15 de abril de 2010
Consumer.es
Los contaminantes químicos presentes en los alimentos son, a menudo, consecuencia de la contaminación ambiental. Llegan hasta ellos a través del suelo, el aire o el agua. Este hecho se agrava con el uso de sustancias pesticidas, farmacológicas, abonos y otros productos químicos utilizados en la industria. Entre los posibles efectos adversos sobre la salud humana, destacan las consecuencias en el cerebro durante la gestación y los primeros años de vida. Los contaminantes químicos que más preocupan son los orgánicos persistentes (COP). Por su naturaleza acumulativa, tanto en el medio ambiente como en la cadena trófica, se concentran en la pirámide alimentaria hasta llegar a las personas. Es el caso del metilmercurio o los PCB (bifenilos policlorados), que se acumulan en el medio marino y de ahí pasan a los peces, que ingieren después los seres humanos. Otros contaminantes, como los metales pesados (aluminio, mercurio, manganeso o plomo) también tienen un efecto neurotóxico en el organismo. Los alimentos son la principal vía de exposición y, aunque en la actualidad su uso está regulado y muchos de ellos se han prohibido, no es posible eliminar por completo su presencia del entorno debido a su persistencia y baja degradación. Un cerebro en desarrollo resulta muy vulnerable a la exposición de las sustancias químicas contaminantes en agua y alimentos. Las investigaciones realizadas al respecto han constatado que, entre los posibles efectos adversos sobre la salud humana, las consecuencias de mayor importancia son las detectadas en el cerebro durante la gestación y los primeros años de vida. Aunque el cerebro adulto es inmune, incluso niveles bajos de contaminantes llegan al embrión a través de los alimentos ingeridos por la madre, que traspasan la barrera placentaria. Durante la lactancia, sustancias como algunos COP presentes en la leche materna inciden de forma negativa sobre el desarrollo cerebral del bebé. Del mismo modo, durante las edades más tempranas, una alimentación con alta incidencia de contaminantes químicos puede ser el origen de este tipo de problemas. En ocasiones, las consecuencias adversas pueden ser permanentes y abarcan deficiencias psiconeurológicas, como trastornos de atención, alteración de función motora, lenguaje y memoria o disminución de la capacidad cognitiva. Diversos estudios sobre poblaciones en las que convergen los factores de alta concentración de contaminantes marinos, unido a una dieta muy rica en pescados, demuestran un elevado aumento de este tipo de alteraciones entre la población infantil. Zonas más contaminadas En el caso de los países nórdicos o Islas Feroe, donde se analizó el nivel de PCB, se detectaron concentraciones significativas en la leche materna porque, a pesar de que la zona estudiada no estaba cerca de las posibles fuentes contaminantes, los vientos y corrientes marinas los arrastraron hasta estas regiones. Más allá de este dato, recientes investigaciones apuntan que los efectos nocivos sobre el desarrollo cerebral no están sólo restringidos a las zonas contaminadas, sino que pueden originarse en otros lugares urbanos de casi cualquier parte del mundo. Deben investigarse los efectos de los contaminantes químicos en dosis bajas y su posible interrelación con enfermedades cerebrales Pese a los resultados, los especialistas concluyen que es muy difícil cuantificar la incidencia real de los efectos sobre el desarrollo cerebral porque se desconoce el nivel de riesgo de cada zona, así como los límites tolerables de muchos de ellos. Además, su detección y cuantificación precisa a menudo de sistemas y métodos de análisis muy sofisticados. Como consecuencia, y debido a la gravedad y dificultad de evaluación del problema, es imprescindible investigar los efectos que tienen estos contaminantes químicos alimentarios en dosis bajas y su posible interrelación con enfermedades cerebrales. Algunos estudios, como los llevados a cabo por el Laboratorio de Neurobiología del Centro de Investigación Príncipe Felipe, en el Programa Marco de Investigación de la UE, muestran que estos contaminantes neurotóxicos afectan al desarrollo cerebral en dosis mucho menores que las necesarias para desencadenar otras afecciones como cáncer. Estos resultados permiten conocer cuáles son los compuestos más perjudiciales, sus niveles tolerables y sus mecanismos de actuación. Por este motivo, se facilita el desarrollo de tratamientos curativos, así como sus límites permisibles en alimentos y agua. Manganeso, metilmercurio, aluminio y zinc Además de los trabajos realizados por este centro de investigación, resalta la labor de los grupos de investigadores de la Red INMA (Infancia y Medio Ambiente) en España. Los expertos se centran en el estudio del papel de los contaminantes ambientales más importantes en el aire, en el agua y en la dieta durante el embarazo e inicio de la vida, así como sus efectos en el crecimiento y desarrollo infantil. Pero estos contaminantes no sólo afectan a los niños: la acumulación en el cerebro de determinadas sustancias, como el aluminio o el manganeso de alimentos y agua, se relaciona con el desarrollo de enfermedades neurodegenerativas en edades avanzadas, como el Alzheimer o el Parkinson. Debido a la relevancia del tema, se ha celebrado en España un simposio internacional sobre "Alteraciones de la función cerebral inducidas por contaminantes de los alimentos y del agua", donde los investigadores que estudian la neurotoxicidad y los efectos sobre el desarrollo cerebral de los contaminantes alimentarios han intercambiado información sobre los últimos avances. Las presentaciones versaron, entre otros temas, sobre los efectos neurotóxicos del manganeso en primates no humanos, los mecanismos de toxicidad del metilmercurio, el papel del aluminio en el Alzheimer y el del zinc en las enfermedades neurodegenerativas o los efectos de la exposición a los PCB. Otra investigación, realizada por la Red INMA, se ha centrado en la exposición de los niños españoles a contaminantes químicos de origen alimentario. Según ésta, se establece una relación entre el consumo de pescado azul de gran tamaño durante el embarazo con niveles más altos de mercurio en el cordón umbilical, así como la presencia de este metal en el cabello con el consumo de pescado azul durante los primeros años de vida. La elevada exposición al mercurio en niños preescolares se relacionó con retraso en el desarrollo cognitivo. Sin embargo, la ingesta materna de pescado de 2 a 3 veces por semana puede ser beneficiosa para el desarrollo neurológico en la edad preescolar. También se ha comprobado que determinadas sustancias, como los pesticidas organoclorados, podían incrementarse a través de la lactancia materna. Sin embargo, se ha constatado que la lactancia a largo plazo resulta beneficiosa para el desarrollo cognitivo y del comportamiento, además de contrarrestar el potencial impacto de la exposición a estas sustancias químicas a través de la leche materna. Por último, este estudio, realizado en diversas zonas de nuestro país, determinó que niveles de exposición alta a pesticidas organoclorados antes del nacimiento repercuten en un retraso en el desarrollo mental y psicomotriz de los niños. CONTAMINACIóN QUíMICA Los contaminantes que ponen en peligro la salubridad de los alimentos son de distinta naturaleza. Destacan los contaminantes macroscópicos, que son visibles; los biológicos, como parásitos y microorganismos, que no se ven pero pueden estar presentes en los alimentos; y los contaminantes químicos, como pesticidas, metales pesados o compuestos orgánicos persistentes (COP). Cuando se consume un alimento contaminado se sufren alteraciones y se desarrolla una enfermedad de origen alimentario. Otras veces, la exposición a contaminantes puede provocar trastornos y dolencias a largo plazo en las que, a menudo, es difícil relacionar los síntomas con la fuente que las causa. EL CEREBRO éste es el órgano principal del sistema nervioso. Sus células, muy especializadas, transmiten a través de impulsos eléctricos toda la información que el organismo necesita para vivir, desde repartir el gasto energético necesario en cada momento hasta alertar cuando hay un peligro. Verdadero ordenador del cuerpo, gracias a él se tienen experiencias como pensar, emocionarse o aprender. Su complejo desarrollo embrionario es muy sensible a agresiones debidas a la exposición a determinados contaminantes químicos, para los que el cerebro actúa como un órgano diana.