21 de septiembre de 2009
Primera Hora
Parecen anónimos, las cifras que confirman su existencia son imprecisas, pero la realidad es que ya están por todas partes. Su intención es trabajar y ganarse el sustento, pero la escasez de empleo nos se lo permite. Se han convertido, sin querer, en los nuevos pobres. Una encuesta del censo refleja que desde el 2006 se ha frenado la tendencia a disminuir la proporción de pobreza, algo que, sin duda, debe preocupar al Gobierno. "Uno de los indicadores más importantes a nivel internacional, que es el Gini, refleja que estamos en un nivel similar a cualquier país latinoamericano. Estamos entre México y Argentina", mencionó el economista y profesor de la Universidad de Puerto Rico, Manuel Lobato. Para el economista, más que la pobreza que existe, es importante destacar lo que él entiende que es un fenómeno nuevo: el empobrecimiento. "La clase media está experimentando pérdida de calidad de vida y de poder adquisitivo y eso nos está sacudiendo. No es que haya muchos pobres ahora. El crecimiento económico lento ha traído como consecuencia que prácticamente a todos los niveles de la sociedad se ha perdido calidad de vida", analizó el también director de tendenciaspr.com. La pérdida de empleos, tanto en la empresa privada como en el Gobierno, ha venido acompañada de salarios más bajos en la poca oferta de trabajo disponible. "La gente sufre la debilidad del mercado de empleo. La tasa de participación es demasiado baja y hay falta de nuevos sectores para generar empleos", analizó Lobato. Para el economista, es una ironía que haya aumentado el salario mínimo federal y al mismo tiempo se observe una reducción en la cantidad de empleos. Y no solamente el mercado no es capaz de generar nuevos empleos, sino que ha perdido miles de los que tenía. Según las cifras del Departamento del Trabajo, en agosto había 208,000 personas desempleadas, 11,000 más. Pero, si se compara con las cifras de agosto de 2008 , esto representa un aumento de 36,000 desempleados. Aunque una visita a Plaza Las Américas podría dar la impresión de que la gente compra al ritmo de una economía boyante, el profesor asegura que se ha perdido la capacidad de consumir y de ahorrar y que esos efectos se acumulan con el tiempo. "Podemos gastar lo mismo en alimentos, pero no nos estamos alimentando igual. Puede que se hagan ajustes en renglones que no se ven", afirmó. Como ejemplo de los estragos de la recesión, el economista explicó que para que una persona adquiera lo que hace tres años conseguía con $100 ahora necesitaría $140. Si a esto se le añade que los salarios están más congelados que un glaciar, parece una burla que el país todavía figure como uno de los tres más felices del mundo. Quizás no estamos al tanto de nuestra propia pobreza o nos comparamos con quienes están peor para atenuar el grado de ansiedad. La secretaria de la Familia, Yanitzia Irizarry, declaró que uno de los pasos para ser más efectivos en la erradicación de la pobreza es reconocerla. "Una persona que no tenga suficientes recursos propios para procurarse vivienda, alimentación, educación y asistencia médica es una persona pobre y yo creo que cuando muchos puertorriqueños creen conciencia de que están bajo el nivel de pobreza vamos a ser más efectivos", mencionó Irizarry, quien considera que la responsabilidad del Gobierno no puede separarse de la individual. A pesar de que no pudo dar una cifra exacta de cuánto necesita una persona para suplirse sus necesidades, la Secretaria calculó que una familia de cuatro, a la que después de las deducciones le sobren $713 mensuales, está bajo los niveles de pobreza. En agosto había 575 mil familias recipientes de asistencia nutricional, lo que según la Secretaria equivale a 1,200,000 participantes aproximadamente. En esos números hay un aumento de 50 mil beneficiarios que Irizarry atribuye a la apertura del beneficio a hogares con una persona trabajadora. "Un núcleo de cuatro miembros con un ingreso mínimo federal puede ser recipiente. Antes no cualificaba, pero ahora ese mismo núcleo cualifica para $490", explicó. Para el economista Juan A. Castañeda, los programas, aunque garantizan un mínimo de subsistencia, no son suficientes. "Aquí hay pobreza pero el concepto es relativo porque, si la comparas con los que se consideran pobres en Haití o en República Dominicana, es otra cosa", mencionó. Aun cuando se intente mirar para el lado como estrategia de consuelo, los efectos de la recesión son sensibles. "En los datos oficiales el promedio de la inflación ha sido un 12 por ciento y, aunque sea un poquito menos, una cifra de dos dígitos siempre es preocupante. Mucha gente no tiene ni la capacidad de vender su vivienda al precio que la compró", señaló Lobato.