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  Por el libro
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16 de febrero de 2007

Por: Primera Hora


Misteriosos escondites.


Tal parece que el famoso refrán que reza que "la necesidad es la madre de las invenciones" regía para principios del siglo XX en Puerto Rico y América Latina.


La falta de instituciones bancarias y de confianza en las mismas llevaban a las familias acaudaladas a guardar sus fortunas o sus lujosas prendas en los lugares menos imaginados.


Un siglo después la práctica aún cuenta con fieles adeptos, en especial entre la población de la tercera edad que por desconfianza o evitar que sus familiares sepan a cuánto ascienden sus ahorros, prefieren guardar el dinero en casa.


Escucha parte de la entrevista


Pero no se trata de esconder el efectivo en un cofre, en una cartera o en una de las gavetas del ropero. Eso sería muy obvio. Es cuestión de ser creativo y guardarlo en lugares insospechados.


En algunas circunstancias la imaginación llega a niveles casi increíbles, como fue el caso de don José Dolores Colón, de 74 años, a quien le robaron $13,300 que tenía guardados en un refrigerador envueltos en hojas de guineos y plátanos, como si se tratase de suculentos pasteles navideños.


El refrigerador es una opción. Pero también lo son los colchones, las paredes y techos de madera, las latas de galletas, el piso, el tanque del inodoro y entre medio de la bolsa de basura y el zafacón.


Aquellos que querían estar más seguros de no sufrir atracos, los guardaban en bloques de cemento antes de completar el empañete de la estructura. Según relatos, las personas hacían una marca en el área exacta por si en un futuro tenían que hacer uso del dinero.


Eran, sin embargo, los patios el sitio preferido por muchos para guardarlo. Ya fuera debajo de un árbol o en el huerto de frutas y vegetales.


Entierros de dinero


¿Qué mejor forma para guardar el dinero que debajo de la tierra?


Ése era el sentir de muchos puertorriqueños y latinoamericanos a juzgar por las innumerables leyendas que existen.


Se cuenta que las personas guardaban el dinero en vasijas de barros, que no se desmerecían por el paso de tiempo, y las enterraban en zonas cercanas a sus casas.


Algunos morían y se llevaban consigo el misterio de dónde habían guardado su fortuna. Ése, al menos, fue el caso de los hermanos Santoyo, de México, quienes se dedicaban a vender pan.


Según la leyenda, los hermanos enterraron su fortuna en la pequeña huerta que había detrás de su casa, por sospechar que la gente se había dado cuenta de que tenían dinero y por miedo a que se los fueran a robar.


Los años pasaron y los cuatro hermanos se llevaron el secreto a la tumba. Las personas que compraron su residencia, según la leyenda, contaban que veían todas las tardes a los hermanos sentados alrededor del árbol donde habían guardado su dinero.


Se dice que la familia, tiempo después, abandonó la residencia con el botín en mano.


Sin embargo, encontrar y remover un entierro no es nada fácil, según los mitos que rondan.


Primero que nada, para desenterrar un entierro debes ser "elegido". Una persona sabe que es elegida cuando comienza a ver en las noches oscuras brasas ardientes rojizas o blancas, dependiendo del botín.


Para encontrar los entierros las personas además tenían que cumplir con una serie de condiciones. Entre éstas, ser valientes, pues la remoción tiene que ser de noche; y no ser codiciosos, pues con la codicia el entierro se movía de lugar.


Añade la leyenda que son los fantasmas los que anuncian los entierros en el campo y que en la extracción del tesoro sólo pueden intervenir un máximo de tres personas y de sexo masculino. Si hubiera una mujer tiene que estar vestida al revés.


Una vez se comienza la excavación no se puede mencionar el nombre de Dios, Jesús ni de la Virgen o algún otro santo.


El encontrar el entierro no siempre es una dicha, ya que se cuenta que el descubrimiento trae consigo una maldición que no le alcanzará solamente si se cambia de casa y se va lo más lejos posible.