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  Por el libro
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10 de agosto de 2011

El Nuevo Dia

Milagros Rosado compró un sello de AutoExpreso en marzo y aunque a veces marcaba rojo, sabía que tenía balance. En otros peajes marcaba verde.

Lo siguió usando, y hace una semana le llegaron de golpe 40 multas por un total de más de $4,000.

Hilda Reyes Pérez vio su auto declarado pérdida total en un accidente en marzo, pero tras entregarlo a su compañía de seguros en abril, recibió una multa en julio cuando una minivan se comió un peaje en Hatillo con la tablilla que usaba su fenecido Toyota.

Estas fueron algunas de las quejas inverosímiles que buscaban remediar decenas de clientes de AutoExpreso en sus instalaciones de Guaynabo, a las cuales llegaron ayer muchas más personas que las que parecerían caber en el pequeño local.

La fila de clientes comenzaba en el pasillo del edificio 3 de Metro Office Park, donde está colocada una fila de sillas plásticas para quienes no quepan en las dos filas improvisadas adentro.

Agustín Rivera, por ejemplo, fue por segunda ocasión a eliminar una multa que le llegó a su tablilla que comienza con las letras GTR, pero en la foto de AutoExpreso que acompaña la multa se ve una tablilla que inicia con GYR.

Luis Valentín, quien llegó desde Gurabo, ha pasado dos veces desde que compró el sello y ya debe $200 más un peaje de $0.95 y otro de $0.45.

¿La más frecuente de todas las quejas? Que no contestan la línea telefónica.

"Estoy llamando desde que pasé el peaje de Caguas Sur. Me dejaron en 'hold', llegué hasta aquí 43 minutos después y todavía no me han contestado. A la verdad que es algo increíble", dijo Alvin Luna, militar aiboniteño asignado a Hawai que reclamó que su auto, que no tiene sello y estaba guardado en su casa, aparentemente cruzó el expreso de Buchanan en junio, casi un mes antes de que él llegara a la Isla para pasar sus vacaciones.

Poco después de las 11:30 a.m. sólo dos personas atendían a los más de 50 clientes que reclamaban por multas y que se tienen que registrar ante un oficial de seguridad que maneja los turnos.

La persona a cargo de la oficina, Jennifer Bonano, quien dijo ser empleada de TransCore, atendió a El Nuevo Día, pero se limitó a responder que todas las preguntas debían ser referidas al director ejecutivo auxiliar para Tránsito y Autopistas de la Autoridad de Carreteras, Carlos M. Contreras.

Sólo dijo que en la oficina trabajan 12 personas, las cuales parecieron activarse al enterarse de la presencia de periodistas en la instalación.

Jeanette Ortiz, de Arecibo, tuvo suerte y la atendieron el viernes por teléfono tras más de una hora en espera.

Ayer fue a la oficina a buscar copias de los siete boletos que nunca le llegaron, pero ahora tendrá que esperar una semana para que se los eliminen y le den la carta que le permita comprar el marbete de su automóvil.

"Tienen que hacer más oficinas, esto es horrible. Ya madrugué hoy y ahora tengo que volver para anotarme y hacer la fila otra vez", dijo.

Litzy Cora viajó desde Guayama para disputar un boleto que recibió en su motocicleta pese a que tenía balance, y estuvo por más de dos horas y media esperando a que la atendieran.

"Deben pensar en regiones por lo menos, porque siempre los de la Isla tenemos que venir a resolver acá. Ya hoy yo perdí un día de trabajo por estar aquí", sostuvo Cora.

Afuera, esperando pacientemente, Nilsa Fuentes opinó que "el gobierno falló. Hay mucha falta de información. Debieron haber saturado a Puerto Rico de información meses antes. Hasta ellos mismos están desorientados".