10 de agosto de 2020
El Vocero
¿Sabías que los gatos no comenzaron a residir en el interior del hogar hasta finales de la década del 1940? Esto fue gracias a que Edward Lowe inventó la arenilla para gatos en el 1947. Previo a esto, los gatos pasaban la mayor parte de su tiempo en exteriores. Ahora, la mayoría de las mascotas felinas viven felices en el interior de las residencias de sus guardianes, lo que les protege de los múltiples peligros del exterior.
Sin embargo, muchos gatos sin hogar pasan sus vidas enteras fuera en la intemperie, y, aunque algunos son amigables, la mayoría evita el contacto con los humanos y busca su propio alimento y guarida. A estos gatos se les denomina “gatos comunitarios” o “gatos no socializados”, y viven en grupos llamados colonias. Estos gatos enfrentan una serie de retos que afectan su calidad de vida, y que como comunidad podemos ayudar a evitar.
Uno de los mayores retos es el desconocimiento sobre el beneficio de tenerlos cerca y sobre cómo manejar las colonias.
A pesar de que es un delito, aún se reportan casos de envenenamiento de colonias felinas. Asimismo, muchas personas entienden que mover la colonia o ubicar los gatos en un albergue para adopción es una solución al problema; pero no es así. En realidad, al mover la colonia, simplemente se está abriendo el espacio para que otra colonia venga a ocupar ese lugar. Y llevar un gato comunitario para intentar ponerlo en adopción no es la mejor idea, ya que estos gatos usualmente no son socializados y no tolerarán la vida en el interior.
Aunque los "gatos de la calle" no se presenten como cariñosos, aportan al bienestar de las comunidades, una vez, la comunidad asuma su responsabilidad de esterelizarlos y alimentarlos.
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Una manera muy efectiva de manejar y controlar una colonia es atrapando los gatos para llevarlos a esterilizar y luego liberarlos en su lugar de origen. Este método se conoce comúnmente por sus siglas en inglés, TNRM (Trap, Neuter, Return and Monitor). Al momento de esterilizar al animal, también se le ponen las vacunas básicas y se les hace un corte pequeño en la oreja, lo que le identifica como un gato operado y vacunado. De esta manera, se controla la población de gatos, se mantienen saludables y la comunidad puede beneficiarse de su presencia.
Un mito común y que es totalmente incorrecto, es que los gatos comunitarios esparcen enfermedades. Pero las enfermedades zoonoticas o enfermedades animales transmisibles a humanos, son raras en los gatos comunitarios. Al contrario, las colonias felinas ayudan al control de alimañas como ratas y cucarachas, que sí pueden enfermarnos.
Otro error que cometen muchas personas es abandonar en una colonia un gato que ha vivido toda su vida en el interior de una residencia. Recordemos que el abandono de un animal también es delito, y lo que provoca es condenar al animal abandonado a un final trágico, pues los gatos de interior tienen pocas probabilidades de sobrevivir en la calle y no es probable que sean aceptados por la colonia.
Causar daño o remover las colonias felinas no es la solución. Muchas comunidades en Puerto Rico tienen áreas en las cuales hay colonias de gatos manejadas exitosamente. El mejor ejemplo de ello, es la comunidad felina en el casco histórico en el Viejo San Juan. Hay cuidadores comprometidos en proveer agua y alimento a estos gatos, que también están esterilizados o castrados y con sus vacunas al día. Igualmente, hay lugares a través del mundo que tienen comunidades controladas de gatos comunitarios.
Si desea conocer cómo controlar la población de gatos sin hogar en su comunidad de forma humana y responsable puede comunicarse con la organización de bienestar animal de preferencia y orientarse. Si nos unimos, podemos reducir la cantidad de animales en nuestras calles y construir la sociedad justa, solidaria y compasiva que merecemos.