8 de febrero de 2011
La Opinion
WASHINGTON, D.C.— La fuerza laboral estadounidense se ha dividido en dos grupos: los que respiran aliviados y los que están presas del pánico, sin demasiadas perspectivas de conseguir trabajo. Si uno tiene empleo, puede sentirse tranquilo; si no lo tiene, las posibilidades de que consiga algo son muy limitadas, las peores de los últimos 14 años. ¿No tienen trabajo? Buena suerte. Encontrar uno sigue siendo una batalla 20 meses después de que teóricamente concluyó la recesión. Difícilmente las empresas vuelvan a emplear gente hasta que no se sientan más seguras respecto a la salud de la economía. Una consecuencia de esto es que la gente que no tiene trabajo permanece desempleada más tiempo que el normal. De los 13.9 millones de personas que según el gobierno no tenían trabajo el mes pasado, 1.8 millones llevaban al menos 99 semanas —prácticamente dos años— buscando empleo sin conseguirlo. El doble que en enero de 2010. Los recortes de personal que marcaron la recesión, no obstante, parecen haber terminado. En enero, las empresas dijeron que eliminarían menos de 39,000 plazas, según la firma de reubicación Challenger, Gray & Christmas. Esto es un 46% menos que hace un año. Además, es la cantidad más baja desde que la empresa comenzó a manejar esa estadística en 1993. De hecho, en 2010 se registró la menor cantidad de despidos planificados en 13 años. A la larga, el gasto del consumidor aumentará lo suficiente como para que las empresas vuelvan a contratar para satisfacer la demanda. Mientras tanto, merma el temor de la gente de perder el trabajo y eso probablemente ayude a la economía, ya que quienes tienen empleo empezarán a gastar más. "El hecho de que uno sepa que cobrará su cheque a fin de mes hace que se anime a gastar más", expresó John Challenger, director ejecutivo de Challenger. "Si le rindes a la empresa, no debes preocuparte [de que puedes perder el trabajo]", comentó Mickey Kampsen, presidente de la firma reclutadora Management Recruiters de Charlottesville, Virginia. Courtney Miller-Rao, rematadora de autos de Westbury, Connecticut, de 28 años, dice que se siente más segura que nunca respecto a su estabilidad laboral. "Estamos creciendo, abriendo un nuevo local y vendiendo más autos", comentó. "No considero que tenga que trabajar de 10 a 14 horas por día para conservar el puesto". Las empresas, no obstante, todavía no se animan a contratar. Un estudio del gobierno indica que en enero se añadieron 36,000 puestos de trabajo, una cuarta parte de lo necesario para mantenerse a tono con el crecimiento de la población. Las inclemencias del tiempo pueden haber incidido en esa cifra. Pero no son la única causa. Más importante es el hecho de que las empresas son ahora más productivas. Luego de reducir sus plantillas durante la recesión, se dieron cuenta de que podían producir lo mismo, o más, con menos gente. Las compañías crearon un promedio de 82,000 plazas netas mensuales a lo largo del último año. Esto es la mitad de lo que generaría una economía fuerte. Es por ello que a tanta gente que se quedó sin trabajo le cuesta conseguir empleo. Un promedio de 4.6 personas compiten por cada empleo que surge, de acuerdo con el gobierno. En un mercado laboral saludable, no más de dos personas se disputarían cada plaza. "No están contratando gente. Es un panorama muy duro para los desempleados", expresó Steven Davis, economista de la Universidad de Chicago. En enero de 2009, Wayne Drescher, de Mishawaka, Indiana, perdió un trabajo que desempeñaba desde hacía 23 años como ingeniero en la industria automotriz. Desde entonces fue a dos entrevistas, que no llevaron a nada. "Tengo 59 años y por primera vez en mi vida tuve que pedir cupones para comida. No tengo seguro médico", declaró. Llegará el momento en que las empresas se darán cuenta de que no podrán seguir aumentando su producción con plantillas cada vez más reducidas y tendrán que empezar a contratar nuevamente. Cuando ello suceda, no obstante, es posible que las compañías eviten contratar a personas mayores, que llevan bastante tiempo sin trabajar. Ello se debe al temor de que hayan perdido en parte sus aptitudes ante la inactividad, combinada con la posibilidad de que no permanezcan en la empresa mucho tiempo, especialmente si ganan menos que antes y no tienen el mismo status. Suponen que se irán en cuanto surja una oportunidad mejor.