11 de diciembre de 2010
El Nuevo Dia
La debacle en el sector de la construcción no se resolverá, pese a las ayudas gubernamentales, hasta que los desarrolladores no reduzcan sustancialmente el precio de las unidades. Así tajantemente, lo manifestó el desarrollador Eduardo Ramírez de Arellano en entrevista con El Nuevo Día, quien opinó que ni los bancos ni los desarrolladores han aceptado todavía la realidad de la crisis que enfrentan. Aseguró que los alivios que diseñó el gobierno para la compra de viviendas nuevas y usadas no resolverán el problema, sólo lo amortiguarán. "Los incentivos no son la cura de todos los males. Lo que sería la cura verdadera es una baja en el precio del inmueble", dijo Ramírez de Arellano, quien fue el desarrollador de, entre otros, el proyecto de Montehiedra en Río Piedras. El empresario, de origen cubano, no es nuevo en la industria de la construcción, comenzó a mediados de la década del 70, justo cuando Puerto Rico atravesaba por otra crisis económica de grandes proporciones. En los años 90 inició la planificación del reconocido proyecto de viviendas Montehiedra, y hubo en la industria quien pensó que se trataba de una gesta demasiada ambiciosa como para hacerla realidad. Hoy Montehiedra es uno de los proyectos a nivel residencial y comercial más emblemáticos en el área metropolitana, y está en vías de realizar su primera expansión en el 2011. Ramírez de Arellano, quien reside parte del tiempo en la ciudad de Miami y otra parte en Puerto Rico, contó que la Ciudad del Sol atravesó por un problema similar al que vive la industria de la construcción en la Isla. Sin embargo, a diferencia de Puerto Rico, Miami optó por cortar el problema de raíz y rápido. "Bajaron entre 50 y 60% el precio. Eso provocó que nuevos inversionistas entraran al mercado y que se desarrollara con más fuerza el mercado de alquiler", dijo el entrevistado. El también experto en Comunicaciones y Mercadeo -dirigió las estaciones de televisión WORA en Mayagüez y WAPA Televisión, y luego el Canal 47 en Nueva York- reconoció que por muchos años él también cometió el error, como muchos otros, de aumentar en demasía el precio de las viviendas. "Antes era muy fácil vender propiedades y ganar mucho dinero. Yo fui pecador de eso, sube, sube, sube. Pero estábamos vendiendo a un mercado que no existía. Hasta cierto punto había un factor de especulación", confesó. Pero la buena racha del sector de bienes raíces terminó y Ramírez de Arellano, como tantos otros desarrolladores, se vio obligado tras la crisis inmobiliaria, a entregarle al banco uno de los proyectos que estaba desarrollando aquí, el Treasure Point en Dorado. Muchos de los posibles clientes de esas propiedades de alto costo, explicó, eran accionistas de los bancos y vivían de las inversiones y dividendos que recibían. Pero al irse a pique el valor de las acciones de los bancos, muchos se quedaron sin capital. Al presente, existe un inventario amplio de propiedades de dónde escoger y para que se vendan, el comprador tiene que percibir el valor de esa compra, dijo.