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  Por el libro

12 de marzo de 2012

El Nuevo Herald

El crucero de una semana del Ruby Princess por el Caribe regresó el domingo por la mañana a Port Everglades, Fort Lauderdale, y según funcionarios de Cruiseline varios pasajeros se enfermaron.

El domingo, la portavoz Karen Candy dijo que no tenía el número exacto de pasajeros que se enfermaron.

Fue algo parecido a lo ocurrido hace una semana, cuando el Ruby Princess atracó con 129 pasajeros enfermos. El barco había zarpado con 3,147 pasajeros.

En lo que va de este año Princess Cruises ha reportado tres brotes de norovirus, la mayor cifra entre todas las grandes líneas de crucero que participan en el Programa de Higiene del Centro de Prevención y Control de Enfermedades (CDC).

Todavía no se ha determinado si el incidente más reciente es del norovirus.

Como el virus se transmite por el contacto con superficies contaminadas o por ingerir alimentos y agua afectados, la tripulación del barco había estado “operando a niveles elevados de higiene”, dijo Candy.

Muchas de las reglas de limpieza se indicaron en un mensaje electrónico enviado a los pasajeros antes que el buque zarpara, dijo el pasajero Frank Babich.

El mensaje expresa que los pasajeros podían sufrir retrasos debido a los esfuerzos de la tripulación para mantener el mayor nivel posible de higiene.

La tripulación desinfectó constantemente las superficies en el barco y las autoridades enfatizaron a los pasajeros que no usan los baños públicos para ayudar a detener la propagación de gérmenes, de acuerdo a los pasajeros.

Una de las zonas a las que más atención se le dedicó fue el buffet, donde se cerró el autoservicio.

Se mantuvo la norma de servicio de restaurante completo durante los primeros días del crucero, y al final se volvió a la normalidad.

La pasajera Carol Pearl llevó artículos de limpieza debido a su preocupación por el norovirus.

“Nunca los abrí”, dijo Pearl, de 63 años y de St. Louis, Missouri. “Creo que ellos [la tripulación] no podrían haber hecho nada más para tenerlo todo bajo control”.

Babich, que vive en el Chicago, dijo que las reglas añadieron cierta confusión.

“No se podía tocar nada. Lo servían todo, desde la comida hasta la salsa”.

Babich, que viajó con su esposa, Judy, que está en una silla de ruedas, lo calificó de “confusión masiva” en las colas del buffet, debido a los estrechos pasillos del barco y al tráfico de personas.

“El montaje del buffet no se acomoda en modo alguno para servir la comida”, dijo Babich, agregando que a los pasajeros no se les permitió en un primer momento tocar ni los saleros, y que posteriormente se les dieron paquetes de sal colocados en las mesas. “Fue una pesadilla”.

La sobrecargada cola del buffet no molestó mucho a Pearl.

“Sí, las colas fueron más lentas, pero agradecí la higiene”, dijo.


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