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  Por el libro
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3 de febrero de 2011

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Nueva York, 2 feb (EFE).- Fumar en Times Square, Central Park o cualquier otro parque, playa, embarcadero o plaza pública de Nueva York estará prohibido cuando previsiblemente, dentro de tres meses, entre en vigor una norma aprobada hoy por el poder legislativo de la ciudad de los rascacielos.

El Consejo de Nueva York acordó hoy extender así la prohibición del tabaco a múltiples espacios públicos de la ciudad, en lo que supone la medida más ambiciosa en este sentido aprobada en la Gran Manzana desde que su alcalde, Michael Bloomberg, lograra en 2003 vetar el tabaco en bares y lugares de trabajo.

"Este verano, los neoyorquinos que acudan a nuestros parques y playas para divertirse y respirar aire fresco podrán respirar un aire aún más limpio y sentarse en una playa que no esté llena de colillas de cigarrillos", anunció hoy Bloomberg tras la aprobación de esta medida.

La normativa, que afectará a los más de 1.700 parques públicos de Nueva York y sus 22 kilómetros de playas, ha de ser firmada ahora por el alcalde de la ciudad y entrará en vigor noventa días después de esa ratificación.

"Nuestros esfuerzos de los últimos nueve años han dado lugar a más de 350.000 fumadores menos y ha contribuido a que los neoyorquinos vivan una media de 19 meses más que en 2002", añadió el alcalde en un comunicado.

Los detractores de esta iniciativa sostienen que prohibir el tabaco en espacios abiertos al aire libre y tan amplios como playas y parques supone una intromisión en las libertades individuales, al tiempo que discuten el efecto nocivo que el humo pueda tener sobre los no fumadores que se encuentren en las inmediaciones.

Desde 2003 en Nueva York no se puede fumar en restaurantes y bares, lo que incluso afecta muy a menudo a las terrazas de los locales y a las zonas de la calle cercanas a sus puertas.

Además, está prohibido beber en espacios públicos y en las veladas veraniegas no es extraño, por ejemplo, ver a grupos de personas sentadas en Central Park sobre sus mantas de cuadros y en torno a una bolsa de papel marrón en la que ocultan una botella de vino para acompañar el pícnic.

El propio Bloomberg reconoció recientemente que la prohibición del alcohol en los espacios abiertos no tenía demasiado sentido, aunque desde luego no se muestra tan flexible con el tabaco, cuyo combate ha convertido casi en una batalla personal.

La eliminación del tabaco en parques y playas forma parte de un programa más amplio que establece también más impuestos sobre las cajetillas, cuyos precios en Manhattan superan los diez dólares.

"Las estadísticas no mienten: El humo mata a los fumadores pasivos. Nadie debería tener que inhalar el mortal humo de los cigarrillos cuando va a un parque o a la playa", añadió la concejal Christine Quinn, una de las principales impulsoras de la iniciativa.

Quinn lamentó que "las tabaqueras no vayan a descansar en sus esfuerzos por reclutar a nuevos fumadores para reemplazar a los clientes que se mueren antes de tiempo por el uso de sus productos".

Cuando se planteó por primera vez esta propuesta, el pasado septiembre, las críticas se multiplicaron hasta el punto de que el propio Bloomberg tuvo que salir al paso con un comunicado en el que suavizó sus intenciones y reconoció la dificultad de aplicar la ley.

"Sin embargo, hay ciertas áreas de los parques en que la restricción puede proteger la salud", añadió el alcalde, un ex fumador que ya desató la ira de los dueños de restaurantes y bares en 2002 cuando, nada más llegar a la alcaldía, propuso acabar con el tabaco en prácticamente todos los espacios públicos cerrados.

En cualquier caso, sus esfuerzos parecen estar dando sus frutos, ya que en 2007 ya solo fumaba el 16,9% de los neoyorquinos (frente al 21,5% de 2002) y, en general, existe un amplio rechazo social al tabaco, que en esta ciudad causa cada año la muerte de cerca de 7.000 personas.