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  Por el libro
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El Diario

Washington.- En lo que sería el cambio más significativo en reglamentos laborales desde 1975, la Administración Obama prevé ampliar el número de empleados elegibles al pago de horas extra, provocando fuertes objeciones del empresariado y los republicanos.

Por órdenes del presidente Barack Obama el año pasado, el Departamento del Trabajo prevé anunciar, tan pronto como esta semana, un nuevo reglamento que aumenta el techo salarial para el pago de horas extra, de $23,660 en la actualidad, a hasta $52,000.

Según observadores, el reglamento obedece en parte a la negativa del Congreso de aumentar el salario mínimo federal, que permanece en $7.25 la hora desde 2009.

Bajo reglamentos que datan de 1938, los trabajadores con sueldos inferiores al límite actual –que está por debajo de la línea de la pobreza federal para una familia de cuatro personas- reciben automáticamente pago por hora extra, a tiempo y medio, más allá de los 40 horas semanales trabajadas.

El año pasado, Obama emitió una orden ejecutiva para revisar y modificar el reglamento.

El gobierno federal hizo un pequeño ajuste en 2004, pero el nuevo reglamento, que estaría sujeto a un período de comentarios públicos antes de su implementación, supondría el mayor cambio desde 1975.

El ajuste en el pago de horas extra nunca ha estado vinculado a la inflación, y en la actualidad solo cubre a cerca del 12% de los trabajadores asalariados. El cambio cubriría al 65%, el mismo nivel que en 1975.

Posibles beneficiarios

Consultado por este diario, el Departamento del Trabajo no quiso precisar cuántos ni quiénes se beneficiarían “porque el reglamento no se ha divulgado”.

Sin embargo, según cálculos del Instituto de Política Económica (EPI, en inglés), el número de beneficiarios oscilaría entre cinco y diez millones de empleados, dependiendo del nuevo umbral que fije el gobierno.

El cambio  significa que el universo de trabajadores beneficiados con pago de tiempo extra incluiría a ciertos supervisores de bajo rango en negocios de ventas al por menor y restaurantes de comida rápida, en el sector de cuidado médico y en otras empresas.

El reglamento en ciernes es una victoria para el movimiento sindicalista que ha venido presionando a la Administración Obama por un cambio en los últimos años.

Bill Samuels, director de asuntos legislativos de la federación sindical AFL-CIO, explicó que se trata de una cuestión de justicia porque, sin el reglamento, “se estaría condenando a millones a que sigan ganando salarios de pobreza”.

“Los estadounidenses trabajan más, pero ganan menos debido al estancamiento de salarios. Tienen que ser compensados por trabajar horas extra, ya sea con dinero o con tiempo para dedicarle a sus familias, de lo contrario las empresas deben contratar a más personas”, subrayó Samuels.

Oposición de empresarios

Pero el sector empresarial y la mayoría de los republicanos en el Congreso se oponen al reglamento, recurriendo al mismo argumento que han usado para frenar un aumento al salario mínimo.

Según sus detractores, incluyendo la Federación Nacional de Minoristas, el reglamento desalentará la creación de empleos, podría producir despidos, recortes de horas para trabajadores asalariados, o una congelación en las contrataciones.

El subcomité para asuntos de Educación y la Fuerza Laboral de la Cámara de Representantes ha programado una audiencia para el próximo miércoles sobre las repercusiones del reglamento.

El empresariado ha dejado en claro que se opondrá a esta y otras medidas del Departamento del Trabajo, por considerarlas una costosa injerencia del gobierno en la libre empresa.

En febrero pasado, la Cámara de Comercio de EEUU envió una carta al secretario del Trabajo, Tom Pérez, en la que advirtió de que cualquier cambio a los reglamentos que rigen el sistema salarial no solo creará una “tremenda confusión” sino que tendrá “un efecto desestabilizador significativo en millones de sitios de empleo”.

Pero Samuels señala que el umbral de salarios elegibles al pago de horas extra se ha ajustado periódicamente a través de los años, en pequeña escala, “y nunca ha tenido el efecto que alegan sus detractores”.