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  Por el libro
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The Wall Street Journal

Cuando se trata de ayudar a sus graduados a encontrar empleos y pese a sus extensos vínculos con las automotrices del estado de Michigan, los líderes del Macomb Community College a veces sienten que no están hablando el mismo idioma que los empleadores.

Resulta que a menudo, las habilidades de los estudiantes no equivalen a lo que buscan las empresas. Cuando el decano de ingeniería de dicha institución de educación terciaria examinó miles de anuncios locales de trabajo, se dio cuenta de que los fabricantes utilizaban distintos nombres para la especialidad que Macomb llama mecatrónica, una combinación de mecánica, electrónica y programación. Ese análisis, que se realizó con datos en tiempo real de sitios web de ofertas laborales, ayudó a Macomb identificar posibles empleadores para sus graduados de acuerdo con las habilidades especificadas por los empleadores.

“Si tuviera una varita mágica, me gustaría [hacer que las empresas] tuvieran definiciones claras (...) que digan: ‘Esto es lo que queremos que haga un maquinista, y si puede hacer tal y tal cosa lo contrataremos’”, dice el presidente de Macomb, Jim Jacobs. “Eso no existe”.

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Emparejar trabajadores y empleos nunca ha sido una tarea fácil, debido a una brecha de información entre las necesidades específicas de los empleadores y las destrezas de los postulantes. Las instituciones educativas y de capacitación están tratando de reducir esa brecha utilizando datos de anuncios de empleos en línea para actualizar y ajustar con más eficiencia sus ofertas y satisfacer así la demanda de un cambiante mercado laboral.

“El problema en este momento en la comunidad empresarial es que estos empleadores no hablan con una sola voz”, dice Peter Cappelli, director del Centro de Recursos Humanos de la Escuela Wharton, de la Universidad de Pensilvania, quien ha estudiado la desconexión entre necesidades de las empresas y destrezas de la fuerza laboral. “En su mayoría, no se acercan a las escuelas”.

Este problema se ve principalmente en Estados Unidos, dicen expertos laborales, debido a la rapidez con la que evoluciona la economía y a la división que existe entre instituciones educativas y empleadores, algo que no ocurre en otras economías avanzadas. En Alemania y Dinamarca, por ejemplo, unos y otros colaboran para asegurarse que la capacitación y el aprendizaje lleven a conseguir un empleo después de la graduación.

 

En EE.UU., esa brecha ha contribuido a aumentar a 5,5 millones las vacantes laborales, un cifra cercana a los máximos históricos. Durante la mayor parte del año, el número de vacantes ha excedido el de nuevas contrataciones, un reflejo de la dificultad de la gente para conseguir trabajo.

“El cambio de trabajo es mayor aquí que en cualquier otro país del mundo”, señala Anthony Carnevale, director del Centro de Educación y la Fuerza Laboral de la Universidad Georgetown. “Es un sistema muy dinámico y la gente necesita hojas de ruta”.

Para ello, cada vez más instituciones educativas y de formación laboral están recurriendo a datos granulares de servicios de anuncios de trabajos para hallar información detallada y oportuna que no pueden recibir directamente de los empleadores. Las ofertas de trabajo en línea pueden ser descompuestas por habilidades, credenciales y diplomas de mayor demanda. Firmas como Burning Glass Technologies, LinkedIn y CareerBuilder analizan cantidades enormes de ofertas laborales para evaluar la demanda de habilidades específicas.

El gobierno federal hace un seguimiento de trabajos como “programador informático”, dice Matthew Sigelman, presidente ejecutivo de Burning Glass. “¿Qué es un programador informático? Dirijo una empresa de software y nunca he contratado uno”. En cambio, Sigelman dice que se busca gente que conozca lenguajes de programación específicos, como Ruby o C++.

Burning Glass, fundada en Boston en 1999, hace seguimiento a un promedio diario de 3,6 millones de vacantes obtenidas de unos 40.000 sitios de empleos. Sus 7.500 suscriptores, en gran parte instituciones educativas y agencias de desarrollo de la fuerza laboral, pueden desglosar listas de unos 70 elementos, entre ellos conjuntos de destrezas, ubicación y certificaciones.

La Universidad Northeastern, en Boston, usó un análisis profundo de datos para dar forma a ofertas laborales en sus campus satelitales en otras partes de EE.UU. (Charlotte, Carolina del Norte; Seattle, Washington; y San José, California) e identificó los lugares para emplazar sus próximos centros de reclutamiento laboral.

Un análisis de anuncios de empleos en la región de la Bahía de San Francisco encontró 16.000 trabajos que requerían destrezas en analítica de datos. A raíz de ese descubrimiento, Northeastern comenzó en enero una capacitación intensiva de dos meses en analítica de datos para personas que no desean o no necesitan obtener una maestría completa en ciencias de la computación.

“No es muy difícil ver que hay un problema aquí”, asevera P.K. Agarwal, decano regional y presidente ejecutivo del campus de Northeastern en Silicon Valley.

Las iniciativas diseñadas para cerrar la brecha con frecuencia progresan de forma muy lenta, especialmente cuando hay en juego fondos públicos, dice Alicia Modestino, economista de Northeastern que analiza información del mercado laboral en tiempo real.

Macomb, emplazada en un estado que espera poder reinventar su sector manufacturero, está tratando de ajustarse con mayor rapidez. Gracias al uso de datos granulares de ofertas laborales, su escuela de ingeniería ha podido atender las necesidades de los empleadores de la zona y lograr que 85% los contenidos de sus planes de estudio converjan con las destrezas más buscadas por aquellos.

“La gente necesita apreciar el caos que hay en el sector privado”, dice Jacobs, el presidente de Macomb. “Uno tiene que tomar el toro por las astas para entender qué diablos está sucediendo (...) No es del todo claro. A veces (los empresarios) ni siquiera lo saben”.