22 de marzo de 2007
A medida que pasan los años, los dientes suelen perder parte de su esmalte debido al cepillado para su limpieza. Además, el consumo del tabaco y del café, el té, bebidas de cola, complementos vitamínicos bebibles de hierro, enjuagues con colutorios a base de clorhexidina, pigmentos químicos, así como algunos alimentos o el uso de determinados medicamentos tiznan nuestros dientes, que con el paso del tiempo adquieren un color más oscuro.
Nuestra sonrisa pierde la expresión sana de antaño y la oscurece. Si el oscurecimiento es intenso y además mancha por partes nuestros dientes, entonces, será conveniente decidirse a hacerse una limpieza bucal, si no queremos perder la posibilidad de conocer a gente nueva, peligrar aquel puesto de trabajo tan deseado... Simplemente, el hecho de tener una boca de aspecto desagradable puede impedirnos conseguir mejorar nuestras condiciones laborales y atraer a la persona que nos gusta.
Parece un detalle poco importante para muchos, pero llega a tener mucha importancia socialmente. Si a estas sonrisas oscurecidas se les suma un mal aliento, las desventajas sociales están garantizadas, así como el fracaso a la hora de buscar pareja.
El desarrollo de las técnicas odontológicas permiten, en la actualidad, mantener una boca sana y unos dientes en perfecto estado si se tiene la constancia de acudir al dentista por lo menos una vez al año. Los profesionales odontólogos ya no solo se preocupan por el estado físico de la dentadura, como caries, infecciones, etc... Cada vez más la consulta del odontólogo se muestra interesado por la belleza y lustro de nuestros dientes.
Una de las técnicas más innovadoras en este terreno es la que permite que nuestros dientes estén blancos. El color de los dientes no es estándar y varía de unas personas a otras, aunque existen gamas de colores establecidas sobre las que los odontólogos trabajan para acercarse a aquél color que sea más parecido.
Para todo aquel que quiera someterse a estas técnicas de blanqueamiento, lo que primero tiene que saber es que no se trata de dejar los dientes blancos, sino más bien de aclararlos, pues no se puede alterar el color original del diente. Este color inicial, predeterminado desde nuestro nacimiento, está definido por la tonalidad del núcleo del diente (dentina) y por la transparencia y capacidad de refracción de la luz por el esmalte, por lo que el paciente no puede esperar que sus dientes quedarán de un color blanco inmaculado.
Por otro lado, será el odontólogo el que decida cuál deber ser la técnica a aplicar en función del diagnóstico que se realiza tras un examen de los dientes y una historia clínica adecuada.
Hay dos tipos de técnicas de blanqueamiento:
Blanqueamiento interno, al que se recurre para los dientes endodonciados y que puede ser complementado por el tratamiento externo.
Blanqueamiento externo, que se basa en la utilización de dos productos, el peróxido de hidrógeno y el peróxido de carbamida, ambas en concentración variable.
El peróxido de hidrógeno resulta más potente y eficaz, pero, a veces proporciona un exceso de sensibilidad en los dientes tras el tratamiento. Esta técnica se emplea en la clínica dental durante una o dos sesiones. La concentración utilizada de este producto, entre el 35 y 38 % hace que sea recomendable su utilización en la clínica donde poder controlar sus efectos y evitar riesgos.
En el segundo, el peróxido de carbamida se emplea en concentraciones entre un 2 y un 10% para un tratamiento que puede llevarse a efecto en la propia casa.
Sin embargo, los dentistas recomiendan para que el blanqueamiento tenga mayor eficacia combinar los dos sistemas, pues con el primero de ellos, aunque se produzca un aclarado considerable, éste es debido a la deshidratación del diente que vuelve paulatinamente a recobrar su color original, a medida que recupere la hidratación. El tratamiento en casa es más lento, pero en también más persistente en el tiempo.
También hay que tener en cuenta una serie de riesgos que conlleva este tratamiento, a pesar de que, generalmente, los resultados son satisfactorios. Algunos de ellos son la sensibilidad dentaria, así como los traumatismos dentales, los defectos de desarrollo del esmalte o morfología dental anómala.
A pesar de ello, cada día aumenta el número de personas que se realizan este tratamiento dental para mejorar el aspecto de su dentadura y, además, las técnicas son mejoradas y más precisas, de tal manera que se están dando soluciones para todo tipo de dentadura y diente. La cuestión es sonreír alegremente y sin complejos.