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  Por el libro
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15 de marzo de 2010

La Opinion

Para entender por qué hay tan poco trabajo, considere los casos de John McFarland y Nicole Rosen. Los dos tienen algo en común: son reticentes a gastar su dinero. McFarland es el presidente de la empresa Baldor Electric de Fort Smith, Arkansas. Rosen es una ciudadana común y corriente del estado de Washington. Los dos generan ingresos y los ahorran. McFarland no va a contratar más gente hasta que no aumente el gasto del consumidor. Y Rosen no quiere gastar hasta que no se estabilice el mercado laboral.

Es un círculo vicioso que explica en parte por qué tarda tanto en recuperarse la economía. Los dos sectores -empresas por un lado y consumidores por el otro- están esperando a que el otro empiece a gastar. Mientras no lo hagan, la economía seguirá débil y habrá pocas oportunidades laborales.

Muchos economistas pronostican que las empresas serán las primeras que den el brazo a torcer. Es previsible que en algún momento de este año se vean obligadas a reemplazar equipo viejo o se den cuenta de que no pueden producir más con el personal que tienen, según análisis de economy.com, de Moody, y de IHS Global Insight. Algunas firmas empezarán a contratar personal.

De todos modos, la expansión de las empresas y las contrataciones seguirán siendo modestas y es posible que haya que esperar hasta el 2011, si no el 2012, para que el consumidor decida sacar la billetera, de acuerdo con pronósticos de las dos firmas. Cuando lo hagan, finalmente aumentará la demanda de electrodomésticos, ropa y automóviles.

La tasa de desempleo, que ahora es del 9.7%, seguirá alta y no se crearán ni por asomo los 10 millones de empleos que se dice se necesitan para normalizar la economía.

"Hay un compás de espera, es el cuento del huevo y la gallina", manifestó Robert Reich, profesor de políticas públicas de la Universidad de California de Berkeley.

El gobierno difícilmente ayude. Los programas de estímulo se están desvaneciendo, lo mismo que las medidas de emergencia de la Reserva Federal. Por ello, la creación de empleos dependerá de que la gente decida consumir más y de que las empresas comiencen a contratar gente.

Las empresas, no obstante, están acumulando capital y el consumidor está más preocupado en pagar deudas y ahorrar dinero que en gastar.

Las compras del consumidor impulsan el 70% de la actividad económica.

Las firmas tienen "una montaña de dinero", asegura Nariman Behravesh, jefe de economistas de IHS. Y llegará el momento en que tengan que usarlo para reemplazar equipo viejo o invertir en proyectos que fueron paralizados por la recesión. Y no lo podrán hacer con el personal que tienen, sino que deberán incorporar más gente.

Steven Fazzari, profesor de economía de la Universidad de Washington en San Luis, señala que cuando las empresas comiencen a gastar, se frenarán si no aumenta la demanda del consumidor.

Por ahora, los ejecutivos se muestran reticentes a invertir en proyectos que requieran nuevas contrataciones.

McFarland es uno de ellos. Baldor Electric produce motores industriales para fábricas. Las ventas subieron levemente este año, pero nada hace pensar a McFarland que el crecimiento económico vaya a mejorar a corto plazo.

Por eso Baldor no está contratando ni invirtiendo. Terminó el 2009 con un flujo de caja de 215 millones de dólares, el más alto de su historia. En épocas mejores, la empresa habría invertido ese dinero en la mejora de equipo y en añadir personal a una fuerza laboral de 6,500 personas.

Pero Baldor usó el dinero para pagar una deuda de 121 millones de dólares. McFarland dice que todavía siente el impacto de la reducción de ingresos más grande jamás vista.

Si McFarland aguarda que consumidores como Rosen empiecen a gastar más para expandir sus operaciones, la espera puede ser larga. Rosen, de 29 años, maneja la economía familiar en Roy, Washington, donde su esposo trabaja como cocinero en una base del ejército. La pareja tiene dos hijos.

Hace algunos años, Rosen tal vez hubiera usado tarjetas de crédito para cubrir algunos gastos. Pero dice que, siendo estudiante, contrajo una deuda grande comprando "cosas bobas" y no quiere repetir el error.

Los Rosen compraron una casa de 275,000 dólares en el 2006 con una tasa de interés ajustable. La tasa es hoy del 8.5% y Rosen teme que siga subiendo.

Rosen trabaja por horas en la preparación de declaraciones impositivas. Lo que gana lo ahorra.

"La economía no inspira confianza como para que vayamos a gastar nuestros ahorros. Los pagos de la casa pueden aumentar. O podríamos necesitar dinero para cubrir gastos médicos", manifestó.