29 de noviembre de 2010
El Diario NY
NUEVA YORK — La pobreza en Nueva York ha ido en aumento en los últimos dos años y los expertos pronostican que seguirá creciendo, afectando especialmente a los hispanos y otros grupos minoritarios. El porcentaje de personas pobres en el Estado mostró un aumento que no se daba desde hace 19 años, el índice de desempleo de 8.4% que se dio en el 2009 no se daba desde la crisis que afectó a Nueva York en 1977. Según un estudio de Community Services Society (CSS) un 36% de los encuestados perteneciente al grupo de bajos ingresos dijo haber perdido su trabajo o haber sufrido una reducción de horas o salario en el 2010, 60% de ellos dijo estar preocupado de no poder pagar las cuentas a fin de mes y de perder su trabajo. 40% dijo sentir que no tienen el control de su situación económica. "Hay una frustración bien grande. La gente está enojada. Hubo una gran esperanza de cambio y no se ha dado. La gente está sufriendo muchísimo", expresó Javier Valdés, co-director de Se Hace Camino Nueva York. Valdés dijo ver cómo los miembros de la organización que dirige se han visto afectados por los aumentos en los alquileres y en los costos de vida, mientras sus ingresos siguen bajando. Muchos no pueden acceder a programas de ayuda y servicios de la Ciudad por ser indocumentados, agregó Valdés, y tienen que hacer malabares para sobrevivir. "Hay miembros empiezan a alquilar cuartos a otros familiares. Se ponen en muchas situaciones de vivienda que no son no buenas, 12 personas en un apartamento… Muchas personas no están llegando al fin de mes. Tenemos miembros que han bajado de peso muchísimo", destacó Valdés. Según un estudio publicado esta semana, uno de ocho hogares del estado de Nueva York fue calificado como "carente de alimentos" y más de la mitad de las despensas y comedores comunitarios no pudieron satisfacer el aumento de demanda por comida, a pesar de que el gobierno aumentó los fondos para programas de cupones. Seis meses sin empleo Miguel Chiacaiza, ecuatoriano de 35 años, vive solo en Nueva York y le envía cerca de $1,500 dólares al mes a su familia en Ecuador. Para vivir, necesita además otros $1,000 para la renta, las cuentas y su comida. Pero Chicaiza lleva seis meses sin empleo. "Cuando hay trabajo, a veces se hace buen dinero, otros meses no. Cuando uno está trabajando no hay problema, se puede mantener. Pero ahora ya se me están acabando los ahorros y no sé qué hacer", comentó Chicaiza. Chicaiza además sufre de problemas al riñón que le obligan a hacerse diálisis. "Es algo muy duro que a veces uno tiene que pensar qué hago ahora, cómo pago y le tiene que pedir uno a alguien para poder pagar, y después se preocupa de pagar a quien le pidió dinero… Hay días que me dan ganas de matarme, me entiende. Es algo bien difícil, es muy dura la vida. Pero doy gracias a Dios que estoy viviendo", concluyó Chicaiza. Ronda la ansiedad Catalina Martínez, de 52 años, vive en Queens con su hijo de 17 años. Comparte el apartamento con otra familia de cinco personas. Martínez tiene otras dos hijas en EE.UU. y un hijo en México. Martínez comenzó trabajando en factorías, hace 19 años cuando llegó a Nueva York. Pero se dio cuenta que el dinero no le alcanzaba y empezó a generar su propio empleo vendiendo joyas, cosméticos y otros de puerta en puerta. "Económicamente, tendrá alrededor de dos años que ha ido yéndome un poquito peor, porque la gente por el escaso trabajo casi no quieren comprar productos que no sean de primera necesidad", comentó Martínez. Solo para pagar la renta, su comida y las cuentas de ella y de su hijo, Martínez debe juntar entre $1,200 y $1,500 al mes, meta que no siempre sabe si va a alcanzar. "Para mí y para mucha gente que yo conozco, nos sentimos con esa ansiedad, esa preocupación, ese estrés que nos enferma", explicó Martínez. "Increíblemente, la mayoría de los seres humanos tenemos que buscar hasta donde no lo hay. En el caso mío me las invento de una y de mil formas", continuó. A veces, dijo, hace dinero extra trabajando haciendo limpieza o cortando el pelo y arreglando las uñas. En México tenía una licencia de peluquera, pero aquí no pudo ejercer por no tener documentos. Como la mayoría de los inmigrantes, a Martínez no le queda nada para ahorrar ni para mandar para su país. Hace cinco años cayó en una depresión porque debía tanto dinero que tuvo que vender un lote de tierra que tenía en México para hacerse una casa, por lo que ahora trata de mantener pocas deudas. Martínez dijo que los únicos lujos que se permite son quedarse a veces con alguna de las mercancías que vende, alguna joya, que le haga sentirse bien. O regalos que recibe de sus hijas que a veces trabajan, como el vestido que viste hoy, que le regaló su hija para su cumpleaños. "Yo trato de sacar la energía de donde no las hay, porque a veces me siento en el piso, pero de ahí me levanto por sobrevivencia, porque yo tengo esa fortaleza, esa fuerza de luchar. Esa es mi condición, no dejarme caer, de no dejarme morir y de salir adelante", comentó Martínez. Martínez sabe que la economía no va a mejorar y que tiene que seguir aguantando. Cree que el Presidente Obama está haciendo un buen trabajo, pero que el cambio no va a hacer de un día para otro, ni de un año para otro. "Las personas que están ahora ganando el poder político están un poquito negativas, un poquito en otra posición… No sé si vayan a trabajar correctamente para que fluya la economía. Se puede decir que no estoy muy segura del trabajo de ellos", agregó Martínez. Para ella, lo más importante ahora es que su hijo termine sus estudios, ya que ella se considera solo un puente para que sus hijos tengan un futuro mejor. "Yo me considero una persona sobreviviente. Me considero rica en algunos puntos. Me considero con mucho amor a la humanidad, con mucho amor a mi familia, con mucho amor a mi persona. En ese sentido soy rica. Pero en el sentido de economía monetaria, creo que soy pobre", concluyó Martínez.