensa en junio, tras asumir el cargo después de que la compañía anunciara su mayor pérdida anual en sus 94 años de existencia. "Perdimos la perspectiva de los productos desde el punto de vista del consumidor", agregó.

Sony, Panasonic Corp. y Sharp Corp. sufrieron una pérdida combinada de US$20.000 millones en el último año fiscal. Se trata de un giro radical en comparación con los días de gloria de fines de los años 70 y principios de los 80, cuando las empresas japonesas dominaban los electrónicos de consumo. Conforme la economía del país se expandía, los conglomerados de electrónicos eran líderes mundiales con sus chips de memoria, televisores a color y grabadoras de videocassettes, mientras sus laboratorios lanzaban productos que definirían una era: el Walkman, el CD y los reproductores de DVD.

Hoy, las empresas japonesas han pasado a un segundo plano frente a competidores como Amazon, Apple Inc., Google Inc. y la surcoreana Samsung Electronics Co.

El origen de la actual debilidad de Japón se encuentra en su tradicional fortaleza: una fijación con el monozukuri, o el arte de fabricar cosas, priorizando los avances de hardware.

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Bloomberg

Visitantes prueban iPads en una exposición en Japón.

Este concepto, motivo de orgullo nacional, empujó a las empresas japonesas a tratar de fabricar los productos que a menudo eran los más delgados o pequeños, pero que pasaban por alto factores que los usuarios consideran importantes, como el diseño y la facilidad de uso.

En el caso del lector electrónico, Sony priorizó la venta de los aparatos, mientras que Amazon se concentró en vender los libros. El Kindle, por ende, era más compatible con la razón esencial para comprar el aparato: comprar y leer libros.

Por si esto fuera poco, la fortaleza del yen ha complicado la tarea de combinar innovaciones con las reducciones de costo necesarias para apelar al mercado de masas. En el caso de la tecnología de punta, las empresas japonesas a menudo dependen de la producción local para luego exportar los bienes terminados. El alza del yen, que se ubica cerca de máximos históricos, ha reducido el margen de ganancia de los artículos japoneses vendidos en el exterior, un problema que los fabricantes coreanos han logrado eludir gracias a una moneda local, el won, relativamente más débil. Las menores utilidades, a su vez, dificultan la inversión en productos y tecnologías futuras.

En el ejemplo más reciente de cómo el país ha perdido su liderazgo en los electrónicos de consumo, la compañías japonesas se están quedando atrás en la carrera por desarrollar lo que probablemente se convierta en el formato tecnológico dominante para los televisores de la próxima generación: los OLED, o diodos orgánicos de emisión de luz. Las nuevas pantallas son más delgadas y usan menos energía.

Samsung, el mayor fabricante de televisores de Corea del Sur, domina en la actualidad el mercado de las pantallas OLED pequeñas utilizadas en los teléfonos inteligentes y otros aparatos móviles. Ahora, Samsung y la también coreana LG Electronics Co. planean lanzar este año un televisor con una pantalla OLED de 55 pulgadas.

Se trata de un avance importante en comparación con las firmas japonesas—Sony, Panasonic, Sharp y Toshiba Corp.— que han pasado años desarrollando esa tecnología mientras trataban de encontrar la manera de comercializarla. En un intento por reducir la brecha que las separa de las empresas coreanas, Sony y Panasonic, en su día acérrimos rivales, llegaron a un acuerdo sin precedentes en junio para desarrollar en conjunto la tecnología OLED.

El pacto refleja los problemas de Sony, que hace cinco años se convirtió en el primer fabricante en lanzar el primer televisor con tecnología OLED. El modelo de 11 pulgadas con una pantalla ultradelgada era una maravilla de la tecnología. Pero a un precio de US$2.500 la unidad, las ventas nunca despegaron.

Tras años de pasos en falso, Sony finalmente ha decidido que le conviene más dejar que Samsung y otras empresas asuman el liderazgo en el desarrollo de innovaciones. Tras todos sus esfuerzos por ser la primera en entregar tecnologías de punta, Sony se dio cuenta de que sólo estaba creando productos que los competidores podían copiar a un costo más bajo. "El primer corredor tiene el viento en contra; a veces es más fácil correr detrás de él", explica Tadashi Saito, que fue nombrado en abril director de estrategia de Sony.

En estos momentos existe la impresión de que "financieramente, las firmas japonesas no pueden asumir los riesgos", afirma Yuji Fujimori, analista de Barclays, en Tokio.

Pero la estrategia de no asumir riesgos también los acarrea: la posibilidad de caer por una espiral descendente. Las pérdidas pueden desembocar en inversiones más modestas en futuras tecnologías o productos. Rivales con más recursos pueden conseguir una ventaja al introducir o desarrollar nuevas tecnologías que pueden hacer que los electrónicos de Japón sean menos competitivos lo que, a su vez, se traduciría en más pérdidas para los fabricantes japoneses.

El peligro se puede ver claramente en la brecha en el gasto en investigación y desarrollo entre las empresas japonesas y coreanas. Históricamente, Sony y Panasonic gastaban más, pero a partir de 2009, la coreana superó a sus rivales japoneses y la diferencia se ha ido ampliando desde entonces. En 2011, Samsung invirtió en torno a US$8.700 millones en I+D, frente US$5.500 millones de Sony y US$6.600 millones de Panasonic, en sus años fiscales.

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