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  Por el libro
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5 de septiembre de 2010

El Nuevo Dia

Es bastante probable que la mayoría de los puertorriqueños no haya oído hablar jamás del Instituto de Estadísticas de Puerto Rico (IEPR), ni tengan idea de qué se hace ahí. Igual, es posible que el nombre de Mario Marazzi les suene más a un piloto de Fórmula 1 que a un funcionario del gobierno local.

Mas, aunque sea sólo por un rato, préstele atención a lo que está pasando en esa agencia en estos días, porque en el viacrucis que están pasando el IEPR y Marazzi, quien es su director ejecutivo, se reflejan, como en un espejo deformado, dos de los problemas más graves que enfrenta la administración pública en Puerto Rico.

El IEPR se creó en el 2003, pero no comenzó a funcionar hasta finales del 2008, para resolver un lacra que arrastró el sector público por décadas: la falta de estadísticas confiables sobre cualquier asunto importante en el país.

Por años, las estadísticas que permitieran ver cómo están desde los niveles de mortandad infantil hasta los índices de precios del arroz, pasando por las hipotecas, los suicidios y los perfiles de escuelas privadas, entre muchos otros, se han recopilado y archivado al modo de los cavernícolas.

Generalmente, están dispersas, nadie sabe dónde encontrarlas o se encuentran en lúgubres almacenes. Al que tenga la inmensa suerte de hallarlas más fácil le resultaría aprenderse el alfabeto maya que descifrarlas y darles utilidad.

Así, concuerdan los expertos, es imposible establecer políticas públicas adecuadas a la realidad del país, porque no hay maneras precisas, matemáticas, exactas, ajenas a las traicioneras percepciones, de aquilatar la magnitud de los problemas. Con estadísticas que sirvan, además, es más difícil inventarse problemas para justificar políticas antipáticas.

En el 2007 Marazzi, un doctor en economía con un resumé impresionante que, incluye, entre otros detalles, un puesto como economista en la todopoderosa Reserva Federal de Estados Unidos, fue designado su director ejecutivo.

Marazzi puso manos a la obra, pero en el camino se encontró con las murallas y tropiezos que tan difícil hacen gobernar en Puerto Rico y dos veces tuvo que acudir a los tribunales para que se le permitiera recopilar las estadísticas que intentaba ordenar en el IEPR.

La primera contra el Departamento de Salud para que liberara las estadísticas de mortandad infantil y la segunda contra el Departamento del Trabajo para que cesara de ocultar el índice de Precios al Consumidor, una herramienta vital para aquilatar cómo está el costo de la vida, pero sobre todo un indicador que muestra la economía del país como está en realidad y no como los políticos quisieran que estuviera o que se le viera.

Con la primera no hubo problemas, pero en respuesta a la segunda la Junta de Directores, en una movida subrepticia ejecutada en la quietud del fin de semana, decidió suspender a Marazzi. La ofensiva contra Marazzi la organizó y la encabezó Héctor Morales, quien hasta el fin de semana era presidente de la Junta de Planificación, pero hoy es secretario general del Partido Nuevo Progresista (PNP).

En este detalle, pues, es que empieza a vérsele la costura a todo esto. Por un lado, el empeño inexplicable de la administración en impedir que se conozca cuál es la realidad económica del país y, por el otro, un comisario partidista ejecutando el ataque contra el funcionario que, según todo lo que se conoce hasta ahora, sólo intentó hacer bien su trabajo.

Estos son precisamente los dos graves problemas de la administración pública que han quedado expuestos en esta polémica: la falta de transparencia en la información oficial y la mano grande de la politiquería metiendo la cuchara y haciendo girar el timón del estado hacia donde se cree que le conviene a la administración.

Vemos aquí, entonces, la batalla que se libra día a día en las agencias públicas: el criterio partidista pugnando con el interés público. Las estadísticas no deben manejarse, decía Marazzi en estos días, "desde cuartos oscuros por burócratas basados, no en el criterio técnico, sino basado en el criterio político del gobierno de turno".

Se refería, por supuesto, al tema de las estadísticas, que es lo que él conoce y le incumbe. Pero el país lo oye y sabe que el mismo principio aplica al tema de la salud, seguridad, desarrollo económico y tantos otros asuntos vitales para el país. Y el país sabe también, porque lo vive todos los días, cuál es el criterio que normalmente termina imponiéndose.