3 de abril de 2010
El Vocero
El aislamiento social, el estrés, las dificultades para desconectar y separar la vida profesional de la personal o las menores posibilidades de proyección profesional forman parte del ‘lado oscuro’ del teletrabajo que ensombrece las ventajas de esta modalidad laboral. Existen pocas dudas sobre las ventajas del teletrabajo. El empleado concilia su vida laboral y profesional, reduce las pérdidas de tiempo y gana flexibilidad. La compañía obtiene una plantilla más motivada y productiva y ahorra costes en instalaciones fijas o en ayudas de comida, entre otras. Pero permitir al empleado desempeñar su labor fuera de la oficina tiene una serie de inconvenientes que se deben tener en cuenta para obtener el éxito esperado. Los riesgos más frecuentes son los derivados del aislamiento del trabajador, de la difícil distinción entre la vida laboral y la familiar o el estrés. La actividad en remoto reduce el contacto con los compañeros a conversaciones telefónicas o al envío de correos electrónicos. Esto hace que el trabajador pueda tener la sensación de estar separado del resto de la plantilla y que caiga en el aislamiento. Para prevenir esta exclusión, la empresa debe convocar reuniones presenciales temporales pactadas según el proyecto", aconsejan los expertos. Con este tipo de encuentros, además, se refuerza la función social que cumple el trabajo. Esta fórmula de empleo exige también altas dosis de planificación y disciplina. Si no se organizan bien los tiempos se puede incurrir en una dedicación excesiva. Esto implica eternas jornadas de trabajo que pueden llevar al estrés. Se aconseja hacer pausas de 10 a 15 minutos cada dos horas y planificar horarios y plazos de entrega. Por otro lado, el teletrabajo puede inducir a la idea de que la disponibilidad del empleado es total. Para evitar esto, el empleado debe disponer de un horario y jornada laboral pactada de antemano con su empresa. De este modo también es posible desconectar y separar los aspectos laborales de los personales. Algo complicado cuando la casa hace la función de oficina. Ante esto, Romero recomienda que la parte de la vivienda destinada a lugar de trabajo esté aislada del resto de habitaciones. Cultura de la presencia
Más allá la misión social de las reuniones, es recomendable que el teletrabajador visite su compañía regularmente, e incluso que combine jornadas en la oficina con la actividad en casa. Se tiene la sensación de que si no estás en la oficina, desapareces, pierdes oportunidades. Esto se debe a que se valora en exceso la presencia: Lo que más se mide es la cantidad de horas que se pasan en la compañía, aunque se pierda mucho tiempo haciendo pasillo. Esto va en contra de la filosofía del teletrabajo, que funciona por objetivos. Esa pérdida de oportunidades se traduce en un reconocimiento desigual de las labores realizadas por el empleado que trabaja desde casa y las que se desarrollan en la oficina, así como en la proyección de carrera. El jefe tiende a valorar mejor a los que tiene o siente más cercanos, puesto que hay un componente emocional elevado; mientras que con el teletrabajador ese componente emocional no existe. La solución radica en modificar las herramientas que miden el empleo remoto. Actualmente se valora del mismo modo que el presencial: por horas de trabajo. Un parámetro que no se puede aplicar a esta modalidad laboral. Hay que incorporar métricas de calidad, de resultados y eficiencia. Nadie te controla el tiempo, lo que importa es cumplir los objetivos con la máxima calidad. Actualmente, los mecanismos basados en la presencia física no sirven para la actividad remota". Por esta razón, las compañías que permiten trabajar desde casa todavía son escasas. Según los datos para el Premio Empresa Flexible 2009 de la consultora CVA, casi el 53% de las organizaciones reconoce que no ofrece la posibilidad del trabajo en remoto a sus empleados, mientras que el 47% sí lo hace. En Finlandia el 17% de trabajadores realiza su actividad desde casa y en Suecia, el 15%.