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  Por el libro
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29 de marzo de 2010

La Opinion

Tiempos arduos para muchos, pero especialmente para Elías Fernández, un profesional de la informática de Maryland, Distrito de Columbia.

Perdió su trabajo después que la firma para la que laboró por 15 años decidió reemplazar los sistemas en que Fernández era un experto y se mudó a Arizona.

Ahora, a pesar de sus credenciales profesionales, no puede encontrar quién lo contraté. Desde que perdió el empleo hace trece meses, ha llenado numerosas solicitudes de trabajo.

Mientras tanto, ha tenido que echar mano de sus ahorros de retiro, y recortar sus gastos.

Fernández, de 61 años, es parte del grupo de ‘baby-boomers’ hispanos que según el reporte de AARP/ImpreMedia, ha sido colocado, por efecto de la recesión económica, en una posición más apurada que la generación de sus padres. Aunque ha vuelto a la universidad para ahondar en su conocimiento de las matemáticas, explicó, no guarda ilusiones de que podrá ingresar a la academia por la misma razón que no puede encontrar un trabajo: su edad.

"Cuando me entrevistan por teléfono todo está muy bien, pero cuando me llaman a la entrevista personal se dan cuenta que no parezco de 25 años y que tengo unas cuantas arruguitas en los ojos", dijo, añadiendo que una vez llegado este punto ya no quieren volver a saber de él.

Además de tener que pagarse una parte de su cobertura médica –el 35% gracias a la ley COBRA— ahora tiene que cubrir los de su hijo, que no tiene seguro, con los ahorros de su vida.

En ese estado de jubilación de facto en que se encuentra, se ve sumido en una especie de limbo: al no tener suficiente edad para recibir los beneficios del retiro o acceso, se encuentra en una posición vulnerable. Si tuviera que irse a otro país, explicó, optaría por Canadá o una nación europea con un sistema médico avanzado.