18 de noviembre de 2011
WSJ
El ritual se llama hui, y para los no iniciados puede parecerse mucho a un juego de azar. Pero aunque ha creado su cuota de controversia, muchas de las personas que participan de él afirman que crea un régimen de ahorro, construido sobre reglas complicadas, confianza comunal y mucha disciplina personal. Aunque las prácticas varían ampliamente, un hui suele funcionar así: un grupo de gente acuerda realizar pagos fijos regulares —por ejemplo una vez al mes— a un acumulado común, que es entregado al final de cada reunión a uno de los miembros del grupo (el que hizo la oferta más alta ese día). Las donaciones de los otros jugadores son reducidas según la cantidad de la oferta del ganador, así que el ganador termina, en esencia, pagándole interés al grupo por el acumulado que gana. Y aquí es donde intervienen los factores de disciplina y confianza: todos deben poner su pago en cada ronda, incluso luego de haber ganado, y cada miembro del hui puede quedarse con el acumulado sólo una vez al año. Por más extraño que parezca, el resultado de estos intercambios no es distinto a lo que el Banco Mundial llamó un "sistema de ahorros y créditos rotativos", algo parecido a los ahorros y préstamos de un banco. Y aunque este sistema es informal, de baja tecnología y sin regulación alguna, un estimado de seis de cada 10 hogares vietnamitas participan de alguna forma en un hui, según la firma de investigación Cimigo. Además, el sistema genera lo que los expertos dicen es una fuerte mentalidad de ahorro para ciudadanos que, en promedio, viven con menos de US$4 diarios. La jubilada Tieu Thi Thanh Hoa, que vive en la ciudad costera de Da Nang, hace poco usó lo que ganó para comprar un refrigerador nuevo. Antes, afirma, ahorró lo suficiente para comprar una moto y regalos para las bodas de sus hijos. "El hui, para mí, significa ahorrar", afirmó Tieu, de 53 años. No es ningún secreto que entre los países más ricos del mundo, EE.UU. tiene una de las peores tasas de ahorro personal. La pareja promedio con dos ingresos en EE.UU. gana alrededor de US$75.000 al año pero ahorra sólo US$3.750, según la Oficina de Análisis Económico de EE.UU., una tasa de ahorro de alrededor de 5%. Economistas afirman que es embarazosamente baja. Incluso cuando uno mide la tasa de ahorro nacional como porcentaje del PIB, la medida preferida para el Banco Mundial y otras organizaciones internacionales, EE.UU. se queda bien atrás, con 10%. En Vietnam, según esta medida, la tasa de ahorro es alrededor de tres veces mayor a la de EE.UU. Y en todo el mundo en vías de desarrollo, otros países tienen tasas similares. India y China registran 28% y 51%, respectivamente, aunque ambos tienen una clase media emergente que aspira a gastar en lujos al estilo estadounidense. A veces la alta tasa de ahorro de un país proviene de tradiciones culturales: por ejemplo, la necesidad de proveer una suculenta dote para un matrimonio, o un clima hostil que lleva a la gente a ahorrar para tiempos malos. Pero los economistas descubren que en los países donde se ahorra mucho suele haber un ritual social de por medio, ya sea un juego, un club de ahorro o incluso la estructura de un grupo religioso. Sin dudas, hay muchos motivos por los que una cultura del ahorro como la de Vietnam no se traduce en otros lugares. En muchos países, la gente debe ahorrar más porque los seguros médicos y de propiedad como los conocemos en Occidente no existen. Y la informalidad de clubes como los que juegan al hui —donde no se llevan registros y los miembros deben depender de la confianza mutua— puede ser difícil de adoptar para un consumidor educado. De todos modos, en un mundo donde se supone que las innovaciones financieras se mueven desde Manhattan a Malawi, economistas afirman que la clase de apoyo social que obtienen los ahorristas en grupos como estos podría ayudar mucho a los occidentales. Los clubes de ahorro sugieren que el ahorro exitoso se debe menos a fuerza de voluntad o realizar presupuestos formales que a "mecanismos que nos ayudan a ahorrar", afirma Daryl Collins, un director de la forma de consultoría Bankable Frontier Associates, que se especializa en servicios financieros en países más pobres. Quizás estos mecanismos no involucren un banco, pero de todos modos tienen un costo. No todos los clubes prestan dinero con interés, por ejemplo, pero cuando lo hacen, puede ser alto. Por ejemplo, la típica sesión de hui: esas ofertas que la gente garabatea representan la cantidad de interés que están dispuestos a pagar para ganar el acumulado. Al comienzo de un ciclo, cuando hay más ofertantes, los ganadores probablemente deben ofertar más alto, y terminan pagando efectivamente 25% de interés a los otros miembros del grupo sobre la suma que se llevan a casa. En muchos hui, el organizador, o "maestro", también se queda con 10% de cada acumulado, honorarios que cualquier administrador de un fondo de inversión envidiaría. Y un puñado de maestros ha sacado provecho de su rol como custodios del dinero común para robarlo; a fines de los 80, un líder de un club parecido al hui en la comunidad coreana de Los ángeles fue acusado de haber huido con hasta US$3 millones. De todos modos, los miembros de clubes de ahorro afirman que les gusta el compromiso mutuo, y economistas sostienen que esta clase de apoyo social —o su otra cara, la presión social— es una gran forma de lograr que los consumidores hagan cosas que deberían hacer pero no siempre hacen. Hace unos años, el emprendedor financiero Chris Larsen, que vive en San Francisco, EE.UU., charlaba con su esposa, Lyna Lam, sobre cómo combinar los préstamos con la nueva tendencia de los medios sociales. Lam, que es vietnamita-estadounidense, describió el hui, y Larsen se inspiró. El resultado fue Prosper, una organización a través de la cual los individuos se piden prestado entre sí sin la intervención de un banco. Una de las mayores de las llamadas organizaciones de préstamos entre pares, financió unos US$250 millones de préstamos en los últimos seis años. La mayoría de los prestatarios de Prosper buscan pagar tarjetas de crédito de intereses altos con los préstamos a plazo fijo y bajo interés de Prosper. Pero Larsen también cree que la empresa canaliza el aspecto de presión entre pares en una comunidad que se encuentra en el hui: "Sólo el hecho de que una persona sabe que esta es gente común que le presta (debería motivar al prestatario) para esforzarse más". De todos modos, depender de pares puede ser una espada de doble filo. Si uno o dos miembros que participan del hui están muy cortos de efectivo como para seguir participando del fondo, toda la empresa puede colapsar. Pero eso no desalienta a los ahorristas. En una tienda de café en Da Nang, un grupo de amigos adultos se reúnen desde hace años para hacer sus ofertas del mes. A Tran Thi Yen, una contadora de 45 años, se le preguntó qué sucedería si un miembro del hui, por algún motivo, no pudiera pagar su contribución mensual. Reaccionó como si nunca hubiera considerado la posibilidad: "¿Hacer trampa?", respondió. "No se puede hacer trampa. Hay karma en todo".
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