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  Por el libro
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El Nuevo Herald

 

Un laberinto bizantino de reglas, una supervisión fragmentada y un tapiz de naciones que lidian con las compañías de cruceros dificultan para los consumidores evaluar el historial de salud y seguridad del barco que están a punto de abordar para sus vacaciones.

¿Alguien quiere saber si un barco tiene un buen historial de limpieza? ¿Saber las condiciones de la comida? No es fácil, en gran parte porque no existe una entidad o país que regule o supervise la industria, con sus flotillas de barcos que son como miniciudades que flotan en alta mar.

En el caso de Carnival Cruise Lines, el dueño del barco Carnival Triumph que se pasó días en el Golfo de México, averiado tras un incendio en la sala de máquinas, la compañía está incorporada en Panamá, sus oficinas se ubican en Miami y sus barcos navegan bajo la bandera de Bahamas — una matriz que no es inusual en la industria.

 

 

Para pasajeros potenciales que buscan información, no existe una base de datos central que pueda ser vista para determinar el historial de los buques. No existe una sola agencia que lo regule todo, desde el estado mecánico de la nave hasta la limpieza de las cocinas.

La Guardia Costera estadounidense inspecciona cada crucero que atraca en puertos del país, para revisar desde la operación de los generadores de emergencia hasta los botes salvavidas. Los Centros de Control y Prevención de Enfermedades mantienen datos sobre recientes brotes de enfermedades y otra información de inspecciones de salud en los cruceros. Si los pasajeros del Triumph hubiesen buscado información sobre el barco en esas dos agencias antes de abordar, habrían encontrado mayormente buenas evaluaciones y pocas advertencias.

Y cuando algo sale mal, como pasó en el Triumph, hay límites para lo que puede investigar la Guardia Costera.

Esos problemas no son nuevos — habían sido mencionados por congresistas antes del incidente del Triumph.

"Esta horrible situación con el Carnival Triumph es apenas el más reciente ejemplo en una larga serie de incidentes graves y preocupantes con cruceros", dijo el senador demócrata Jay Rockefeller, que el año pasado encabezó una audiencia para analizar la industria.

El año pasado, luego que el Costa Concordia encalló en la costa italiana, Rockefeller realizó una audiencia en el panel de comercio para examinar deficiencias en el cumplimiento por la industria de cruceros de las normas federales de seguridad y ambientales. Otro objetivo era revisar las regulaciones del sector.

"Como dije entonces, ellos parecen tener dos vidas: una es en puerto, donde la Guardia Costera puede monitorear sus operaciones, la otra es el alta mar, donde parece que una vez que están más allá de las tres millas náuticas de la costa, el mundo es de ellos", dijo Rockefeller en una carta al almirante Robert J. Papp Jr., comandante de la Guardia Costera estadounidense. "El incidente del Carnival Triumph simplemente reafirma esa opinión".

El crucero salió de Galveston, Texas, el jueves 7 de febrero para una excursión de cuatro días a Cozumel, México. El incendio paralizó al barco a primera hora del domingo, quedando a la deriva en el Golfo de México hasta que varios remolcadores arrastraron la embarcación de 14 pisos hacia Mobile. Llegó el jueves por la noche ante ovaciones y destellos de cámaras fotográficas y teléfonos celulares. Los pasajeros tuvieron que esperar varias horas más para desembarcar.

En el 2010, la Organización Marítima Internacional (IMO), una agencia de la ONU, adoptó reglas que requieren que buques grandes construidos después del 1 de julio de ese año tengan un sistema separado independiente que pueda mantener la propulsión del barco en caso de que un motor quede inutilizado por incendio. Las reglas dicen además que el boque tiene que ser capaz de mantener servicios como sanidad, agua, comida y luces en esas circunstancias.

El Triumph fue construido en 1999 y no está cubierto por esas normas, como sucede con la mayoría de los cruceros en las compañías grandes.