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  Por el libro
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BBC

A Don Barrett le gustan los contrincantes poderosos y ricos. Se trata del abogado que batalló durante una década para lograr que las grandes empresas tabacaleras admitieran que sabían que los cigarrillos eran adictivos y que, como consecuencia, debían pagar los gastos médicos de las víctimas, un caso que a la postre fue llevado al cine con la película "The Insider" (El informante).

Él y sus colegas eventualmente lograron un acuerdo que le costó a la industria de los cigarrillos la astronómica suma de más de US$200.000 millones. La demanda hizo que Barrett se convirtiera en un hombre muy rico. Sin embargo, asegura que no es por la búsqueda de dinero que ahora está apuntando su artillería a la comida rápida.

"Tengo 68 años. Francamente, no necesito el dinero, el ejercicio del derecho ha sido bueno conmigo", explica. "Este es mi trabajo, pero en este caso tenemos la oportunidad de ayudar realmente a las personas. No estamos diciendo que la industria de la alimentación sea igual a la del tabaco, que mata a 500.000 estadounidenses al año, pero sí hay una epidemia de obesidad que está afectando la salud de los habitantes de este país".

Barrett forma parte del grupo de abogados que ha presentado demandas contra los representantes más importantes de la industria alimenticia en EE.UU.

Estas no son las primeras demandas que atacan a las compañías que procesan alimentos. Durante casi una década, abogados estadounidenses han realizado diversas solicitudes para persuadir a las cadenas de comida rápida a producir alimentos más sanos y nutritivos. Sin embargo, estas demandas recientes están siendo vistas como las más agresivas a pesar de su simplicidad.

Don Barrett

Don Barrett insiste que más allá de ganar mucho dinero -como en el juicio a las tabacaleras- su motivación es "ayudar a la gente".

El caso de Barrett contra los grandes procesadores de alimentos, conocidos en inglés como los "Big Food" es que las compañías están tergiversando la presentación de sus productos, promocionándolos como "naturales" o "saludables", cuando de hecho -asegura- no son tal cosa.

Su misión es hacer que se ajusten a las leyes vigentes. Según él, los reguladores han sido demasiado débiles para hacerlas cumplir. Afirma que la Administración Federal de Alimentos y Drogas (FDA, por su sigla en inglés), que supervisa la seguridad alimentaria en EE.UU., ha estado simplemente escribiendo cartas de advertencia, lo que, él piensa, no es suficiente.

Orgullo sureño

Tomando el sitial de honor en la pared de la oficina de Barrett en Lexington, Misisipi, hay una réplica de la bandera que llevó el décimo primer regimiento de infantería de Misisipi en los tiempos de la Guerra Civil. Barrett dice que, como la mayoría de los sureños, él tiene una debilidad por sus antepasados, que "lucharon tan valientemente contra abrumadores números y recursos, para defender lo que creían era correcto".

Por lo que él está luchando, dice, es por la libertad de las personas para tomar una decisión.

"Nadie está tratando de decirle al pueblo estadounidense lo que tiene que comer o lo que puede comer, los estadounidenses pueden tomar esas decisiones por sí mismos. Todo es cuestión de libre elección. Para tener la libre elección tienes que tener la información exacta. Eso significa que Big Food, las empresas de alimentos, tienen que empezar por decir la verdad sobre lo que hay en su producto. La ley así lo requiere".

Mujer obesa

Dos tercios de los estadounidenses mayores de 20 años son obesos o tienen sobrepeso.

Ve similitudes con las demandas que presentaron a las tabacaleras. "Un paralelo es que los estadounidenses asumen que si un producto está a la venta legalmente, entonces estas personas están diciendo la verdad acerca de este producto. Si es de venta legal, tiene que estar bien, de otro modo el gobierno tendría que haber hecho algo al respecto. Y eso es lo que pensaban acerca de los cigarrillos".

Una de las cosas que lo molesta son los estratosféricos niveles de obesidad entre los jóvenes estadounidenses. A pesar de que la tendencia al alza se está desacelerando, alrededor de dos tercios de los estadounidenses mayores de 20 años son obesos o tienen sobrepeso, de acuerdo con los Centros para el Control de Enfermedades de EE.UU. (CDC, por su sigla en inglés).

Azúcares ocultos en los alimentos procesados, dice, son parte del problema, y las etiquetas erróneas son clave. Cita un ejemplo: el yogurt de la empresa de alimentos Chobani Inc, que contiene "jugo de caña evaporado" como ingrediente.

"Si usted es la madre de un niño diabético o la madre de un niño que es obeso, las etiquetas importan. Usted busca azúcar en las etiquetas, y no hay nada allí. Lo que tienen es "jugo de caña evaporado". Eso suena algo vago, y de alguna manera sano y natural.

"Jugo de caña evaporado si usted vive en el sur de Luisiana o en Cuba se entiende lo que es, eso es azúcar... Las leyes han estado allí por siempre. Y son muy claras. No se puede llamar a un producto por un eufemismo".

La compañía dijo a Newsnight: "En Chobani hemos construido nuestro negocio siendo auténticos y transparentes y apoyamos completamente a nuestros productos y siempre estamos escuchando a nuestros clientes para mejorarlos".

Barrett cita otro ejemplo, los alimentos cuyas etiquetas indican que se deberían mantener refrigerados una vez abiertos, dando así la impresión de que no contienen preservativos y que son más frescos de lo que realmente son.

yogurt

El yogurt Chobani tiene una etiqueta que dice que contiene "jugo de caña evaporada", o sea, azúcar.

Si Barrett tiene éxito en sus casos, la industria podría enfrentar costos sustanciales.

Afirma que si los tribunales consideran que los alimentos mal etiquetados son de venta ilegal, estos productos se convierten en ilegales y no tienen ningún valor. Si un producto se vende sin representar su valor, el monto por el cual fue vendido es la medida de los daños, dice.

Sus demandas son acciones colectivas, donde la acción legal viene definida por cada persona que compró uno de los productos mal etiquetados en los últimos cuatro años.

"Si cuesta un dólar y 25 centavos, entonces el cliente tiene derecho a que le devuelvan su dólar y 25 centavos", explica. "Y hay un estatuto de cuatro años de prescripción, por lo que los daños en cada uno de estos casos se define por cuánto han vendido esta basura con errores de marca durante los últimos cuatro años".

Barrett señala que alrededor del 25% de los productos están mal etiquetados en EE.UU. Por tanto, la magnitud de los daños en estos casos fácilmente podría igualar los miles de millones de indemnizaciones que tuvieron que pagar las grandes tabacaleras.

"Podrían ser, y serán, miles de millones de dólares en algunos casos", dice. "Una de las empresas de papas fritas que estamos demandando vende US$13.000 en productos al año".

Casos previos se han centrado en los reclamos por falsa publicidad en lugar de etiquetado incorrecto, lo que requirió a los demandantes a contratar expertos para demostrar que las etiquetas eran "engañosas" para un consumidor corriente y que tal engaño causó daños reales.

Estos casos han sido costosos y engorrosos. Muchos de estos han tendido a resolverse por indemnizaciones que terminaron en cantidades pequeñas.

Las demandas por lesiones personales son aún más difíciles de probar, de acuerdo con Barrett.

Frutas

Don Barrett está demandando a mercados que comprenden los siguientes productos:

  • Jugos de frutas.
  • Papas fritas.
  • Refrescos.
  • Chocolates.
  • Tomates enlatados.
  • Frutas enlatadas.
  • Comida para bebés.
  • Té.
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Vincular el cigarrillo con una enfermedad específica ha resultado bastante difícil. Sólo una vez las empresas tabacaleras trabajaron para llegar a acuerdos en casos presentados por algunos estados del país para recuperar costos médicos.

Golpear al bolsillo

Vincular cualquier asunto alimenticio a una condición médica posterior, tal como la diabetes, sería significativamente más difícil.

Entonces, ¿cuál es la probabilidad de que esta ola actual de demandas pueda tener éxito?

Barrett dice que en el pasado los abogados han pasado por alto las cruciales regulaciones de la FDA para las etiquetas: "Las falsas etiquetas en sí mismas son la única prueba que necesitamos y probar los daños es simple: se trata de las ventas del producto ilegal dentro del período de tiempo del estatuto de limitaciones: cuatro años".

Y como aquellos casos que pasan a la etapa de descubrimiento, éstos podrían evolucionar -al igual que ocurrió en las demandas de tabaco cuando los documentos calientes comenzaron a aparecer- quizás mostrando que las compañías de alimentos sabían más que el público general acerca el impacto de sus productos y de la publicidad en la salud de la gente.

Además, están comenzando a aparecer conexiones científicamente comprobadas que vinculan a los alimentos con la adicción, y que sugiere que ingerir alimentos altamente agradables al paladar, que contienen azúcar, grasa y sal, en realidad podrían cambiar nuestros cerebros -de forma que necesitamos más y más de estos alimentos para sentirnos satisfechos.

Si estos estudios científicos llegan a ser sólidos, entonces el paralelismo con los casos del tabaco podría también fortalecerse.

Por el momento Barrett dice que su enfoque es suficiente para cambiar las prácticas de la industria: "Hay una cosa que el mundo corporativo del país le presta atención, y es un fuerte golpe en el bolsillo. Todo es cuestión de ganancia. Y sólo cuando afectes sus ganancias es que afectarás su comportamiento. Y tenemos la intención de hacer eso".