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  Por el libro
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El Nuevo Día

En Estados Unidos los ricos y las grandes corporaciones pagan menos en impuestos que un ciudadano común y corriente.

Ese es el mensaje que el presidente Barack Obama trató de enviar al Congreso con su propuesta de ley Buffett -rechazada en el Senado- y llamada así por el multimillonario inversionista que cuestionó un sistema en el que el salario de su secretaria es gravado a tasas superiores que toda su fortuna.

No solo los ricos y corporaciones tienen el beneficio de este trato preferencial sino que a través de procesos complejos de contabilidad y reclasificación de sus ingresos pueden terminar pagando cero impuestos al gobierno federal por sus ganancias.

Este manejo está a disposición de una élite reducida: el 75% de los beneficios impositivos recae sobre el 1% de la población, coinciden los expertos. El ciudadano de medianos a bajos recursos tiene muy pocas oportunidades para hacer que los números sumen a su favor.

Sueldo vs. dividendos

Seamos claros, sin embargo. En Estados Unidos todo el mundo paga impuestos de una u otra manera. Hay unos que, si sus ingresos son menores a $20,000 anuales, no pagan impuestos al gobierno federal pero son sujetos a una retención en la fuente para programas de asistencia social. También hay impuestos estatales y municipales, impuestos prediales e impuesto a las ventas.

Todos pagan alguna combinación de los anteriores pero la mayoría paga los impuestos federales, que es el recaudo que va al gobierno central y que es objeto de los debates más acalorados entre el ejecutivo y los legisladores a lo largo de líneas partidistas.

El sistema de impuestos federales es el más progresivo de todos o, sea, la tasa gravable incrementa a medida que suben los ingresos del individuo, la familia o la corporación. En años recientes, sin embargo, una serie de reformas al código fiscal iniciadas en 1986 por el entonces presidente Ronald Reagan y ajustadas consecutivamente por George Bush, Bill Clinton y George W. Bush, resultaron en una canasta de oportunidades para los más adinerados.

"La manera más fácil para los ricos de reducir sus responsabilidades fiscales es reclasificando su renta de ingresos percibidos por trabajo o salario a ingresos percibidos por intereses o plusvalía", dijo a BBC Mundo Andrew Fieldhouse, analista en temas de presupuesto federal del Instituto de Política Económica en Washington.

Las reformas fiscales redujeron las tasas que rigen los dividendos y la plusvalía de la riqueza a niveles muy favorables de 15%, comparados al nivel tope de 35% que se impone al ingreso por trabajo.

La mayoría de la renta por dividendos es legítima, señala Fieldhouse, pero los ricos tienen esa habilidad de reclasificar su salario y presentarlo como intereses. Eso quedó en evidencia con la declaración de impuestos que publicó Mitt Romney en su trabajo para la empresa de inversiones Bain Capital cuando se amparó de la fisura legal para reclamar su salario en forma de inversión en acciones de la compañía.

Gastos y donaciones

Una segunda preferencia para los adinerados está en la llamada "exclusión de intereses de bonos municipales". Los gobiernos estatales y locales financian sus proyectos públicos mediante la emisión de bonos cuyos intereses el gobierno federal permite que no se graven.

Eso ayuda a los estados y municipios pues reduce el costo del crédito y sirve de incentivo para que los inversionistas compren los bonos pero, al fin de cuentas, los verdaderos beneficiados son los ricos, indica Andrew Fieldhouse.

"La mayoría de la gente no tiene cómo comprar bonos municipales pero si un millonario invirtiera todo su dinero en esos bonos no tendría que pagar un centavo de impuestos por sus ganancias".

Y hay otros beneficios para los muy ricos que tienden a ser desproporcionados y con resultados aberrantes, añade el experto en impuestos.

Se trata de gastos deducibles, que pueden estar representados en intereses hipotecarios que haya pagado en contribuyente o en donaciones que haya hecho.

En el primer caso, el gobierno federal da créditos por los intereses anuales que se pagan por el préstamo hasta por un millón de dólares para comprar una vivienda. El crédito beneficia a los adinerados pues sube de acuerdo a la tasa de impuestos que le corresponde al contribuyente: si es rico y su nivel fiscal es del 35%, el gobierno le devuelve 35 centavos de cada dólar que pagó en intereses, si es de ingresos menores y su nivel es de 28%, el gobierno sólo reembolsa 28 centavos.

Los cosas no paran ahí. Como la definición de lo que es una vivienda es tan vaga, ese reembolso puede aplicarse a casas de veraneo o, inclusive, a un barco.

"Un magnate puede comprar un yate de diez millones, deber un millón sobre éste, y el gobierno le pagará 35 centavos de cada dólar que paga en intereses sobre ese préstamo", recalcó Fieldhouse.

Esta ayuda desproporcionada también sucede con las donaciones que los ricos suelen hacer a sus causas más allegadas y no necesariamente para el bien público, con tal de que sean organizaciones sin ánimo de lucro como la Asociación Nacional del Rifle.

Generalmente individuos y familias de recursos medios, que pagan hipotecas modestas y de vez en cuando hacen donaciones a sus iglesias, solo toman las deducciones estándar en sus declaraciones de renta, así que no reciben ningún crédito por gastos deducibles.

Más allá de la tumba

El sistema asegura que la desigualdad continúe generación tras generación. El precio de compra de un bien es su valor base. Sobre éste se mide su apreciación cuando el bien se vende y esa diferencia es la plusvalía.

Pues, bien, cuando alguien muere y pasa en herencia ese bien, el precio base se restablece, lo que llaman "incremento de la base". Una persona rica puede tener un portafolio de acciones que le costó US$1 millón que, ahora, cuesta $1,000 millones y cuando lo reciben sus herederos esa última cifra es la que se convierte en la base sin que haya plusvalía.

"Mientras un rico esté dispuesto a no percibir las ganancias de un bien, puede pasar enormes sumas de dinero a sus herederos sin pagar impuestos. Toda responsabilidad fiscal queda blanqueada", afirmó Andrew Fieldhouse.

Los ahorros fiscales son más exorbitantes cuando se trata de compañías. Los impuestos para las grandes corporaciones existen, pero también una "plétora de créditos que se tejieron dentro de las reformas del código", asegura el experto en impuestos, así como innumerables fisuras en la ley que pueden usar.

Es por eso que las grandes corporaciones tienen inmensas divisiones de contabilidad en las cuales invierten mucho dinero para buscar esas fisuras y jugar con el factor tiempo de cuándo mueven capital y cuándo lo declaran.

"Son herramientas que no están a disposición de las empresas pequeñas y medianas pero que representan muy buenos beneficios para quienes puedan invertir en el esfuerzo", dijo a BBC Mundo Fieldhouse.

Asueto impositivo

La organización Ciudadanos por la Justicia Impositiva (CTJ, por sus siglas en inglés) publicó un estudio que revela que 78 de las 280 principales grandes empresas en Estados Unidos no pagaron impuesto alguno durante por lo menos un año, entre 2008 y 2010.

General Electric, por ejemplo, una empresa que registró más de mil millones en ganancias, registró una tasa de impuestos negativa en 2010. Eso quiere decir que el gobierno terminó debiéndoles dinero.

Muchas de estas empresas son multinacionales y el gobierno no les exige la repatriación automática de capitales en el exterior. Las compañías lo hacen de forma voluntaria y, cuando eso sucede, se gravan los capitales.

Sin embargo, las corporaciones tienden a estacionar ese dinero en el exterior esperando amnistías o asuetos impositivos, como sucedió una vez bajo el presidente George Bush, padre, que redujo el gravamen de 35% a 5.25%.

Según Andrew Fieldhouse, ese capital no generó producción ni empleo, sino se fue a pagar dividendos para los accionistas o reinversión en más acciones.

No se sabe aún si el gobierno declarará otra ventana impositiva para los capitales en el exterior, pero las corporaciones están ocupadas en cabildeo y presión en el Congreso para que se dé la amnistía.  

Mucha de la política fiscal en Estados Unidos no es permanente, son códigos que se cambian anualmente y es por eso que los cabilderos están activos y los grupos de presión, como la Cámara de Comercio de EE.UU., invierten cuantiosas sumas abogando por sus intereses.

Un refrán muy común dice que los impuestos, como la muerte, son inevitables. No obstante, concluye Andrew Fieldhouse, "es fácil para una corporación escaparse del Tío Sam y mucho más difícil para un individuo". Pero si el individuo es rico, son muchas ventajas las que tiene.